CASTILLA Y LEÓN > BURGOS > Guía para la reflexión 'En tierras de Burgos'
versión gráfica  -  menú

El camino en Castilla y León
En tierras de Burgos

BUENA TIERRA ESTA DE CASTILLA LA VIEJA PARA QUE EL CAMINANTE PUEDA IR RUMIANDO RECUERDOS DE LA HISTORIA DEL CAMINO Y DE SU PROPIA HISTORIA; "RUMIAR", PESE A INTENCIONES Y APARIENCIAS DISTINTAS, ACABA SIENDO LA TAREA DEL PEREGRINO. PARA QUE TAMBIÉN PUEDA IR AVENTANDO INFORTUNIOS, Y, AL MENOS POR UNOS DÍAS, LE DEJEN SENTIRSE LIBRE CON LA ILUSIÓN DE SER ROMERO DEL SEÑOR SANTIAGO. CON TAL ÁNIMO, TOMO MI TOSCO BORDÓN DE VIEJO SANTIAGUISTA Y OS HAGO DE GUÍA, DESDE REDECILLA DEL CAMINO A PUENTE FITERO, DONDE FINABA LA PRIMITIVA CASTILLA CONDAL, QUE NO EL CAMINO AL QUE LE SIGUEN ALUMBRANDO LAS ESTRELLAS HASTA COMPOSTELA.

Que el vuestro os sea ligero, ¡ultreia!

Desde el montículo en que está Grañón, todo lo que se divisa a Occidente son tierras burgalesas, aunque el terreno que vamos a pisar es el mismo y lo será hasta Belorado. A los de estos pagos les agrada decir que viven en La Riojilla burgalesa; paisaje y paisanaje son los mismos.

El maltrecho camino histórico nos ha llevado a Redecilla del Camino, que desde siempre está en la vieja calzada santiaguista, ya Aymerico Picaud la recuerda "Radicella", y los francos pronto se asentaron allí, por los mismos tiempos del Codex, primer tercio del siglo XII, era ya conocida como "Rediziella de Francos".

Desde una plazoleta arbolada con rollo y fuente, se inicia la calle Mayor; típica rúa jacobea alargada propia de todas aquellas localidades nacidas en el Camino de Santiago. Dando valor a la calle-camino quedan algunos edificios nobles con buenos aleros. En su mitad hay que ver sin falta, como le gustaba decir al autor del Liber Sancti Jacobi, la iglesia de la Virgen de la Calle, que junto con un llamativo órgano frente a la puerta de acceso y una colección de retablos del rococó, conserva la más sugestiva pila bautismal de todo el Camino: es del siglo XII, tiene forma de copa, en su base se discute si existe o no una culebra pegada a las 8 columnas que sostienen el vaso de la copa conformada por torrecillas con multitud de ventanas abiertas. Todo un motivo de goce para los amantes de lo esotérico; dentro de estos, los más iniciados ven "el misterio multitudinario de una ciudad muda, tapiada" ; otros se inclinan por una visión de la Jerusalén Celestial, meta de toda peregrinación. Yo, repito, que es "la más sugestiva pila bautismal de todo el Camino".

Frente a la puerta de la iglesia, el reedificado hospital de peregrinos de San Lázaro, que sigue atendiendo. La parra del patio, a cuya plantación no fue ajeno el que escribe, nos recuerda las vides que nos han acompañado por tierras de Navarra y La Rioja. No volveremos a ver otra parecida hasta casualmente el último hospital de peregrinos en tierras burgalesas, en Itero del Castillo.

A la salida de Redecilla hay que tener cuidado al cruzar la carretera nacional y situarse en el lado izquierdo por donde sigue el camino. Hemos pasado por encima del río Reláchigo, aunque aquí, en Castilla, bueno es aclarar que se tiene la costumbre de llamar río a cualquier arroyo, y por ello no se imagina nadie un río de verdad solo porque lleve tal nombre. La advertencia vale porque con solo consultar el plano que acompaña a cualquier guía, podemos ver con cuanta frecuencia el Camino pasa sin enterarse por encima de multitud de cauces modestos, cuando no secos la mayor parte del año, que llevan el nombre de río.

A dos kilómetros de Redecilla, y sin mayores dificultades está Castildelgado; los viejos de La Riojilla burgalesa le siguen llamando Villipun. La Villa de Pun, mudó su nombre en el siglo XVI, abandonando el Pun, nombre propio de persona en el medievo, tomando el segundo apellido de un obispo de Lugo y Jaén, hijo de la villa, Don Gonzalo Gil Delgado, que descansa bajo una gran losa de jaspe negro en una capilla lateral de la iglesia parroquial de San Pedro, frente al desaparecido hospital de los peregrinos y un poco más allá del palacio de los condes de Berberana, derribado por las buenas en fechas muy recientes.

Nada más pasar la iglesia, sin dejar la calle Real, aparece otro edificio religioso, la ermita de Nuestra Señora del Campo, que tuvo un modesto hospital de peregrinos; no obstante mantenía el servicio de una caballería para trasladar a su lomo a los pobres y peregrinos impedidos hasta el hospital más próximo; actos de caridad con los romeros que se repetía en infinidad de pueblos del Camino.

Quien no quiso marcharse de la antigua Villipun y decidió permanecer para siempre en la ermita de Santa María la Real del Campo, según cuenta una venerable leyenda, fue una imagen de la Virgen María. Iba destinada precisamente a un santuario mariano del Camino francés en tierras de Palencia, pero la agradó tanto el lugar que no hubo manera de seguir adelante: los bueyes que la llevaban, secundando el deseo de Nuestra Señora, se plantaron y allí, en la ermita, se quedó la imagen del siglo XIII.

Hoy, como en los mejores tiempos de la peregrinación, a la salida de Castildelgado se inicia un pequeño desvío para acercarse a Viloria de Rioja, cuna de Santo Domingo de la Calzada. Al lado de la iglesia, en la que puede verse la pila en la que fue bautizado el Santo Caminero, su casa natal se conservaba hasta hace muy pocos años.

Con plena propiedad se ha dicho que "Domingo, el de Viloria no ha sido del todo estudiado y menos aún comprendido". ¿Cómo puede explicarse que un hombre, que, después de hacer de pastor, con solo estudios primarios en el monasterio de Nuestra Señora de Valvanera, que al fallecer sus padres e inclinarse por la vida monástica es rechazado, de modo incomprensible, en los monasterios de Valvanera y San Millán, que se retira como eremita al inhóspito y peligroso bosque de Ayuela, a orillas del Oja, y de repente se revela como un maestro consumado en la construcción de puentes (24 arcos tenía el que construyó sobre el río Oja), templos, hospitales y calzadas, obras todas ellas que dirige y supervisa personalmente, que incluso llega a ser maestro de otro santo constructor, San Juan de Ortega, que también se distingue por levantar puentes, hospitales, calzadas y una singular iglesia románica, que es en la actulidad elegido por los ingenieros de caminos como su patrono (lo mismo que su discípulo lo es de los aparejadores y arquitectos técnicos)? Hay algo en la vida de este "ponti fice" que mientras no sea estudiado con argumentos que lo contradigan, nos obliga a situarle entre los iniciados del Camino, donde, como afirma Louis Charpentier, tuvo que hacer un aprendizaje, lo mismo que su aventajado discípulo, San Juan de Ortega.

A la salida de Viloria merece la pena detenerse un momento para recrearse en las vistas: un conjunto de ondulaciones con lomas verdes y algún pico pelado, que ofrece un conjunto paisajístico singular.

Bajando a la senda caminera, enseguida nos encontramos con Villamayor del Río. El Camino penetra por el lado izquierdo y pasa frente al hospital de la Misericordia, cuyo edificio aún existe. Una vez más y pese a lo modesto de esta institución hospitalaria a cargo del concejo, vemos que, al menos hasta comienzos del siglo XVIII, continúa manteniendo el servicio de una caballería para trasladar a peregrinos pobres e impedidos hasta el pueblo siguiente, Belorado. La iglesia de Villamayor sigue bajo la advocación jacobea de San Gil. Lo único que le queda de mayor a esta villa (hace poco ya aclaramos lo de los ríos) es la cristiana gastronomía del cerdo.

Seguimos sin abandonar la orilla sur de la carretera. El paisaje de la otra orilla comienza a cambiar de color; asoma la caliza de los oteros.

Antes de recorrer una legua aparece, cruzando por la N-120 (que el peregrino deberá atravesar), la importante villa caminera de Belorado, de orígenes remotos. El Camino penetra un poco más arriba de la remozada ermita de Nuestra Señora de Belén, advocación jacobea que tuvo albergue de peregrinos, el Hospital de los Caballeros.

Los romeros de hoy entran por el Camino de Redaña y se acercan a la iglesia de Santa María, del siglo XVI. Fue en su origen capilla del castillo; sus restos aún se asoman en lo alto de un farallón calizo en cuyas faldas se conservan las cuevas-eremitorio de San Caprasio. Estos farallones calizos, como muy pronto tendremos ocasión de observar a lo largo de este mismo Camino, se prestan a la formación de cuevas y quizás el nombre "Belfuratus" con el que aparece en el Codex Calixtinus Belorado, tenga que ver con los agujeros que horadan las paredes del monte.

En la iglesia de Santa María, de tipo columnario, se encuentra la capilla jacobea de la familia Montes Marrón: en lo alto del bello retablo renacentista el Santiago Matamoros y dos relieves con escenas de su vida. El cuerpo central lo ocupa un Santiago peregrino y pobre, semejante a un San Juan Bautista.

En esta capilla, al atardecer, los sacerdotes que con los hospitaleros voluntarios atienden el curioso refugio de peregrinos aledaño a la iglesia (el teatrillo lo siguen llamando los lugareños por su antigua función) suelen celebrar una misa seguida de la bendición del peregrino y el entonado de salmos en los distintos idiomas de los asistentes que, por lo común, suelen superar a los hispanohablantes.

El ambiente es tranquilo; el arroyo Verdeancho que discurre frente a la iglesia, aísla el conjunto caminero del viejo barrio del Corro y le dota de una calma alegre. Esta villa horadada se aparta de las trazas jacobeas, y aunque el Camino de Santiago acabó dándole su personalidad, su configuración es altomedieval. Alfonso I el Batallador la repuebla en 1116, le concede un mercado semanal, una feria anual y varios privilegios favorecedores de la vida comercial que atrajo bajo un mismo fuero a judíos, cristianos, villanos y caballeros. Como muestra de la antigua pujanza comercial quedan los restos de un importante patrimonio religioso, la insólita proliferación del comercio peletero y la inclinada plaza Mayor de desenfadado estilo castellano. Uno de sus frentes lo ocupa la iglesia de San Pedro, del XVIII, con un bello retablo barroco.

No lejos están los restos de la iglesia de San Nicolás; en su fachada lateral, dentro de una pequeña hornacina blanca, como enjaulado, se ve a San Caprasio; parece que lo trajeron de las cuevas de su nombre y puede ser el santo obispo de Agen del Liber Sancti Jacobi, en la vía Podense cerca de Le Puy, en la basílica de Santa Fe de Conques, lugar de gran transcendencia en la peregrinación santiaguista. Caprasio, asustado por lo feroz de una persecución, se esconde en una cueva (puede que de ahí se le aplicase el mismo nombre por los peregrinos a algún eremita que morase en las de Belorado); al ver la entereza ante el martirio de la Virgen Fe, cobra vigor, se ofrece a los verdugos y hasta tiene el humor de espolearlos.

A la salida del Camino quedaba el convento de San Francisco, fundado en 1250 y remozado en el XVI, que acogió a San Bernardino de Siena, el popular y gran reformador de la orden franciscana que suscitaba una atención espectacular a su paso y que allí predicó cuando iba en peregrinación a Santiago. Desamortizado el convento, su fábrica se aprovechó entera para construir viviendas, con el efecto curioso que aún se puede ver en la Florida, una de las pocas zonas ajardinadas que conserva este simpático pueblo.

También a la salida estaba hasta hace pocos años el hospital de San Lázaro, con una Virgen románica y un Cristo gótico repintado, muy popular entre los romeros por los milagros que se le atribuían, de los que daban fe multitud de ex votos. La triste ruina y arrasado total por moderna maquinaria de la fábrica del antiguo hospital es un episodio tan reciente como vergonzoso, del que elevé protesta con los Amigos del Camino de Santiago depositando una corona de hiedra (símbolo de la ingratitud) en los escombros del hospital.

La vida sigue. Me cuesta dejar este pueblo; como todos los de la Riojilla burgalesa es festero; junto a las fiestas de San Vitores, el 26 de agosto, está empalmada la de Gracias, en la semana anterior al primer domingo de septiembre: los ocho danzadores, con el cachibirrio al frente, interpretan danzas de raíces guerreras o de oficios; lo que llaman el "Arranque", comienzo de las fiestas de Gracias en la plaza Mayor, es algo en extremo emotivo, el día principal del año: el "Arranque" es el primer impulso, todo un salto de los danzadores y buen augurio para el año si salto y toque de las castañuelas de pito resulta cabalmente sincronizado. El momento remueve el ánimo de todos los beliforanos; les dice algo ancestral y vigoroso que sólo ellos comprenden.

El peregrino, aún en silla de ruedas, tiene que darse el gusto de una vuelta por la plaza Mayor, sin olvidar que hemos entrado en los terrenos del caparrón, la alubia pequeña y redonda que hasta las misma puertas de Burgos, en Ibeas de Juarros, es el producto de mayor calidad. Pedirlos en el Camino con preferencia a cualquier otra cosa.

Hoy, el Camino de Santiago, por la calle del mismo nombre, sale próximo al convento de clarisas de Nuestra Señora de la Bretonera, rejuvenecido con monjas de Lerma y manos jóvenes que elaboran unas exquisitas trufas. Don Manuel Fraga les acaba de enviar un crucero de piedra y están tan contentas, como colegialas en el día de la fiesta de su colegio.

Sobre los cimientos del puente que construyó San Juan de Ortega y paralela al puente del Canto, una pasarela de madera de iroko y dos metros de ancho nos lleva al otro margen del río Tirón. Seguimos, pasamos la gasolinera y por la entrada a San Miguel del Pedroso (todo muy cerca) encontramos una senda que nos conduce, tras cinco kilómetros de andadura a Tosantos; a su entrada, la ermita de la dulce Virgen galaica Santa Marina, de la que sólo ha quedado el nombre de la calle, deja el testimonio de una de las más caras advocaciones jacobeas.

Desde casi todas las partes, al lado norte de la carretera, llama la atención del santiaguista la capilla que sale de la caliza del monte; es Nuestra Señora de la Peña. La tradición recoge el saludo de los caminantes a la Virgen dentro de la roca. Abajo, el pueblo con fuente de buen agua y un espléndido castaño frente a la iglesia que invita al descanso.

Villambistia es la cuenta siguiente (a poco más de kilómetro y medio) de este rosario de pequeños pueblos, antaño jalonado por multitud de ermitas de las que solo queda el recuerdo en los más viejos del Camino; así, en este mismo Villambistia, se recuerdan las ermitas de Santa Cruz, la de Santiago, San Martín y San Roque. Solo se conserva esta última (aunque se encuentra en ruina incipiente) en una plazoleta con una fuente redonda con cuatro caños, por donde pasa el Camino, Camino Cozarro, en dirección a Espinosa del Camino, donde la senda tiene algún que otro deterioro, y a poco más, otra vez, de kilómetro y medio, hay que cruzar la N-120 y hoy adentrarse en el pueblo, que, como todos los que vamos pasando, tuvo un pequeño hospital para los pobres "que vienen de camino en romería". Aquí no hay senda del Ministerio y sí "camino de la parcelaria" que asciende hasta divisarse el pueblo siguiente Villafranca Montes de Oca y pasa al lado de las ruinas del monasterio mozárabe de San Felices de Oca, un muñón de gruesos sillares rematado por tierra y hierbas al que se le hubiera hecho un hueco por un arco mozárabe. La tradición, basada según Gonzalo Martínez en documentos espureos emilianenses, ha querido ver el lugar del enterramiento del Conde Diego Porcelos, fundador de Burgos en el 884, y así se sigue manteniendo.

VILLAFRANCA MONTES DE OCA


Los jacobipetas llegan a un hito singular del Camino francés entrando hoy por la ya familiar N-120. La obligada recensión de una guía obliga a una corta reseña del libro que es para el Camino de Santiago este antiguo hito jacobeo.

Históricamente esta villa de los francos, que se consolida con el camino de su nombre, es ya mojón histórico en el Poema de Fernán González, en la primitiva Castilla condal.

"Entonces era Castilla un pequeño rincón,
Era de castellanos Montes de Oca mojón
Y de la otra parte Fitero el Fondón.
Moros tenían a Carazo en aquella sazón
".

Aymerico Picaud, en el libro V del Codex Calixtinus, sitúa los Montes de Oca, en dirección a Burgos, como la continuación del territorio español con Castilla y Campos. "Es una tierra llena de tesoros, de oro, plata, rica en paños y vigorosos caballos, abundante en pan, vino, carne, pescado, leche y miel". Mas, quizá para que el contraste con la poca favorable impresión que le produjeron las tierras navarras no sea tan grande, se despacha con que "sin embargo, carece de arbolado y está llena de hombres malos y viciosos".

Tras la guía del peregrino medieval, ningún otro relato de viajeros a Santiago dejará de mentar a Villafranca. Por todos ellos, Doménico Laffi, "... seguimos hasta Villafranca ... situada al pié de un monte" - coincidiendo con relatos anteriores - anota "...Fanno gran caritá alli Pellegrini, e in particolare all'Ospitale dando de mangiare molto bene".

En este buen yantar tuvo mucho que ver el hospital de peregrinos de San Antonio Abad, también llamado de La Reina, fundado en 1370 por la esposa de Enrique II de Castilla, Juana Manuel; el albergue de romeros, siempre caliente, que hizo célebre aquel dicho de "Villafranca Montes de Oca, alta de camas y pobre de ropa".

Las cuantiosas rentas del hospital de La Reina, que aún hoy en día permanece en pié esperando volver muy pronto a su antigua misión, facilitan comprender la constitución que en 1618 recoge el modo de atender a los peregrinos y que reproduzco como idea de las que rigieron en los hospitales bien dotados del Camino francés en España:

"..Item ordeno y mando que en dicho Hospital sean acogidos y rescibidos de aquí adelante todos los pobre y peregrinos que a él vinieren, a qualquier ora de dia o de noche, y les hagan buen recibimiento, acogimiento y tratamiento, sin hazer differencia con ellos porque ellos sean de una nazion y otros de otra, ni de estrangeros a naturales de estos mis Reynos, sino que a todos los acoxan y ospeden, y a los que vinieren por la mañana antes de comer se les dé de comer a cada uno, sin differençiarlos, el terzio de un quartal de pan y un quartillo de vino puro y su escudilla de caldo y media libra de vaca fresca cocida y bien saçonada, echando en la olla media libra de tocino cada día y sus legumbres según el tiempo ... y comiendo los despidan y si llegaren despues de comer les den a la noche la misma ración de vino, carne y legumbres y medio pan para que puedan guardar del para almorzar. Y abiéndolos tenido ospedados aquella noche los despedirán a la mañana y si fuere tiempo de nieves o que llueva mucho o haga otra tempestad los tengan en el Hospital el tiempo que pareziere al Administrador o Mayordomo, de manera que por esta causa no reciban ni peligro ni daño en caminar, y el tiempo de hivierno tengan siempre lumbre en la cocina para que se calienten y los dexen estar en ella hasta una ora o dos de la noche, más o menos, como pareziere al Mayordomo que charidad lo debe hazer y no dé lugar a que riñan, ni tengan differenzias los pobres los unos con los otros, ni hayan desonestidades, y si vinieren moxados los enjuguen y sequen sus vestidos de manera que sientan el buen tratamiento y acogimiento que se les haze".

Es de reseñar que en 1594, cuando las peregrinaciones no son ya ni sombra de lo que fueron - aunque se aprecia un resurgimiento -, se anota el paso de 16.767 romeros, observándose por las detalladas cuentas del hospital, que en algunos días se llegan a contabilizar los 200.

La iglesia de Santiago Apóstol fue terminada al estilo riojano en 1800, pero en su interior se conservan retablos de iglesias anteriores y del convento de San Francisco de Belorado. Uno de estos retablos alberga la mayoría de los santos burgaleses: Santa Casilda, Santa Centola y Elena, Santo Domingo de la Calzada, San Vitores, que es el que sostiene su cabeza en la mano, y otros.

Al lado del altar mayor, hay una imagen barroca de Santiago con los atributos tradicionales del peregrino y un relicario en el pecho. Al salir, nos llama la atención una gran concha natural traída de Filipinas que hace de pila de agua bendita encima de una columna de mármol; las dudas sobre su peso las dilucidé hace años llevando una báscula a la iglesia: su peso 67,5 Kg., por lo que no es de extrañar las historias que se cuentan sobre el cierre mortal de sus valvas atrapando a algún buceador.

Hay mucho que ver en esta primigenia sede episcopal y hasta apostólica. A la salida del pueblo, a la izquierda, se penetra en la campa de la ermita de Nuestra Señora de Oca; a su lado hay una generosa fuente natural con una pila hecha en la roca. Cerca, a unos 300 metros, el pozo de San Indalecio mártir, que la tradición supone fue uno de los discípulos que acompañaron al apóstol Santiago en su peregrinación por España. Al final del caserío, el pueblo ha abierto un pequeño museo con recuerdos desde el Neolítico hasta hace cuatro días, pasando por instrumentos quirúrgicos del antiguo hospital de La Reina.

A esta enigmática y alargada Villafranca, inmersa en el ambiente del Camino, se refería nuestro maestro Don Teófilo López Mata cuando hablaba del pueblo tendido a lo largo de una ruta encendida en salmodias jacobeas, que vivió aferrado a oscuras supersticiones, con la alarma del visitador eclesiástico que en 1564 informaba que el Concejo y vecinos de la Villa "comían y bebían en el cementerio de su iglesia el día de Santiago".

LOS MONTES DE OCA Y SAN JUAN DE ORTEGA

Los amigos de lo esotérico ven en la oca un manantial de misterios ligados al más antiguo mundo de la construcción. Louis Charpentier, en su obra "El misterio de Compostela", ha dedicado un buen número de páginas a intentar descifrar el mito de la oca; es tal su obsesión por el problema, que llega a calificar su consecución, de modo indudable, como la mejor operación histórica posible. Algo hay de extraño en estos sobrecogedores Montes de Oca y en el pueblo.

Los peregrinos, pasando frente al hospital de San Antonio Abad, comienzan una rampa muy fuerte, atravesando un robledal y, como a un kilómetro, encuentran la histórica fuente de Mojapan, donde todos se detienen.

El quiebro del paisaje es brutal; no se vuelve a encontrar en el camino castellano-leonés, llano en su mayor recorrido, una zona tan áspera hasta llegar a Foncebadón. Los abruptos Montes de Oca no son una frase. Se comprende que pandillas de bandidos los eligieran como lugar de refugio para sus tropelías de las que tantas veces fueron víctimas los pobres y ateridos peregrinos y que justificaron el empeño sobrehumano de San Juan de Ortega en hacerlos franqueables. En su testamento afirma que aquellos parajes "eran morada de ladrones que de noche y de día mataban a los peregrinos de Santiago".

El camino, que aquí bien podemos llamar del Hijo del Trueno, sube hasta los 1150 metros; la nieve no es compañera extraña en buena parte del año.

Es comprensible el mal trago de los peregrinos de toda Europa al atravesar estos parajes tan arbolados como despoblados. Y aunque todo ha cambiado, como nos dice un biógrafo de San Juan de Ortega, aún queda cierta indefinible sensación de soledad y tristeza. "Con el corazón encogido, bajo la umbría de los robledales, subía desde Villafranca el peregrino, temeroso de los golpes de su propio bordón, presintiendo lobos y bandidos. Aún no existía en Valdefuentes el hospital que más tarde abrirían los cistercienses".

El camino desciende a la altura del Km. 85, donde hay un claro que se nos antoja un oasis. Es Valdefuentes. Hoy queda solo el nártex de la iglesia gótica dedicada a Santiago y que con un hospital para peregrinos tuvo su importancia en la asistencia de los santiaguistas en esta zona tan necesaria de atención, que hoy encuentran el lugar "cobdiciadero para home cansado", que figura en una placa de la ermita, recordando los versos de Berceo. En la otra margen de la carretera, en la zona habilitada como lugar de descanso, la llamada Fuente del Carnero por la cabeza que vigila la caída del agua, siempre fresca y grata.

La ruta santiaguista sigue, subiendo por encima de la ermita en forma de pista forestal que nos lleva hasta las mismas puertas del santuario de San Juan de Ortega; pista, que si no ha llovido y las roderas no han ido a más, puede ser utilizada hasta por los "motóricos"; el arcén de la N-120, que sería el otro camino alternativo, por nadie.

En San Juan de Ortega se entra por el camino que lame el ábside de la iglesia románica que construyó San Juan de Ortega por los motivos que acabamos de dejar expuestos. Hasta hace poco en la capital se oía decir "si quieres robar vete a Montes de Oca". La vida de este Santo Caminero, en forma de gozos, se canta con antigua tonadilla de resonancias medievales en la procesión y romería del 2 de junio, aniversario de su muerte, por las cofradías de 32 pueblos con ricas cruces procesionales y pendones carmesí.

El albergue y hospital de peregrinos que construyó Juan fue modelo y guía en su género para muchos otros en el Camino francés, que de modo expreso tomaron sus estatutos. La voz autorizada de Don Nicolás López Martínez ha resumido la opinión que merece la ingente obra de este santo: "Históricamente dudo que nadie le pueda disputar la primacía en la tarea santiaguista en la Edad Media. Desde Logroño a Burgos realizó la triple función de arquitecto, ingeniero y sacerdote e hizo posible la canalización segura de un movimiento vital que trae de Europa arte, letras, comercio ..., y devuelve fe, ecumenicidad, españolismo".

El santuario de San Juan de Ortega es hoy, como se ha dicho con frase feliz, "un hito vivo en el Camino de Santiago", debido, en buena parte, a su párroco, Don José María Alonso Marroquín, que ha sabido gobernar, material y espiritualmente, el más famoso, y de imprescindible estancia, de los albergues del Camino de Santiago. La atención religiosa no falta diariamente en la iglesia donde se conservan los tres sepulcros del Santo: uno en piedra sin ningún tipo de labra, que es donde está el cuerpo santo envuelto en rica tela medieval; el segundo que no se llegó a utilizar, es una excepcional pieza del románico con influencias bizantinas que le vienen por el camino de peregrinación, Cristo Juez con el Tetramorfos, Apostolado y la salida del alma del cuerpo del difunto. La tapa está sin terminar y en ella se puede ver el proceso de talla que siguieron los escultores medievales.

En la nave central de la iglesia, encima de la cripta, se ha colocado el sepulcro gótico con escenas de la vida y milagros del Santo con una ingenuidad en los relieves, como en el que se le ve atendiendo a los peregrinos, que contrasta con la riqueza y perfección que empleó Gil de Siloé para el resto del baldaquino. Este sepulcro lo mandó hacer Isabel la Católica cuando acudió en 1477 en peregrinación al lugar en súplica de un hijo varón, que obtuvo. Hoy sigue intercediendo por las madres que tienen la misma aspiración y he oído que en el nacimiento del actual Príncipe de Asturias estuvo una reliquia de San Juan de Ortega.

Los días de equinoccio (21 de marzo y 22 de septiembre), como en las corridas de toros, a las 5 de la tarde (hora solar) y si el tiempo no lo impide, se produce el "milagro de la luz equinoccial": un rayo de sol se recrea en el bellísimo capitel románico de la iglesia, se fija en la cara y vientre de la Virgen María, gozosa en su máxima feminidad y belleza, en el instante en que responde al ángel con el "fiat" y el Espíritu Santo la cubre con su luz. Sigue la Visitación, el sueño de San José y una animada Natividad.

El sabio maestro cantero acertó con el emblema del lugar que, desde su comienzo, sería el primer santuario de fecundidad en el Camino de Santiago. El mismo San Juan de Ortega había sido concebido cuando sus padres tenían una edad avanzada. La corte de los Austrias también se acordó de este taumaturgo de los Montes de Oca (el escudo de Carlos II el Hechizado preside el claustro nuevo del siglo XVII), pero nada valieron ni la intercesión del Santo de Ortega, ni la óptima disposición de las dos buenas mozas reales con que le maridaron: a todo se resistió el hechizo.

Está aprobado un importante proyecto, para la rehabilitación del claustro y hospedería de este santuario y hospital de peregrinos a 1040 metros de altitud, pero cuyos fríos siguen atemperándose con las cálidas sopas de ajo que nunca les faltan a los peregrinos en este acogedor albergue; acogedor para los romeros auténticos que no quiere decir cómodo.

Históricamente, siguiendo como venimos haciendo la ruta que nos señala el venerable Codex Calixtinus, no hay duda que tras Villafranca Montes de Oca viene Atapuerca y la ciudad de Burgos. Así que la dirección sería Agés y Atapuerca; de este pueblo es curioso hasta el nombre con el que los lugareños han hecho siempre broma; "Soy natural de Atapuerca, me llamo María la Cerda y voy a lavar a la fuente Suciaca", (esto último es simple corrupción de Santa María Egipciaca, por la ermita que allí había). El lugar de la célebre batalla fraticida del año 1074 entre los reyes García de Navarra y Fernando I de Castilla, en la que el navarro perdió la vida, pese a los esfuerzos de San Juan de Ortega para evitar la pelea, queda señalado en el mojón de Piedrahita , que se ha vuelto a conmemorar a primeros de septiembre con simulacros de batalla medieval, despliegue de caballería y atavíos y, muy en particular, el renombre, ahora universal, le viene por la reciente declaración, el 30 de noviembre de 2000, de sus yacimientos prehistóricos como Patrimonio de la Humanidad. Allí se han localizado los restos del Homo Antecesor con 800.000 años de antigüedad; el antepasado común a nuestra especie desconocido hasta los descubrimientos, aún en explotación, en las cuevas y simas de Atapuerca. El Camino francés pasa cerca de estos yacimientos, y otra entrada la encontraremos desde la carretera Logroño-Vigo (la N-120) que alcanzaremos enseguida.

Pero a nosotros no nos queda otro remedio que evitar la en extremo accidentada vía septentrional y elegir la opción sur desde el cruce de caminos, a cien metros de la salida del monasterio, donde figura la indicación de tres itinerarios distintos: nos tenemos que olvidar del difícil paso por la sierra de Atapuerca y, siguiendo una remozada carretera que serpentea en el monte, dirigirnos a Santovenia de Oca, Zalduendo, Ibeas de Juarros, Castañares, Villayuda y Burgos.

Santovenia de Oca, a unos tres kilómetros. En lo alto la iglesia bajo la advocación de Santa Eugenia, que tras el paso del tiempo nos ha dado Santovenia. A sus pies el pequeño y animado pueblo en curva, con buena fuente y costumbre de ver pasar a los peregrinos que siguen rectos, poco más de un tiro de piedra, hasta la N-120, en cuya parte meridional vuelve a aparecer la senda del Ministerio de Fomento que no nos abandonará hasta Burgos, del que restan 19 kilómetros.

El primer pueblo que vemos aparecer enseguida es Zalduendo; por allí pasó en 1736 el pícaro sastre Guillermo Manier, con tres compañeros de su misma condición y que dejó un curioso memorial de su viaje, mezcla de picardías, piedad y desvergonzado ingenio, y de cuyas aventuras, junto con las de otros muchos pícaros, el que escribe ha dejado cumplida referencia en otro lugar. Siguió el sastre picardo por Ibeas y Castañares hasta Burgos, justo el itinerario que nosotros vamos a seguir.

La nueva senda pronto cruza a la parte septentrional y vuelve otra vez a la sur cuando le toca pasar bajo un arco del puente del abandonado ferrocarril minero. Casualmente, la apertura de las trincheras para la construcción de este viejo ferrocarril minero es la que ha dado lugar al descubrimiento de los importantes restos paleontológicos de Atapuerca.

Un poco más abajo, en la vega, y ya todo será una llanura hasta Burgos, aparece Ibeas de Juarros: a su entrada, a la derecha, en un pequeño recuesto, a unos 50 metros de la carretera está la Cruz de Canto, una piedra natural en forma de tau, que una tradición secular con serio fundamento histórico, señala como mojón en el alto medievo de las tierras del Reino de Navarra.

El camino histórico se adentra en el casco del pueblo que en su origen se llamó Ibeas del Camino; hoy puede seguirse por el lateral de la carretera en el lado Norte y visitar el museo de Emiliano Aguirre, centro de interpretación de los descubrimientos de Atapuerca, que, al menos en proyecto, tiene previsto un ascensor para las personas con discapacidad, aunque también merece la pena un breve descanso al otro lado entre frondosos nogales.

Vamos a continuar por la senda ad hoc para peregrinos, con la advertencia de que el itinerario que venimos siguiendo hasta Burgos, está atestiguado como vía histórica de peregrinación desde el siglo X. Pasamos cerca de San Medel, la antigua Villa Báscones, en la estrada de Nájera a Burgos, y precisamente en estas cercanías es donde se ubicaba un hospital del que era dueño el conde García Fernández, tal como lo atestigua una escritura de 971: domum meam propiam, quod es hospitale in camino publico, cue venit de Naxera, cerca de Villa Bascones. Nos encontramos con una de las más antiguas citas de una vía de uso jacobeo.

Seguía y sigue el Camino de Santiago apacible y distendido por la vega del Arlanzón hasta Castañares, con su soto de chopos, su pequeña historia santiaguista, para acercarse hasta Villayuda. Éste es un barrio de Burgos con los inevitables antecedentes jacobeos: a su salida, en dirección a la Capital, se juntaban los jacobitas que habían optado por la vía norte, pasando por Atapuerca, con quienes habían seguido la Calzada Real por Arlanzón.

Hoy el genuino camino utiliza un paso subterráneo bajo el ferrocarril. La carretera de Logroño toma ahora el nombre de la Constitución Española, y el barrio el del Capiscol. Desde donde está la iglesia partía un camino (hoy, más o menos, la avenida Eladio Perlado) que conducía a la iglesia Santa María la Real y Antigua de Gamonal, de cierto renombre entre los romeros y parada obligatoria para quienes habían seguido la ruta de Bayona o desde Atapuerca por Villafría. La iglesia de Gamonal, del siglo XIV, con planta de cruz latina, custodia un calvario gótico, como la iglesia, y la Virgen tutelar con el Niño. A la salida se halla la cruz del peregrino, un notable crucero del siglo XV en cuyo fuste destaca la imagen de Santiago.

Una buena sugerencia, regresando al Capiscol, es buscar la pasarela que cruzando el río Arlanzón conduce a la Fuente del Prior y a la Cartuja de Miraflores. Algunos peregrinos históricos, como Doménico Laffi hacían una visita a los padres cartujos, anotando que éstos allí dan "la passada a li peregrini, di pan e di vino". Y no son pocos los que en la actualidad siguen esa costumbre. Hoy, acercarse a la Cartuja es revivir uno de los momentos de máxima espiritualidad que nos puede ofrecer la calzada de romeraje. El Santiago Peregrino del altar mayor, obra de Gil de Siloé, es una de las tallas más elegantes y esbeltas de todo el gótico florido español. El incomparable sepulcro de Juan II y Doña Isabel de Portugal, justifica con creces la calificación que Gómez Moreno hizo de los Siloés como "Águilas del Renacimiento". La sonrisa o el dramático misticismo, según el punto de observación, de la imagen del San Bruno de Pereira siguen hoy conmoviendo los espíritus.

Volviendo al Capiscol, en las proximidades de su antiguo molino se juntaban los tres itinerarios compostelanos que abocaban a la Cabeza de Castilla, en la que penetraban por el camino de las Calzadas (el plural, como acabamos de ver, queda justificado por la conjunción de todos los caminos), pero antes un poco de historia.

BURGOS

Estamos entrando por el viejo camino de las Calzadas en la Cabeza de Castilla y corazón del Camino de Santiago. La ciudad fue fundada por mandato de Alfonso III en el 884, encomendándole al Conde Rodríguez Porcelos la población en torno al castillo al que se aproximaba la Vía Aquitana, Astorga-León-Burdeos, primer gran conductor de las peregrinaciones a Compostela. Buen lugar de acceso a las tierras norteñas era la vega del Arlanzón; precisamente por ello nace el castillo y la ciudad: para contener las incursiones moras que amenazaban el reino astur-leonés.

Como todo castillo que se precie en España, el de Burgos ha sido prisión de amores, de guerra o de reyes. Hasta aquí gentilmente el Cid Campeador, alférez y amigo del Rey Don Sancho, condujo por la sirga santiaguista, como penitente peregrino, a Alfonso VI desde Carrión de los Condes, en cuya iglesia de Santa María le había prendido, y más tarde hasta Sahagún, en cuyo célebre monasterio de San Juan tomó hábito el monarca Alfonso VI, que pasados los años, tras la muerte de Don Sancho en el cerco de Zamora, llegaría a ser el máximo impulsor y protector del Camino Francés. Sahagún sería desde entonces "la niña bonita de sus ojos" y el Cid Campeador un súbdito de conveniencias a quien nunca dejó de perder de vista el poderoso monarca.

Pero en lo que más destacó Burgos fue en su hospitalidad. Es dato conocido y que no suele omitir ninguna guía, el recordatorio de los 32 hospitales con que llegó a contar la ciudad y que sorprenden a H. Künig von Vach. En este ambiente hospitalario una monja andariega, Santa Teresa, exclama: "Yo he visto loar la caridad de esta ciudad, más no pensé que llegara a tanto".

Es el tiempo y ciudad en que el erasmista ilustrado que nos deleita con El viaje de Turquía, comienza su relato en Burgos con "frescas arboledas, diversidad de gente que invitan al goce, variedad de naciones, multitud de lenguas y trajes que el Señor Santiago los pone por huésped en su peregrinaje", y recoge el desvergonzado diálogo caminero de tres pícaros del Camino, con nombres familiares en la literatura de la época, Juan de Voto a Dios, Pedro de Urdemalas y Matalascallando, que ya anticipan lo que pueden dar de sí sus aportaciones al Camino Francés (trapacerías y engaños sin cuento, algunos la mar de divertidos, que hemos recogido en otro sitio). Estamos en el siglo XVI; los ricos mercaderes hacen ostentación de lo que han ganado con el comercio de la lana. La ciudad está en su apogeo; a los peregrinos nada les falta y quedan deslumbrados, más aún por los milagros del Santo Cristo de los agustinos, que no admiten competencia, que por la imagen de la Catedral que sí la admite.

Nosotros, como anticipamos, vamos a seguir el camino de las Calzadas y luego su calle: desde el final de ésta se divisan las agujas de la catedral. Llegamos a la plaza de San Juan, la estatua ecuestre es la del conde fundador de la ciudad. Estamos en un espacio jacobeo, cuyo origen está en la erección por Alfonso VI de la capilla de San Juan Evangelista dotada de un pequeño hospital de peregrinos y de un cementerio. La venida del monje francés Adelelmo, traído de Casa Dei por la esposa borgoñona del rey, Doña Costanza, va a revolucionar la ciudad que acabará tomándolo por patrón: se engrandece la capilla y el hospital del que San Lesmes será el primer prior. Este monje, como los otros santos camineros, se distingue por la delicada atención al peregrino; cuando es necesario va en su busca, y por el cuidado que pone en obras públicas que sanean la ciudad y facilitan el tránsito. Una acertada puerta de bronce inaugurada hace poco tiempo, que da acceso a la iglesia, reproduce alguna de las escenas más destacadas de la vida de San Lesmes. De las cuatro representaciones de Santiago que hay dentro, a mí siempre me ha gustado y enseño la que se encuentra en un lateral del primer sepulcro renacentista, nada más penetrar en la iglesia: corresponde a Don Diego de Carrión, como uno más de aquellos ricos comerciantes del fastuoso Burgos del siglo XVI. Es un Santiago Peregrino en piedra, casi pelirrojo, sombrero con atributos de peregrino, barba arreglada; lleva túnica larga, bordón y un rosario de cuentas gruesas; al cinto la calabaza dorada, vaina de cuchillo vacía en son de paz, en la siniestra un libro, camina descalzo en dirección a su calzada y medita; tiene algo de seductor.

La calle-camino pasa por el puente sobre el río Vena y bajo el arco de San Juan, sigue por la calle de este nombre hasta empalmar con la de Avellanos. Antes de seguir por la de Fernán González, con un mínimo desvío a la derecha, se puede cumplir con el ritual de visitar la iglesia de San Gil, tal como hacían muchos peregrinos recordando que en el Liber Sancti Jacobi, en su primer itinerario por tierras francesas, en Arlés, se sitúa el sepulcro del "gloriosísimo cuerpo de San Gil... después de los profetas y los apóstoles, nadie más digno que él entre los santos, nadie más santo, nadie más glorioso, nadie más rápido en auxiliar". Su santuario fue de los más visitados en el Camino de Santiago en Francia, de acuerdo con la fama de "rápido" protector en diversas necesidades, la esterilidad y enfermedades de la mente entre ellas. Esta iglesia de San Gil posee algunas capillas, como la de la Natividad con bóveda calada; sepulcros (a algunos les llama la atención el del rico mercader con sus dos esposas, yacentes una a cada lado); el retablo de la Virgen de la Buena Mañana. Obras de arte tardo góticas y renacentistas en las que se ve la mano de los grandes maestros burgaleses.

Volvemos al comienzo de la calle-camino de peregrinación que es la actual de Fernán González, caudillo de la Castilla eterna que hace y deshace a los hombres. En la antigüedad esta vieja y populosa rúa, estirada por mor de la topografía y por el influjo del paso de los peregrinos, dio su peculiar fisonomía alargada a la ciudad; tenía varios nombres a lo largo de su recorrido: San Llorente, Cornería, Tenebregosa y Viejarrúa.

A la altura del tramo de la Cornería sigue llamando la atención de todos los peregrinos que han sido y son la fachada de la Coronería en la Catedral, con el apostolado y en su tímpano la escena del Juicio Final presidida por Cristo Juez, al que se someten los que ha llamado el Padre Eterno tras culminar su peregrinación en esta tierra. La casa con puerta abierta es la Jerusalén celestial; San Miguel pesando las almas, el demonio haciendo su oficio; la Virgen y el Bautista intercediendo; los justos, reyes, monjes, un obispo a la diestra del Juez, los réprobos desnudos a la izquierda son arrojados a las calderas; demonios del Bosco se ajetrean en el infernal trabajo.

Para meternos en la catedral, hoy perfectamente visitable por todas las personas con discapacidad, creo que es mejor dejar hablar a peregrinos como Álvaro Cunqueiro, en aras a la brevedad y maestría de pluma: "Pero Burgos es la famosa catedral, esa flor del gótico, enorme y delicada. Las finas flechas pesan menos que el aire que habitan. Las esculturas de la puerta del Sarmental, las maravillosas escenas esculpidas en el trasaltar por un escultor que fue peregrino, Felipe Vigarny, la capilla del Condestable de Castilla... Pero la Catedral, para el peregrino, es el Cristo famoso. Se dice de Él que fue esculpido por Nicodemo, que aún tenía en los ojos el rostro verdadero del Señor. Fue encontrado en el mar, en una caja que se balanceaba en las ondas. Un mercader de Burgos lo compró en Flandes y lo regaló a la iglesia de los agustinos. Siempre se creyó que el Cristo sudaba, y un peregrino, sastre picardo, Manier, contará en toda Francia que a la imagen se le hacía la barba y le cortaban las uñas".

En otro lugar, el que esto escribe ha dicho: "Al menos en tierras de España, antes de llegar al Finisterre, la vivencia más impresionante, y que aún a fuer de esperar a que llegase el viernes ningún peregrino dejaba de sentir, era la visita al convento donde se veneraba el Cristo de San Agustín, al final del barrio de la Vega en Burgos. La fama del Santísimo Cristo de los agustinos alcanzó a todo el mundo cristiano, incluidas las Indias Orientales y Occidentales, y sus milagros llegaron a ser algo así como si Dios Hijo en carne estuviera clavado aún en la cruz."

"Ningún romero pasó por la Cabeza de Castilla sin visitarlo: reyes, todos; santos, embajadores, comerciantes y el pueblo llano se postraron a sus pies y engrandecieron el convento de los agustinos con lámparas de oro y plata, junto a generosos donativos. A expensas de Felipe II se construyó en el convento el "cuarto del Rey", en el que se hospedaba cuando sus visitas a esta ciudad, lo mismo que Felipe III y Felipe V".

Tras la desamortización de Mendizábal, el Santísimo Cristo de San Agustín pasó a una capilla en la Catedral de Burgos, abierta al culto cotidiano. Esta imagen conocida como el Santo Cristo de Burgos ha sido objeto de una reciente restauración que ha puesto en evidencia alguno de sus fantásticos secretos, propios de las imágenes de representación y que hacen aún más comprensible las canciones de los peregrinos franceses:

"A Burgos, grande et belle ville,
Nous pélerins, visitâmes la belle église
Des Augustins.
Ces pères fueren nos montrer
Le grand miracle
De voir un crucifix suer:
C'est chose veritable
".

No podemos alargar esta guía con detalles de la Catedral. La completa restauración que se está culminando, por fuera y por su interior, de este bien Patrimonio de la Humanidad, muestra al viajero en este tercer milenio una nueva faz que tiene el acierto paradójico de reflejar mejor lo que fue la vieja catedral en sus mejores tiempos. Nosotros, como peregrinos, solo nos detendremos en lo que hallemos a nuestro paso; por ello seguimos la ruta de peregrinación y a la derecha, dentro de la misma zona de directa influencia de la Catedral, aparece San Nicolás de Bari. La primitiva construcción románica fue sustituida por la iglesia que ahora vemos, casi cuadrada y más famosa por el contenido que por el continente. San Nicolás era, y es, el patrón protector de los viajeros por tierra y mar; lo tuvieron muy en cuenta los santiaguistas y los comerciantes, como los afamados burgaleses que se enriquecieron y embellecieron Burgos con las ganancias del comercio de la lana que enviaban en barco desde Laredo a los Países Bajos, como es el caso del mercader Gonzalo López de Polanco, mecenas del retablo mayor.

En el retablo del altar mayor, sorprendente joya única en piedra de Hontoria, en la que un miembro de la saga de los Colonia dejó muestras de su genial maestría, 132 ángeles rodean la coronación de la Virgen María. Las historias de toda la vida, junto con la del santo de Bari, tienen su particular espacio en este excepcional retablo plagado de detalles curiosos, como esas naves de fines del XV cuya precisión en los aparejos ha servido a los fastos del Centenario del Descubrimiento de América para una mayor fidelidad en la reproducción de las carabelas colombinas.

No nos hemos ido de San Nicolás: al final de la nave del Evangelio una pintura de comienzos del XVI y posiblemente de Alonso de Sedano, representa, en grandes dimensiones, el Juicio final con el Apostolado, guardando la forma en arco que revela su primitiva pertenencia al remate de un altar. Ha estado relegada, hasta una de las exposiciones sobre las Edades del Hombre, tras un altar que impedía su contemplación. Cuando se colgó por primera vez el retablo, todo él de pinturas sobre tablas, debió de causar cierto alborozo entre los fieles. Repite la escena del Juicio Final, tan cara a la iglesia. No falta ninguno de los elementos del tímpano de la Coronería, San Miguel, de cuya balanza tira un demonio tumbado en el suelo, la Virgen y San Juan Bautista intercediendo ante Cristo Juez, los demonios son los mismos; los que se salvan llevan el paño de castidad; los condenados están en cueros vivos; el realismo es total; algunos son frailes con una clara tonsura; a la altura del vientre de un demonio alado, de los que atropan a los réprobos, sale la cara de un personaje de tamaño mayor que las otras, que alguien quizás reconociese. En aquella época no se debió de considerar (hoy tampoco lo sería) el conjunto más adecuado para presidir la mesa de un altar con celebración cotidiana, porque distraería a los fieles.

Seguían y siguen los romeros por la calle de Fernán González y lo primero que encuentran a la derecha es el arco del caudillo de la Castilla condal que da nombre a la rúa alargada que pisan. Un poco más adelante, en la misma mano, el Solar del Cid: unos monolitos con el escudo de la ciudad y el del héroe castellano por antonomasia, Rodrigo Díaz de Vivar, marcan el ámbito que ocupaba en Burgos la casa en que moró, siempre por poco tiempo; su vida fue todo menos reposada.

Antaño esta zona de la ciudad era populosa y animada: mercaderes, tiendas, talleres de platería, talabarteros, tenderos de ricos paños y vendedores de vino para los caminantes, como la célebre y potentada doncella Dª Elvira González, la "Cordobanera", fundadora en su testamento de 1341 del hospital Santa María la Real, cabe el arco mudéjar de San Martín que se cuida, además, de ordenar una manda de "çient pares de çapatos para romeros e romeras del camino" y de proveer generosamente el establecimiento que funda entregando hasta su propia y rica cama, mandando que en tal lecho "non se eche si non romera onrada" y de no olvidar, con exquisita meticulosidad femenina, que quede bien dotado de vino su hospital para lo que ordena que las bodegas sean mantenidas con sus cubas "e que esten siempre buenas e sanas para provisión del dicho ospital".

Tras pasar bajo el arco mudéjar de San Martín que se abre en la muralla medieval, el Camino desciende hacia el barrio de San Pedro, calle del Emperador, y prosigue por la de Villalón hasta enfilar el puente de Malatos por el que se salva al Arlanzón. Los malatos eran los enfermos de lepra, familiares al Camino de Santiago; su hospital estaba muy próximo y dio nombre al puente.

Si no se tiene demasiada prisa, ya que cae al lado del Camino, es una experiencia enriquecedora acercarse al Monasterio de la Huelgas Reales, fundación en 1187 de Alfonso VIII el de las Navas de Tolosa y de su esposa Leonor de Inglaterra, hermana de Ricardo Corazón de León, que incorporado a la orden cisterciense pasó a ser la más rica abadía de Castilla, panteón real y lugar de profesión religiosa de las grandes damas medievales.

De la abadesa de las Huelgas, con privilegios regios y cuasi episcopales, un Cardenal llegó a decir que si el Papa hubiese de casarse no encontraría mujer más digna que la abadesa de las Huelgas.

Del Monasterio puede decirse hoy que constituye la mayor sorpresa artística que pueda encontrar un amante del arte que desconociese lo que cobija: desde el panteón regio en el que destacan las arcas sepulcrales de los fundadores, con castillos y leopardos de los Plantagenet, y hasta cincuenta sepulcros, pasando por el museo único de ricas telas medievales, instalado en una sala del claustro con yesería almohade policromada, hasta las varias muestras del arte árabe en puertas y bóvedas, destacando la capilla mudéjar de la Ascensión, abierta por arcos en herradura, con bóvedas califales a lo que hay que añadir en la clausura no visitable la capilla del Salvador, sorpresivo conjunto mudéjar del siglo XIII. Y aún queda la también mudéjar capilla de Santiago del Espaldarazo, a la que da nombre la escultura románica estofada al gusto morisco con brazo articulado y espada, movibles mediante un artilugio situado en la espalda, con el que el Hijo del Trueno, patrón de España y caballero celestial, armaba caballeros a los reyes y grandes; su espaldarazo servía para salvar el problema de no encontrar caballero con categoría superior para armar al Rey. Así, este Santiago sin levantarse de su silla, arma caballero a San Fernando en 1219, al príncipe Eduardo de Inglaterra en 1255...

Son tantas las muestras del arte árabe, que al igual que en el juego de la gallinita ciega, si se le levantase la venda a un visitante en alguna de estas capillas, es muy posible que la situase en cualquier lugar del Andalusí y nunca en la Burgos medieval, tan lejos de la morisma pero con sus alarifes siempre al servicio de los reyes castellanos.

A la Abadía de las Huelgas se le había encomendado la atención del Hospital del Rey, fundación del mismo monarca en 1195 para el socorro de peregrinos, situado a un kilómetro, atravesando el Parral del que se obtenía un pobre vino destinado a los santiaguistas. Hoy el Parral está sombreado por chopos centenarios, en su centro está situado el albergue municipal de peregrinos y, en este espacio del Patrimonio Real, Burgos se da cita en la gira del Curpillos.

Estamos en lo que fue un santuario del Camino y, con pocas dudas, el hospital de peregrinos más importante en todas las calzadas santiaguesas de Europa. Santiago sedente, cobijado en una venera plateresca, nos recibe encima del arco de la bella puerta de romeros, flanqueado por los escudos de Castilla y León. En el lugar más elevado, como corresponde a la tradición, San Miguel, protector de caminantes, alanceando al dragón.

En el patio de romeros, a la derecha, la casa del mismo nombre, antigua hospedería. En su frente cuatro arcadas platerescas con una amplia cornisa plena de veneras y bustos, y un ático en el que los escudos de Castilla y León centran a un esbelto Santiago Matamoros bajo una cartela imperial: "Beatissime Jacobe, Lux et Honor Hispaniae, Venerande Patrone, custodi nos in pace".

La gran sala de este hospital, a la que se accedía por la puerta de la acogedora Magdalena, que aún se conserva, aposentó durante siglos a muchedumbres de peregrinos sin distinción de ningún tipo. Puerta abierta día y noche para quien demostrare su condición de romero. Doménico Laffi llega a decir que este hospital era "de tales proporciones que parece él solo otra ciudad, de forma que no haya otro comparable en España. Puede albergar a dos mil personas e imparten a los peregrinos gran caridad y les dan un trato muy bueno en la comida y en la cama". Künig decía que "daban de comer y de beber hasta saciarse". La fama, medios y atenciones de este Hospital del Rey fueron proverbiales. Los batientes de la puerta de la iglesia son la más bella poesía jacobea en madera de nogal que se ha escrito a lo largo de la ruta jacobea en toda Europa. Con acierto, más de un estudioso de las peregrinaciones la ha escogido como portada o contraportada de sus libros. Gómez Moreno la atribuye a Juan de Valmaseda, aunque, por su extraordinaria categoría y motivos, no es aventurado suponer que en ella tuvo algo que ver uno de las Águilas del Renacimiento como Diego de Siloé. Sorprende el realismo del caminar ininterrumpido de los jacobitas, la ternura de la madre que, sin detener la marcha, amamanta a su hijo, la anatomía del peregrino viejo asceta que, casi desnudo, encabeza la comitiva apoyado en un rústico bordón del que pende una calabaza y mira a Santiago que, en el otro panel de la puerta, señala con los dedos el camino de Compostela.

En la parte superior, la escena del pecado original y la expulsión del Paraíso, como prefiguración del destino peregrinante de la humanidad. Eva es de una belleza excepcional y parece ajena a su pecado, en rudo contraste con la faz desesperada de nuestro primer padre.

Fuera, al otro lado de la calzada de peregrinos, la capilla que guarda el cuerpo de San Amaro, peregrino francés que, atraído por la obra del hospital y la singular oportunidad de entregarse al hombre como imagen de Dios, se queda de por vida a su servicio y cuando es necesario sale a buscar enfermos que transporta hasta el hospital, como un nuevo San Cristobalón, en sus robustos hombros. En el recuerdo las chiviritas del Parral que tantas veces de niños pusimos en su sepulcro. En el túnel del tiempo, el camposanto de peregrinos europeos que rodea la ermita del dulce San Amaro; y es que el camino lo fue también de enfermos, de muerte esperanzada. Raro era el hospital importante que no tuviera un cementerio anejo y en el que no figurasen, dentro de sus constituciones, normas para atender al peregrino en sus últimos momentos.

Se despedían los romeros de San Amaro, y los de hogaño, igual que los de antaño, debían dirigirse hacia la población más inmediata dejando a un lado Villalbilla; hay que tomar el camino viejo de Tardajos; todo se está acabando de construir desde el paso inferior del ferrocarril; el campus universitario se extiende a ambos lados de la N-620 (antigua carretera de Valladolid). Pasamos frente a la moderna y recogida iglesia de la barriada del Pilar, con una notable colección de vidrieras catalanas, relieves, pinturas y orfebrería, esta última de Maese Calvo.

Nada tiene de extraño que la autovía del Camino de Santiago, León-Burgos, haya incidido en el Camino en su tramo final de Villalbilla. Se ha construido un viaducto que, saliendo de la ladera del Castro salva el Arlanzón, y por el pequeño rodeo a que obliga a los jacobipetas, se haya tenido la idea de pedir disculpas en la forma que se lee en la placa que la empresa pública Gical ha colocado en uno de los pilares del viaducto:

"Peregrino: perdónanos este pequeño rodeo.
Que tus querencias de andares infinitos se hagan realidad.
El río Arlanzón y nosotros te decimos ¡Ultreia!"

Se asciende hacia la familiar N-120, que aquí vuelve a aparecer y se pasa por el puente del Arzobispo; dicen los ribereños que un clérigo de esta categoría, buen pescador de caña, se había reservado el privilegio de la pesca desde el palacio que la mitra burgalesa tenía en el pueblo que, pasado el puente y en la revuelta de la carretera, aparece tras el crucero: Tardajos. Su nombre si tiene que ver con los ajos (aunque a comienzo del otoño celebren la fiesta de la patata; por eso estamos donde estamos), como se acredita con la primera referencia documental de 1041,Otero de Aggos (otero de ajos). A los pies de este otero se sitúa la Deobrigula (ciudad de los dioses) celta y luego romana, dentro de la Vía Aquitana, primer gran colector de peregrinos, que unía Burdeos y Astorga.

La iglesia parroquial de Santa María tiene cierto interés. Ya no existe la más antigua, la de la Magdalena, advocación muy de todos los caminos de peregrinación, por cuanto tuvo de acogedora y hospitalaria. Por la vieja iglesia pasó San Francisco de Asís camino de Santiago y aún se recuerdan alguno de sus milagros.

El dicho caminero que popularizó a este pueblo y al siguiente:

"De Rabé a Tardajos,
no te faltarán trabajos;
de Tardajos a Rabé,
¡libera nos, Domine!

Lo llano y corto de la distancia (2 kilómetros), entre estas localidades hacía del dicho un enigma, que tuve la ocasión de desentrañar cuando un año, hace muchos, me encontré la vega totalmente inundada por el desbordamiento del Arlanzón y el Urbel. Lo que no extrañaba a los más viejos del lugar que lo habían conocido como algo frecuente.

Nos hemos alejado diez kilómetros de Burgos, y atendemos las señales que nos dirigen hacia Rabé de las Calzadas; el nombre dice bastante. Entrando en el pueblo, como en una plazoleta, está la fuente octogonal de los peregrinos, a cuya agua suelen hacerle honor todos. La iglesia parroquial está dedicada a Santa Marina, dulce Virgen galaica que nos traen a su vuelta los romeros, advocación muy de ellos y familiar en todo el Camino en España, que termina por avalar la raigambre caminera de este pueblo de las calzadas. A la salida, primero se encuentra la ermita de Nuestra Señora del Monasterio, y un poco más allá, a la misma mano, el cementerio. En los bien cuidados espacios de este pueblo y sus restauraciones, se nota la generosidad de un mecenas del que todos hablan bien, Don Francisco Rivera Pampliega, al que le han dedicado un busto.

Se sale por el Camino francés (como tal se sigue conociendo por los vecinos) y pasada la última bodega, a la derecha, buscando siempre las flechas amarillas, aparece uno de los tramos más auténticos y despoblado del Camino. Hay que guiarse por las flechas amarillas y las personas con discapacidad tienen que haber elegido otra de las opciones que se indican en esta guía. El terreno asciende hasta una meseta desolada. Hay fuertes roderas de los tractores. El suelo es bravío, prácticamente hasta Castrojeriz, escoltado por cereales, perdidos o pedruscos.

El paisaje, quizás por una llamada ancestral de los caminantes, se está animando por pequeñas montañas de piedras que dejan a su paso los peregrinos. Esto tiene su historia antigua, pero, como decía Michael Ende, ésta deberá ser contada en otro lugar.

De pronto, sin previo aviso, se inicia un descenso fuerte; es la "Cuesta de Matamulos" y, a su bajada, se divisa Hornillos del Camino, "por ser camino real por donde pasaban los peregrinos a Santiago, distante cuatro leguas al poniente de Burgos". Alfonso VIII otorga en 1181 al monasterio de Rocamador la posesión de este pueblo. Luciano Huidobro nos cuenta que dicho monasterio dependía entonces del de Rocamador de Tulle en Francia, y administraba la alberguería de peregrinos que se levantaba junto al río Hormaza, un poco antes de entrar en el lugar.

Nuestra Señora de Rocamador, la bellísima advocación jacobea, que se venera en la iglesia, cantada por el Rey Sabio, alentó la nostalgia y animó el espíritu de los romeros durante muchos siglos, y la alberguería fue alivio al cansancio de esta inclemente etapa mesetaria.

De la vieja casa rectoral y antiguo hospital de peregrinos solo queda la fachada: arco de medio punto con cáliz y dos llaves que lo cruzan y escudo con cruz del hospital bajo una ventana. Muy cerca, en una casa de al lado, en el verano de 1990, mi amiga Lourdes Lluch, inauguró por su cuenta, en el lugar del Camino que más se precisaba, por la situación estratégica de Hornillos, etapa intermedia entre Burgos y Castrojeriz y total ausencia del lugar donde dormir los peregrinos (unos utilizaban el atrio de la iglesia, otros un breve espacio ruinoso casi a la intemperie), inauguró, decía, un albergue privado gratuito. Esta pionera de la hospitalidad, con su actuación, quiso devolver cuanto la estrada santiaguesa la había proporcionado en su vida (luego la he visto haciendo de enfermera ambulante por el Camino). En su honor construimos el albergue de la "Fuente del Gallo", fuente que tiene una curiosa historia de cuando la revolución francesa. Hoy no es menos curioso el historial del albergue, en mano municipal, por los saneados ingresos que reporta a su detentador.

Hornillos sigue siendo uno de los más bellos ejemplares de la arquitectura típica de la peregrinación: desde siempre ha estado en el camino a Galicia y a fuerza de ver pasar a los romeros de toda Europa se le ha quedado la traza alargada, como queriendo acompañarlos, por San Baudilio y Hontanas, hasta las ruinas de San Antón.

A una legua escasa nos encontramos con el lugar de San Bol; quedan cortas ruinas de lo que fue una granja de la orden de los Antonianos de Castrojeriz que aparece ya citada en el Becerro de las Behetrías. Aquí, al lado de la antigua fuente con arco de medio punto, se ha construido un albergue para los peregrinos: es éste una construcción de piedra bastante curiosa, con muestras de arte dejadas por alguno de los hospitaleros, por lo general de nacionalidad extranjera, que coincide suelen ser gente desenfadada y pintoresca.

Seguimos avanzando por la más prístina calzada jacobea que pueda hallarse aún hoy en día, hasta llegar a Hontanas, pueblo de "fontanas" que hace honor a su etimología; de una de ellas han tomado el agua los pocos vecinos que quedan para hacer una piscina a la entrada del pueblo, donde puedan refrescarse los santiaguistas. La otra, la de la Estrella, es un completo ámbito del agua, fuente-lavadero-abrevadero, y de antañona relación social, a la que siguen acercándose los peregrinos.

El conocido como el "Mesón de los franceses", en plena calle Real, antiguo hospital de San Juan para pobres y peregrinos, ha sido restaurado no hace mucho por el Ministerio de Fomento, consiguiendo lo que, en mi opinión, es la mejor obra arquitectónica de recuperación y rehabilitación de un hospital de peregrinos en España, que ha vuelto a prestar su primigenia función gracias al esfuerzo del ayuntamiento y mujeres de esta hospitalaria villa. Su iglesia, de generosas dimensiones, dedicada a la Inmaculada Concepción, es del siglo XIV. A Laffi, el culto clérigo boloñés que hemos citado en más de una ocasión, la jornada por estos lugares le llenó de sobresaltos: se encontró desde Burgos con una nube de langostas tan extraordinaria que le obligaban a caminar con dificultad, "in guisa tale, che appena si puó vedere il cielo"; durmieron de mala manera en una cabaña de pastores que les metieron el miedo en el cuerpo con historias de lobos que andaban al acecho, lo que les hizo esperar a que todos los pastores hubiesen salido al campo para reanudar el camino.

El romero, siguiendo su marcha, de repente se encuentra con uno de los más fascinantes lugares del camino: las ruinas de San Antón; imponentes restos de una iglesia gótica con un viento romántico digno de mejor suerte que el actual, decíamos hace cuatro Años Santos, y hoy, entre tantos desaguisados y espolios, la "suerte" ha cambiado por el empeño de un enamorado del Camino al que milagrosamente ha secundado la propiedad de las ruinas que ahora están dejando de gritar al cielo.

El convento de los Antonianos fue fundado por Alfonso VIII en 1146 con la encomienda de curar a los enfermos del "fuego de San Antón", el ergotismo gangrenoso que causó estragos en la Europa medieval. Rabelais en su Gargantúa lo mienta varias veces, ya que debió ser un mal frecuente en tierras galas. Su origen lo causaba el comer pan de centeno con cornezuelo que se suprimía en la dieta que los monjes antonianos daban a los enfermos, además de imponerles el escapulario con la tau prodigiosa que utilizaban como símbolo y que aún aparece con profusión en los ventanales de las ruinas y en objetos que se depositaron en el museo de Castrojeriz.

Los peregrinos, como hoy la carretera, pasaban bajo los arcos góticos de la iglesia: a la izquierda, la parte ojival con 6 arquivoltas brutalmente desgastadas en las que resulta imposible adivinar el mundo de los personajes que las pueblan; enfrente las dos alhacenas de piedra en las que, cerrado el convento al anochecer, se dejaban provisiones para los romeros a quienes se les había hecho tarde su caminar: y es que San Antón fue siempre lugar de acogida y protegido por Dios por estar señalado con el Tau de la caridad que el Ángel del Apocalipsis colocará en la frente de los predestinados.

CASTROJERIZ

Muy pronto desde el camino se divisa en la cumbre un alcor reseco, la silueta maltratada y confundida con el terreno del castillo de Castrojeriz, el "Castrum Sigerici" de la Crónica Albeldense y el "Quatre Souris" de las guías de los peregrinos franceses que llegó a tener siete hospitales y una pujante vida comercial. Un estudioso del Camino de Santiago como Don Gonzalo Martínez no ha dudado en decir que Castrojeriz es, sin duda, la villa caminera más importante, después de la ciudad de Burgos, en todo el recorrido de la ruta jacobea en nuestra provincia.

A Castrojeriz, se puede llegar por cinco caminos; pero el caminante, si es romero, solo puede hacerlo por uno: por el que traemos. Este viejo castro tiene una historia antigua, fue cabeza de una próspera merindad y ensayo de mudanzas sociales en una época en la que ser hidalgo era mucho. Tuvo hace mil años (en el 974), por merced del conde Garci Fernández, "el primer fuero castellano conocido y el único de la época condal" con el que se abre la posibilidad de pasar a caballero villano, con tal de que se disponga de arneses y caballo presto para acudir a la guerra, pero, como ha recordado Ángel Ruíz Garrastacho, "sin el esfuerzo el caballo resultaba una carga y hasta una vergüenza social".

Hoy, Castrojeriz es una villa pacífica plagada de recuerdos de su antiguo esplendor y acoge al caminante, si como peregrino de a pie en dos albergues municipales y si a caballo (de motor) en bien dotados establecimientos de hostelería, de los que suelen ser familiares los santiaguistas, ya que el ambiente es muy propicio para una visita. Mas algo más hay que contar, siquiera un paseo por sus monumentos y vida.

El peregrino queda extasiado al divisar su inconfundible silueta alargada, como un viejo lagarto al sol implacable de Castilla. Otero calizo y reseco al que corona los restos del castillo, emblema de la villa. Viejos álamos en la carretera-camino que nos conduce a la colegiata de Nuestra Señora del Manzano; en su interior, en el altar mayor, brilla el mejor oro de la época de los faustos borbónicos (Versalles nos viene a la memoria) dando resguardo a una bellísima y turbada Anunciación de Mengs. En una capilla lateral, escoltada por San José con el Niño y Santiago peregrino, aparece la Virgen del Manzano, la misma de la que el Rey Sabio narrara sus "miraclos" en cinco de sus Cantigas, sobre todo entre aquellos que "a igresia facian a que chaman d'almazan". Sigue la Virgen sonriendo a los romeros, con una elegancia y dulzura que el paso de siete siglos, y pese a ser de piedra policromada, solo ha hecho que engrandecer.

Entre bodegas, bien conocidas del que esto escribe y de las que más de una vez ha salido con espíritu rozagante, se inicia la calle-camino más larga desde Roncesvalles a Santiago. A la derecha, nada más reencontrarnos con el caserío, el primer templo que hallamos es la iglesia y museo de arte sacro de Santo Domingo: tapices de Brujas, representando las artes liberales sobre cartones de discípulos de Rubens (tan interesantes que fueron robados por la célebre banda de Erik el Belga y recuperados en Francia en 1982), cuadros de Gerard David, Mateo Cerezo y Bartolomé Carducho, bella orfebrería y mejor aún imaginería, Gil de Siloé, ricos ornamentos, etc. Todo muy apretado, digno de un espacio más generoso, sintiendo más que nadie esta queja, los sacerdotes que tuvieron la bendita idea de formar el museo, aprovechando ahora la salida de varias de sus piezas para la exposición mariana que se ha celebrado en la Colegiata de la Virgen y la restauración del Claustro de San Juan, han decidido que este último sea el definitivo contenedor de los fondos que no han podido continuar exponiéndose por falta de espacio en esta iglesia de Santo Domingo.

Más adelante, en lo que llaman plaza, aunque en el trazado de las poblaciones jacobeas no hay espacio para ellas, todo es calle y camino, apenas unos restos de lo que fue iglesia de San Esteban (transformados ahora en el segundo albergue de peregrinos) y en la voz popular, adverada por el hecho documental, las monedas de oro medievales francesas e inglesas que aparecieron en la sepultura de un peregrino.

Entramos en el barrio de San Juan; del antiguo comercio y abundantes tiendas de antaño abastecedoras de las riadas de peregrinos apenas si queda algo. Frente al albergue de peregrinos, la tradición sitúa en un extraño edificio con fuertes vigas de madera que, según J.L. García Grinda, por su mudejarismo pueden datarse entre los siglos XV y XVI, la sede de una sinagoga. Hoy, la "sinagoga" es un buen lagar y bodega, tan auténtico como le era su antiguo dueño; el único que cultivaba un viejo majuelo, del que se obtenía el "churrillo", vino ligero y alegre al que muchos éramos aficionados.

La siguiente y gran iglesia gótico tardía, la de San Juan, tiene aire de fortaleza (hay un algo que nos recuerda al Temple). Es de majestuosas proporciones, de planta de salón, y fue enriquecida por lo mejor de la nobleza castreña, que al igual que la de la Capital participó del negocio de la lana; quedan como más notables las capillas de Santa Ana, que fundaron los Castro-Múgica y la del Dulce Nombre de Jesús, debida a los López Gallo, en la que puede admirarse un políptico de doce tablas originales de Ambrosius Benson: la cara de la Virgen, cuando la Anunciación, es de una serenidad majestuosa. El corpachón del Ángel a media genuflexión es algo ordinario (con perdón).

Posee esta iglesia un recoleto claustro del siglo XIV, con artesonado mudéjar, que siempre se han empeñado las palomas en estropear y la Administración en restaurar. Cabras en el monte y palomas en las ciudades - digan lo que digan - acaban siendo dos problemas más a considerar por el hombre civilizado.

Del pasado esplendor de este cuidado pueblo, hay que recordar que a principios del siglo XIV la orden franciscana fundó dos conventos, el de San Francisco: se fueron sus frailes y quedan las ruinas de su convento, y no lejos el de Santa Clara. Allí, desde hace siete siglos, las madres clarisas, depositarias del secreto de aquellos dulces que al final de su vida demandaba el poverello de Asís a Doña Jacoba, la tarta de almendras con higos, siguen con sus delicias para peregrinos: las pastas jacobeas que el guía recomienda como regocijo del paladar.

Se sale de esta alargada "villa caminera" cuando se culmina la calle Real. Hay que cruzar la carretera y continuamos en la dirección que señalan las flechas por al lado de la BU-400, dirección Castrillo Matajudíos, que, al poco, nos lleva a la vega del Odra, que se salva por las alcantarillas medievales de Bárcena. Y se inicia la célebre cuesta de "Mostelares", nombre que hace alusión a los haces o mostelas que se hacían con las plantas que cría el reseco y calizo terreno, que luego servían para hacer fuego en los hogares castreños. Coronada la cuesta aparece el páramo, pero merece la pena echar una ojeada desde este mirador a la silueta del "viejo lagarto", a la vega del Odra. Hay un "apeadero" con un monumento al Camino en el que todos los santiaguistas echan ancla. La subida ha sido dura y por el oeste puede divisarse la vega del Pisuerga y la llanada de los Campos Góticos. Por un camino que serpentea en lo alto de la loma, tras un descenso se llega a la renombrada Fuente del Piojo, con historia antigua de ganaderos y peregrinos. Lugar de despioje y juego del piojo, que he contado en otra parte. En esta fuente siguen bebiendo con regocijo y sin temor a parásitos los "transeúntes romeros" a Santiago, como quedaban definidos los peregrinos en los estatutos del hospital de San Juan de Castrojeriz.

Quienes no puedan subir la cuesta, no apta para ningún tipo de vehículo, deben seguir el itinerario alternativo que recorren los ciclistas, y enseguida se alcanza Castrillo Matajudíos. En relación con este curioso nombre, en un afán exculpatorio más que de acuerdo con la realidad histórica, se ha dicho que viene de "mota" (lugar elevado) o "mata" (arbusto), pero la realidad es la de su inequívoco nombre: algunos judíos expulsados de Castrojeriz fueron obligados a morar en uno de sus barrios, en Castrillo; allí debieron continuar con algunas mañas usurarias, incluso parece que establecieron una casa de juego. Siempre ha habido gente de mal perder; fuera por una u otra causa, los de Castro, amparados en su expeditivo fuero se acercaron un día al lugar ... y de allí viene su nombre.

Pero no es esta sarracina-judiada lo que ha hecho famoso al pueblo ni su iglesia de San Esteban con una torre que la Junta de Castilla y León acaba de salvar; torre extraña a estos pagos y que podía pertenecer a cualquier iglesia florentina. La fama de Castrillo le es debida por ser el lugar de nacimiento del más ilustre ciego español, el músico del Renacimiento Don Antonio de Cabezón, organista de las cortes de Carlos I y Felipe II, a quien acompañó por toda Europa, revolucionador de la música. Se ha dicho de él que fue el Bach español, aunque alguien no ha vacilado en afirmar que "más acertado hubiera sido llamar a Bach el Cabezón español...". La reliquia de la cabeza de Santa Úrsula, que se conserva en la iglesia en un busto- relicario, fue uno de los regalos que el elector palatino entregó a nuestro músico en Heidelberg en 1549 durante su estancia acompañando al Rey Prudente. Era Santa Úrsula la capitana de las Once Mil Vírgenes. Atila quiso quedarse con la joven Úrsula y como no fue posible dejó que corriera la suerte de las cinco, ocho u once vírgenes que debieron ser las martirizadas (esto creo recordar que lo trató Jardiel Poncela y a su autoridad me remito).

En la plaza de la iglesia de Castrillo, un antiquísimo edificio con soportales fue hospital de peregrinos; entre sus atenciones figuraba, al igual que como vimos en otros hospitales al comienzo de esta etapa en tierras de Burgos, la de trasladar a los pobres peregrinos enfermos hasta el lugar de acogida más próximo siguiendo la calzada de romeraje.

Ponte Fitero e Itero del Castillo: Llegamos al otro mojón de la primitiva Castilla condal; el que completaba los límites entre Montes de Oca, e de la otra parte Fitero el fondón.

La iglesia, en alto, rodeada por la puebla de las bodegas, es relativamente moderna, del XVIII, con profusión de altares barrocos, está dedicada a San Cristobal; su imagen grande, como corresponde al gigantesco pasador de ríos, destaca en el altar mayor. En otra mota próxima se encuentra lo que queda del castillo que da nombre al pueblo; hendida está la antigua fortaleza con ajimeces góticos esperando mejores tiempos. Como esos viejos majuelos, cuyo mosto fermentado en las bodegas que arropan la iglesia y el castillo, ha encomiado más de un buen conocedor del mundo vinícola. La conjunción de esfuerzos de Administraciones, instituciones y personas del mundo jacobeo, están haciendo realidad que este edificio cumpla un fin netamente jacobeo como es el de ser el "Torreón de la Cultura del Vino en el Camino de Santiago" (esta guía tiene la satisfacción de ser la primera en dar la noticia).

Volviendo al descansadero de la Fuente del Piojo y al Camino francés, éste pasaba frente a la ermita y hospital de peregrinos de la aldea de Puente Fitero donde en 1174 ya aparece documentada la existencia de un hospital para la atención a los peregrinos. Restaurada la ermita, del gótico primitivo con trazas románicas, gracias a las distintas colaboraciones que ha sabido dirigir y aunar la Confraternitá de San Jacobo de Perugia, presidida por Paolo Caucci, Presidente del Grupo de Expertos Europeos del Camino de Santiago, que ha redescubierto en este lugar de Castilla La Vieja, el cielo limpio de sus noches en que se ven las estrellas de la Vía Láctea, primigenia guía de los peregrinos de siempre. Y por el día, el mismo cielo inmenso y luminoso, incontaminado, que alumbra los mejores pasos de los hombres.

El espíritu protector de los caminantes de San Nicolás de Bari, titular de la ermita y hospital, sigue evidenciándose. La revista Peregrino no ha vacilado en calificar de ejemplar y auténtico al pequeño hospital de San Nicolás; y es que en este rústico recinto, reconsagrado por la caridad de sus hospitaleros, de cuya acogida suelen degustar algunos captadores de las esencias del Camino, se sigue atendiendo a los viajeros de Santiago con finezas del alma que le hacen a uno sentirse orgulloso de ser peregrino. Queda algo de lo mejor de la Orden de Malta.

Salimos de la "ermita de los italianos" y nos encaminamos hacia el río, muy cercano, que lleva el agua "aunque el Duero la fama". Comprendemos que el puente de la Mula (muga o mojón de la primitiva Castilla) llamase la atención a Doménico Laffi, ya quedan pocos con su traza alomada; la impresión que se tiene al cruzarlo es como si en lugar de once arcos tuviese uno gigantesco y el Camino se acomodase a él.

El Pisuerga sigue tranquilo su curso y nosotros, por tierra más generosas, el nuestro hacia la Jerusalén de Occidente. Adiós río, vamos a cruzar los Campos Góticos hollados por la sandalia enfervorizada de tantos peregrinos que nos precedieron en la aventura ilusionada del Camino. Dejo la pluma y el bordón en manos de un viejo amigo.

Pablo Arribas Briones

 


PRESENTACIÓN:
- Fundación ONCE y Grupo Fundosa
- CERMI
- Ibermutuamur

UN CAMINO PARA TODOS:
- Cronología Xacobea
- El Apostol Santiago en España
- Reivindicación del Camino de Santiago como antigua senda de las personas con discapacidad
- Ciegos juglares, animadores del Camino
- Aventura y picaresca en el Camino
- Del jubileo compostelano, la credencial del peregrino y "La Compostela"
- El por qué del itinerario elegido
- Consejos prácticos
- Normativa sobre accesibilidad
- Bibliografía Xacobea básica
- Agradecimientos


NAVARRA:
- Presentación
- Guía para la reflexión 'Aquí empieza el camino de las estrellas'
Itinerario en tierras de Navarra
Etapa 1: Roncesvalles - Larrasoaña
         Tramo 1: Roncesvalles-Alto de Mezquiritz
         Tramo 2: Alto de Mezquiritz-Puerto del Erro
         Tramo 3: Puerto del Erro-Larrasoaña
Etapa 2: Larrasoaña - Cizur
          Tramo 1: Larrasoaña-Zabaldica
          Tramo 2: Zabaldica-Villava
          Tramo 3: Villava-Cizur Menor
Etapa 3: Cizur - Puente La Reina
          Tramo 1: Cizur-Alto del Perdón
          Tramo 2: Alto del Perdón-Muruzabal
          Tramo 3: Muruzabal-Puente La Reina
Etapa 4: Puente La Reina - Estella
          Tramo 1: Puente La Reina-Lorca
          Tramo 2: Lorca-Estella
Etapa 5: Estella - Los Arcos
          Tramo 1: Estella-Azqueta
          Tramo 2: Azqueta-Los Arcos
Etapa 6: Los Arcos - Viana
          Tramo 1: Los Arcos-Torres del Río
          Tramo 2: Torres del Río-Viana
LA RIOJA:
- Presentación
- Guía para la reflexión 'De Logroño a Grañón'
Itinerario en tierras de La Rioja
Etapa 7: Viana - Navarrete
          Tramo 1: Viana-Logroño
          Tramo 2: Logroño-Navarrete
Etapa 8: Navarrete - Azofra
          Tramo 1: Navarrete-Azofra
Etapa 9: Azofra - Grañón
          Tramo 1: Azofra-Sto. Domingo de la Calzada
          Tramo 2: Sto. Domingo de la Calzada-Grañón

CASTILLA Y LEÓN:
- Presentación

BURGOS
- Guía para la reflexión 'En tierras de Burgos'
- 'El recorrido y la mirada'
Itinerario en tierras de Burgos
Etapa 10: Grañón - Belorado
          Tramo 1: Grañón-Castildelgado
          Tramo 2: Castildelgado-Belorado
Etapa 11: Belorado - San Juan de Ortega
          Tramo 1: Belorado-Espinosa del Camino
          Tramo 2: Espinosa del Camino-San Juan de Ortega
Etapa 12: San Juan de Ortega - Burgos
          Tramo 1: San Juan de Ortega-Ibeas de Juarros
          Tramo 2: Ibeas de Juarros-Burgos
Etapa 13: Burgos - Hontanas
          Tramo 1: Burgos-Rabé de las Calzadas
          Tramo 2: Rabé de las Calzadas-Hontanas
Etapa 14: Hontanas - Itero de la Vega
          Tramo 1: Hontanas-Castrojeriz
          Tramo 2: Castrojeriz-Itero de la Vega

PALENCIA
- Guía para la reflexión 'Palencia entre dos ríos'
Itinerario en tierras de Palencia
Etapa 15: Itero de la Vega - Carrión de los Condes
          Tramo 1: Itero de la Vega-Frómista
          Tramo 2: Frómista-Villarmentero de Campos
          Tramo 3: Villarmentero de Campos-Carrión de los Condes
Etapa 16: Carrión de los Condes - Sahagún
          Tramo 1: Carrión de los Condes-Calzadilla de la Cueza
          Tramo 2: Calzadilla de la Cueza-Terradillos de los Templarios
          Tramo 3: Terradillos de los Templarios-Sahagún

LEÓN
- Guía para la reflexión 'En tierras de León'
- 'El Camino de Santiago en viejas tierras de León'
Itinerario en tierras de León
Etapa 17: Sahagún - El Burgo Ranero
          Tramo 1: Sahagún-El Burgo Ranero
Etapa 18: El Burgo Ranero - Mansilla de las Mulas
          Tramo 1: El Burgo Ranero-Reliegos
          Tramo 2: Reliegos-Mansilla de las Mulas
Etapa 19: Mansilla de las Mulas - León
          Tramo 1: Mansilla de las Mulas-Arcahueja
          Tramo 2: Arcahueja-León
Etapa 20: León - Villadangos del Páramo
          Tramo 1: León-Valverde de la Virgen
          Tramo 2: Valverde de la Virgen-Villadangos
Etapa 21: Villadangos del Páramo - Astorga
          Tramo 1: Villadangos-Hospital de Órbigo
          Tramo 2: Hospital de Órbigo-San Justo de la Vega
          Tramo 3: San Justo de la Vega-Astorga
Etapa 22: Astorga - Rabanal del Camino
          Tramo 1: Astorga-Santa Catalina de Somoza
          Tramo 2: Sta. Catalina de Somoza-Rabanal del Camino
Etapa 23: Rabanal del Camino - Ponferrada
          Tramo 1: Rabanal del Camino-El Acebo
          Tramo 2: El Acebo-Campo
          Tramo 3: Campo-Ponferrada
Etapa 24: Ponferrada - Villafranca del Bierzo
          Tramo 1: Ponferrada-Camponaraya
          Tramo 2: Camponaraya-Pieros
          Tramo 3: Pieros-Villafranca del Bierzo
Etapa 25: Villafranca del Bierzo - O'Cebreiro
          Tramo 1: Villafranca del Bierzo-La Portela de Valcarce
          Tramo 2: La Portela-Ruitelán
          Tramo 3: Ruitelán-O´Cebreiro

GALICIA:
- Presentación
- Guía para la reflexión 'De O'Cebreiro a Sarria'
Itinerario en tierras de Galicia
Etapa 26: O'Cebreiro - Aguiada
          Tramo 1: O´Cebreiro-Viduedo
          Tramo 2: Viduedo-San Xil
          Tramo 3: San Xil-Aguiada
Etapa 27: Aguiada - Toxibó
          Tramo 1: Aguiada-Barbadelo
          Tramo 2: Barbadelo-Mirallos
          Tramo 3: Mirallos-Toxibó
Etapa 28: Toxibó - Campanilla
          Tramo 1: Toxibó-Ligonde
          Tramo 2: Ligonde-Palas do Rei
          Tramo 3: Palas do Rei-Campanilla
Etapa 29: Campanilla - Calzada
          Tramo 1: Campanilla-Castañeda
          Tramo 2: Castañeda-Calzada
Etapa 30: Calzada - Santiago de Compostela
          Tramo 1: Calzada-Arca
          Tramo 2: Arca-Santiago de Compostela

RESUMEN DE ETAPAS:
- Resumen de Etapas

CARACTERÍSTICAS DE ACCESIBILIDAD EN EDIFICIOS:
- Navarra
- La Rioja

Castilla y León
      - Burgos
      - Palencia

      - León
- Galicia