PALENCIA ENTRE DOS RÍOS
EL PUENTE QUE SALVA LAS AGUAS DEL RÍO PISUERGA NOS ADENTRA EN LA PROVINCIA
DE PALENCIA Y NOS INVITA A UN RECORRIDO DE POCO MÁS DE SETENTA KILÓMETROS
DE TRAZADO DE PEREGRINACIÓN EN DIRECCIÓN ESTE-OESTE. AQUÍ COMIENZA LA "TIERRA
DE CAMPOS", LOS OTRORA CONOCIDOS COMO CAMPOS GÓTICOS, Y LA PROVINCIA PALENTINA.
Este itinerario jacobeo no ofrece grandes dificultades. No es preciso
salvar puertos ni altas mesetas en un Camino animado por la irrupción
de frecuentes poblados, sin la molestia de los grandes núcleos poblacionales.
La mecanización del campo en las explotaciones agrícolas ha provocado
una importante planificación rural que ha afectado de manera seria a
la práctica totalidad de esta sirga jacobea palentina.
Estas son tierras castigadas por los rigores del clima y aunque sea
generalizada la creencia de que se trata de una Castilla profunda que
ocupa una inmensa llanura cerealista, el espacio que presto nos disponemos
a recorrer está situado entre dos importantes ríos, el Pisuerga y el
Carrión, que mitigan la sensación de zona seca y árida. Además, el visitante
y peregrino se verá gratamente sorprendido por un buen número de arroyos
y una amplia red de canales.
No es del todo cierto que esta provincia castellana sea monótona en
su paisaje. Entre Itero de la Vega y Frómista las riberas del Pisuerga
y el Canal de Castilla ofrecen constantes sorpresas y resaltan la diversidad
paisajística de estas áridas tierras en apariencia. Después de Frómista
llegará el tradicional secano de la Tierra de Campos hasta llegar a
Carrión, en donde las aguas del curso fluvial del mismo nombre ofrecen
unas riberas donde los chopos son los reyes con toda una cohorte de
saúcos, sacigatas, álamos y algún aliso. Como ejemplares destacados
los tres grandes pinos piñoneros en un paraje de Villarmentero de Campos.
Pero si algo destaca en este tranco del Camino palentino no son los
árboles ni los ríos, más bien son las tierras y las piedras. Tiempos
hubo en los que el poder temporal se medía en la extensión de los campos
en propiedad, constituyendo un todo en la vida del sustento y del comercio.
"No se llame Señor quien en Tierra de Campos no tenga un terrón" señalan
viejos refranes. Ese poder de señorío y riqueza hizo que en estos pueblos
del Camino de Santiago se apilasen y cincelasen las piedras para construir
importantes monumentos y convertirles en arte digno de mención.
Dos estilos bien diferentes hay que reseñar en las construcciones del
Camino a su paso por Palencia: las que corresponden a las grandes obras
de arte y las que catalogaremos como arquitectura popular. Entre las
primeras, mención especial merece el románico, arte propio del Camino
y que cuenta con excepcionales ejemplos en Frómista y Carrión, y ya
con influencia gótica en Villalcázar de Sirga. El renacimiento es también
digno de ser destacado por la calidad y cantidad de obras de arte que
nos encontraremos, destacando sobre todas ellas las iglesias parroquiales
de Támara y Santoyo, pueblos situados a la vera del Camino más tradicional.
En
cuanto a la arquitectura popular el tapial y el adobe son algunos de
los materiales básicos de este tipo de edificaciones. Ya desde antiguo,
los peregrinos foráneos que llegaban hasta aquí mostraban su perplejidad
por algunos ejemplares, característicos y originales de esta arquitectura,
como las bodegas o las casas hechas de barro y mimetizadas con la tierra,
como muy bien narra Von Harf, caballero alemán que viajó a Compostela
en el siglo XV, refiriéndose a Frómista. También llaman poderosamente
la atención las variadas construcciones de palomares, que en los más
diversos diseños acompañarán al peregrino o viajero en su recorrido
palentino.
Los hay circulares, cuadrados, octogonales, rectangulares... y aunque
hoy en día la mayoría están abandonados, los palomares representaron
una parcela económica importante en la vida de los pueblos dada la cantidad
de caza existente y el aprovechamiento que del abono natural de las
palomas, la "palomina", se hacía como regenerador de los nutrientes
de las tierras de labor.
Comenzamos
a recorrer estas tierras de Palencia después de atravesar Puentefitero,
largo y bello puente de once ojos que, aunque con reformas posteriores,
fue construido en los tiempos de Alfonso VI en su deseo de favorecer
el tránsito de peregrinos y mejorar las comunicaciones del vasto territorio
en el que reinó. En aquella época fueron estas tierras largamente disputadas
por los Reyes de León y Castilla, sobre todo hasta mitad del siglo XII.
Como se ha dicho, el río Pisuerga marcaba la frontera entre ambos reinos,
y de aquí el nombre de "Puente de la Muga" con el que se le cita en
muchos documentos medievales. Entre las disputas guerreras se recuerdan:
la batalla de Tamarón entre Fernando I de Castilla y Bermudo III de
León en 1037; la de Lantada, acontecida a siete kilómetros al norte
del puente de Itero y que enfrentó a Sancho II de Castilla y Alfonso
VI de León, y la de Golpejera, cerca de Carrión, con los mismos Reyes
de protagonistas y con victoria final del castellano y el consiguiente
destierro de Alfonso VI a Toledo.
Al otro lado del río, Itero del Castillo en la provincia de Burgos;
a este lado, Itero de la Vega en la provincia de Palencia. El
Camino llega a la primera localidad palentina de su trazado por una
pista a la par del soto de este gran cauce fluvial.
Este pueblo, aunque de behetría y por tanto libre, estuvo unido a Señores
que se distinguieron por su servicio a los Reyes, quienes les otorgaron
propiedades y poderes sobre el lugar. Es con el conde Fernán Mentález
con el que Itero de la Vega entra gloriosamente en la historia. Este
noble personaje y habitual compañero del Conde de Castilla se encuentra
como principal repoblador de la comarca: Boadilla del Camino, Melgar
de Yuso y Santoyo, entre otros. Esta circunstancia viene a atestiguar
que aunque las tierras eran geográficamente del Rey de León, la influencia
era de Castilla ya que de otro modo no hubieran podido ser repobladas
por un Conde que se encontraba en la órbita de Fernán González.
Antes de transitar por sus calles, que conducen irremediablemente a
la plazoleta central, encontramos a la entrada del pueblo, junto al
camino rural que hoy utilizan los peregrinos, la ermita de Nuestra
Señora de la Piedad, en un fresco paraje que hace una década se
acondicionó con fuente, árboles, mesas y bancos rústicos para servir
de zona de descanso a peregrinos y turistas.
Esta ermita es una obra del siglo XIII, de inicios del gótico, con reformas
posteriores. Posee una portada sencilla y sin ornamentación. En épocas
pasadas fue conocida como la de Nuestra Señora de Carrelapuente o
de Afuera, aunque desde el siglo XVIII se la cita como "de la
Piedad". En el interior de este recinto sacro se custodia la imagen
de Santiago Peregrino, obra anónima del siglo XVIII e imagen titular
de la desaparecida ermita-hospital a él consagrada.
Por
su parte, la iglesia parroquial de San Pedro conserva una portada
obra del siglo XIII, uno de los escasos restos del edificio medieval
que existió en el lugar. El templo actual es obra del siglo XVI y está
cubierto con bóvedas de arista y una cúpula en el crucero fechada en
1665. A los pies, una torre realizada con cantería y decorada con motivos
esculiarenses de finales del siglo XVI inicios del siglo XVII. En el
interior de este edificio religioso de tres naves separadas por pilares
destaca el retablo mayor barroco del tercer cuarto del siglo XVII, que
cuenta con pinturas del estilo de Felipe Gil de Mena y varias esculturas
contemporáneas.
Itero de la Vega fue siempre lugar que dio hospitalidad a los peregrinos
que recorrían la Ruta buscando la meta Compostelana. Existió un importante
hospital llamado de San Juan de la Puentefitero. Aparte de éste hay
que hacer mención de la existencia de otros dos conocidos como el de
Nuestra Señora y el de Santiago.
Mientras los peregrinos abandonan Itero con destino a Boadilla por caminos
de tierra, los viajeros y turistas lo hacen por una carretera local
que cruza el Canal del Pisuerga.
Localizar la ruta original es prácticamente imposible ya que los trabajos
de concentración parcelaria y la posterior acomodación de los terrenos
en estas planicies de pan llevar han borrado la traza antigua. No obstante,
la actual pista de tierra que comunica en línea recta este enclave jacobeo
con el siguiente de Boadilla está bien señalizada y se localiza a la
derecha de las típicas bodegas que forman un grupo compacto de edificaciones
que asemejan un barrio extramuros de la propia población. Son curiosos
inmuebles de sencillo aspecto y pequeño espacio, con forma de caseta
que protege la entrada al subsuelo en donde unas galerías excavadas
a buena profundidad sirven para guardar un vino que hoy ya no se cosecha
en estos lugares azotados por la enfermedad de la filoxera, plaga que
terminó con unos viñedos que desde tiempos remotos había en abundancia
por la comarca.
Más adelante se cruza la carretera de Melgar a Osorno, se atraviesa
el Canal del Pisuerga, se rebasa el paso del Paso Alto dejando unas
colinas a la derecha y se entra, tras ocho kilómetros de recorrido,
en Boadilla, núcleo en donde viajeros y peregrinos se encontrarán nuevamente.
Hasta llegar a este segundo enclave jacobita de la provincia el peregrino
habrá hecho frente a una suave subida por la falda de una loma casi
imperceptible, entre campos de cereal interminables rodeados de tesos
no muy lejanos.
Quienes por uno u otro trazado transiten apreciarán que avanzan por
una fértil vega, bañada por el río Pisuerga y el Canal del Pisuerga,
que dispone de una buena red de acequias que permiten, aun estando en
la Comarca de Tierra de Campos, no sólo el tradicional cultivo de trigo
y cebada sino también la producción de maíz, remolacha y otros productos
de regadío amén de las grandes plantaciones de chopos en la ribera de
este importante cauce fluvial. La naturaleza regaló a la zona la existencia
de abundantes fringílidos (pardillos, jilgueros, pinzones...) y aláudidos
(alondras y cogujadas), que además de dar vida a sus campos y cielos,
sirven de alimento a los aguiluchos cenizos que abundan por la meseta.
Aunque el Camino quedaba fuera del poblado de Boadilla del Camino
los peregrinos entraban en el municipio para admirar los monumentos
de esta pequeña localidad de gran tradición jacobea a tenor de su apellido.
El núcleo se extiende sobre la planicie presentando aspectos bien diferentes
según la estación en que recorramos sus campos. Si es primavera, paleta
de variadísimos colores que nos ofrecen los cultivos de secano y regadío.
Si es verano, color oro que domina la mies a punto de la siega y su
cosecha; en otoño o invierno, el color terroso de los campos se confunde
con el color de las casas y las tapias del pueblo.
Las viviendas de estos pueblos que atravesamos, y atravesaremos en todo
el trazado palentino, están hechas de bloques de tierra prensada que
reciben el nombre de "adobes", reservándose la escasa piedra que se
localiza en la zona para las casas nobles y, sobre todo, para las iglesias
que, como en el caso de Boadilla, rompen la horizontalidad de los campos
y el poblado, y se alzan airosas como el único edificio realmente notable.
La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción (B.I.C.
desde 1981) se inició en el siglo XVI aunque sus obras no concluirán
hasta el siguiente. El edificio sufrirá varias reformas en torno a 1770.
El templo posee tres naves y una torre de tres cuerpos que se alza en
la cabecera de la nave del Evangelio.
El retablo que preside el altar mayor es obra de Pedro de Flandes, Mateo
Lancrín y Juan de Cambray, quienes lo realizaron en 1548. Cuenta con
tres calles y dos entrecalles. En la nave del Evangelio existe un retablo
renacentista dedicado a Cristo atado a la columna que dispone de banco
y dos cuerpos. Las pinturas sobre tabla se atribuyen a Juan de Villoldo
mientras que su ensamblaje y escultura al taller de Manuel Álvarez,
pudiéndose pensar que la imagen de Cristo que preside el retablo se
pueda atribuir a este artista. Es sobria, aunque de bellas líneas, la
gran pila bautismal, románica de transición al gótico que presenta
una decoración de bandas geométricas superpuestas. La taza de esta pila
bautismal queda apoyada sobre un haz de once columnillas.
Si a lo largo de todo el Camino de Santiago abundan los cruceros, aunque
sea la Comunidad Autónoma de Galicia la que cuente con los ejemplos
más abundantes en cantidad y calidad, en el trazado jacobeo palentino
encontramos otro tipo de señas de identidad: los Rollos de Justicia.
Estas obras presentan características similares aunque de significación
diferente a la de los cruceros. No son muy abundantes, pero allí donde
aún existen son dignos de tener en cuenta.
En
las localidades palentinas de Itero de la Vega y Boadilla del Camino
tenemos destacados ejemplos. Tuvieron el mismo origen, la concesión
por parte del rey Enrique IV de la independencia jurisdiccional a estas
villas y, por ello, poder para juzgar directamente en el nombre del
Rey.
En el caso de Itero de la Vega este rollo jurisdiccional (B.I.C.
desde 1966) símbolo pétreo de los privilegios concedidos por el Rey
como villa libre y exenta de pagos se alza en medio de la plaza. Esta
es una construcción sencilla realizada en piedra en el siglo XV, que
asienta sobre un basamento escalonado sobre el que se dispone el fuste
de tipo cuadrangular rematado por una sencilla moldura con remate alto
semiperdido.
Por su parte, el rollo jurisdiccional gótico de Boadilla del
Camino data de los primeros años del siglo XVI y es de estilo hispano
flamenco. Este monumento (B.I.C. desde 1960) es uno de los más bellos
que encontraremos en todo el Camino de Santiago. Se localiza junto a
la zona del ábside de la iglesia parroquial y cuenta en su parte baja
con un total de cinco escalones sobre los que se asienta un airoso pilar
compuesto por varias columnillas bellamente decoradas con rosetas para
continuar con un anillo de crochés con decoraciones vegetales y animales,
y otro de figuras monstruosas y humanas. A continuación, tres toros
esculpidos sirven de asiento a una crestería del mejor y más florido
estilo gótico. Se remata la obra con una aguja apiramidada con forma
de pináculo gótico tardío. Existen entre sus elementos decorativos varias
conchas jacobeas esculpidas en la piedra.
Este rollo de justicia no es sólo una magnífica obra de arte. Es también
el lugar donde eran atados los acusados de delitos antes de ser condenados
por mandato del Señor de Castrojeriz, de quien dependía esta villa hasta
que, como ya se ha dicho, consiguió la independencia del Señorío por
prerrogativa del rey Enrique IV.
Boadilla del Camino conjugó en el pasado el arte con la hospitalidad
jacobea manifestada en dos hospitales que se pusieron bajo la advocación
de Santiago uno, y de la Visitación o de Santa Isabel, el otro. En cuanto
al de Santiago fue sustituido en el siglo XVI por el Hospital que fundara
Don Antonio de Rojas, Obispo de Mallorca, Palencia y Burgos, Arzobispo
de Granada y primer Patriarca de las Indias, así como presidente del
Consejo de Castilla durante la Guerra de las Comunidades. Todavía hoy,
se conserva la casa de porte señorial en donde el ilustre clérigo fundó
el hospital, dotándole de forma generosa.
El trazado sale de Boadilla con orientación norte para alcanzar muy
pronto una bifurcación de dos buenas pistas de servicio agrícola. Todos
los documentos y tradiciones sitúan al itinerario jacobeo entre Boadilla
y Frómista como un Camino totalmente recto, que los de Boadilla llamaron
siempre "Camino viejo de Frómista" y los de Frómista, "Camino de Valdeoveja".
La construcción del Canal de Castilla, entre los siglos XVIII
y XIX, modificó sustancialmente el itinerario al no cruzar el canal
por el norte y, en cambio tomando dirección sur aguas abajo, utilizar
su sirga izquierda como un nuevo trazado que a partir del XVIII han
utilizado y utilizan los peregrinos para llegar a Frómista tras seis
kilómetros de caminata.
El Canal de Castilla pretendía ser la vía de comunicación fluvial que,
a semejanza de otras existentes en Europa, posibilitase dar salida al
abundante grano de la Comarca cerealista de Tierra de Campos a través
de los puertos de Cantabria. Tras muchos debates y estudios se iniciaron
las obras en el año 1751 y concluyeron, no sin todo tipo de dificultades
y constantes paralizaciones, en el año 1849. No fue posible realizar
todo el proyecto inicial quedando suspendidos uno de los tramos a su
llegada a Valladolid y en Medina de Rioseco, el otro. El Canal, que
nace en la norteña población palentina de Alar del Rey de donde toma
las aguas del río Pisuerga, es único hasta Grijota, en las cercanías
de la capital de Palencia, para desde allí dividirse en dos ramales.
Esta magna obra de ingeniería hizo proclamar a Jovellanos que: "Seguramente
presenta la más importante empresa que pueda acometer una nación...".
A través de ella se pretendió y consiguió en algunos momentos el fomento
de la agricultura, el establecimiento de comunicaciones más rápidas,
el desarrollo de nuevos regadíos y, en general, una nueva orientación
económica merced al establecimiento de infraestructuras dedicadas a
la manufactura y la siderurgia. No hay que olvidar que junto al canal
se construyeron muchas fábricas de harina y se instalaron turbinas,
que generaron un potencial energético de gran importancia.
En el momento de mayor auge, mediado el siglo XIX, llegó a tener 400
barcazas que, arrastradas por parejas de mulas por los caminos de sirga,
realizaban el transporte de mercancías y personas. Incluso hubo, a comienzos
del siglo XX, barcas tiradas a vapor. Los nuevos medios de transporte,
sobre todo la aparición del ferrocarril y su desarrollo, hicieron olvidar
a este canal que hoy quiere resurgir como un proyecto con contenidos
turísticos y deportivos.
No obstante, hoy podemos ver junto al camino de tierra, que es la Ruta
Jacobea, este camino de agua cuya obra se nos antoja ciertamente colosal.
De su esplendoroso pasado, nos queda el recuerdo de lo que fueron sus
edificios y la realidad de sus "esclusas". Entre éstas destacar las
que, situadas a la entrada de Frómista, forman un conjunto en el mismo
itinerario a Santiago. Obra excepcional hecha en piedra que permitía
salvar los 15 metros de desnivel que presenta el terreno. Una muestra,
en pequeño, de la misma solución que se dio en el Canal de Panamá.
Seguimos
el itinerario tradicional para entrar en Frómista, importante
villa que en tiempos se la reconoció como "Frómista del Camino" y cuyos
peregrinos en la Edad Media entraban por la calle que aún hoy se denomina
"la francesa". Surge Frómista en la segunda mitad del siglo IX, durante
el proceso repoblador impulsado por Alfonso III el Magno. La primera
referencia documental data de 1059. En 1066, en el testamento de Doña
Mayor, hija del conde Sancho y reina consorte de Sancho III, se vuelve
a citar la existencia de Frómista.
Frómista contó con muchos hospitales aunque no todos estuvieron funcionando
a la vez. Unos suplieron a otros entonces desaparecidos. El más famoso
y con más larga vida fue el Hospital de los Palmeros. Aún se
conserva el edificio hospitalario, reconvertido en establecimiento de
hostelería en el año 1970. La hospitalidad para con los peregrinos se
ejerce hoy en un reconstruido edificio, situado junto a la Iglesia de
San Martín, transformado en moderno albergue de peregrinos.
A
la muy jacobea Villa de Frómista se la conoce con el sobrenombre de
la "Villa del Milagro". Este apelativo hinca sus orígenes en un curioso
hecho acontecido a mediados del siglo XV, y cuyo recuerdo aún perdura.
El suceso se engloba dentro de los que pudiéramos llamar "milagros eucarísticos",
de los que se relatan varios a lo largo del Camino de Santiago y que
tienen en el Cebreiro su máximo exponente.
Se cuenta que en el año 1453 existía un hospital para peregrinos dependiente
de la Iglesia de San Martín de Frómista. Tras un devastador incendio
quedó reducido a cenizas. Entonces, el mayordomo, Pedro Fernández Teresa,
ante la falta de dinero para su reconstrucción pidió prestado dinero
a un judío. El prestamista al comprobar ciertas dificultades para recuperar
lo prestado denunció ante la jerarquía eclesiástica al deudor, quien
fue excomulgado por moroso.
El mayordomo conseguiría más tarde el dinero para saldar la deuda, pero
no comunicó la devolución al poder eclesiástico por lo que continuó
su excomunión. Aconteció que el mayordomo al caer gravemente enfermo
solicitó al cura del lugar, Fernán Pérez de la Monja, que le suministrase
la Comunión. Después de confesar el religioso procedió a darle de comulgar
y la forma estaba tan pegada en la patena que fue imposible despegarla.
El cura convencido de que algo raro sucedía interrogó al moribundo y
éste recordó la excomunión no levantada. Al final pudo comulgar aunque
con otra forma ya que la primera quedó tan pegada que no hubo manera
de liberarla y así permaneció, como símbolo milagrero, hasta principios
del siglo XIX.
Este hecho motivó no sólo el apelativo del "milagro" para la villa sino
también para una Cofradía que tuvo su sede en el templo románico de
San Martín, e incluso hubo otra en el de Santa María del Castillo y
que recibió el nombre de "Santísimo Cuerpo de Jesús". Existe amplia
documentación de cómo la patena y la forma eran procesionadas por las
calles en acontecimientos especiales, así como en las rogativas para
que lloviera o escampase, según las circunstancias climatológicas.
El recorrido monumental por la Villa comienza en la Ermita de la
Virgen del Otero. El edificio se sitúa en la cumbre de un cerro,
tras una cortina de frondosa vegetación. En su entorno varias mesas
y bancos permiten a los visitantes y peregrinos actuales el descanso
y el avituallamiento. En el interior de esta antigua iglesia se rinde
culto a la patrona de Frómista. La imagen mariana titular es la Santísima
Virgen del Otero, devota imagen gótica del siglo XIV, excesivamente
restaurada en los años sesenta del siglo XX. En su reducido y desnudo
interior destaca, por su calidad artística, una escultura de piedra
de Dios Padre Bendiciendo, obra del siglo XVI.
Del templo de Santa María del Castillo (B.I.C. desde 1944), hay
referencias documentales desde 1206. Sin embargo, el edificio actualmente
conservado corresponde al siglo XVI. Es un magnífico templo de piedra,
con tres naves cubiertas por bóvedas de crucería estrellada, cerrándose
la nave central con una potente cabecera poligonal. A los pies de la
iglesia se levanta una sobria torre de tres cuerpos de finales del siglo
XVI. Bajo esta torre-pórtico se abre una simple portada clasicista de
1705. Hasta los años 80 del siglo XX, esta iglesia guardó un impresionante
retablo, que hoy se expone desmembrado en el Museo de San Pedro.
El edificio actual de la iglesia parroquial de San Pedro, se
comenzó a construir en el siglo XV, aunque su fisonomía no la lograría
hasta el siglo siguiente. La iglesia de estilo gótico está realizada
toda ella con piedra, cuenta con tres naves, capillas en el lado del
Evangelio y un coro alto a los pies. Al exterior, destaca su portada
realizada por Juan de Escalante y Alonso de Pando. Es una obra de carácter
romanista con aspecto muy semejante al de un arco de triunfo y remarcada
con un pórtico que le resta esbeltez.
Su retablo mayor es del siglo XVII. Existen otros dos interesantes retablos
con lienzos obra de Gregorio Ferro Requeijo que representan a San
José y a Cristo Crucificado. En el espacio ocupado por las capillas
laterales, se ubica un reducido Museo donde, entre otras piezas, se
exponen las tablas de escuela flamenca que formaban, como ya se ha dicho,
el retablo mayor de Santa María del Castillo. Esta obra de finales del
XV dedicada a la Virgen del Castillo contaba con una escultura de esta
advocación que lo presidía y veintinueve tablas pintadas que cuentan
la historia de la Redención, abarcando todos los ciclos de la vida de
Cristo, comenzando por Adán y Eva.
Las pinturas sobre tabla son obra del maestro burgalés "de los Balbases"
y del llamado "Maestro de Salomón de Frómista". Hay dos tablas
que representan al rey David y a Cristo como Varón de Dolores entre
ángeles, que se pueden atribuir al pintor anónimo denominado como
el "Maestro de Becerril".
La iglesia de San Martín (B.I.C. desde 1894) sin ningún género
de dudas ha lanzado a la fama mundial a la localidad, al ser considerada
como uno de los edificios románicos más emblemáticos de todo el Camino
de Santiago. Su construcción data de la segunda mitad del siglo XI y
fue patrocinada por la reina Doña Mayor de Castilla, viuda de Sancho
III de Navarra. La Reina testó en 1066, momento en el que se funda la
iglesia y el monasterio de San Martín, dejando toda una serie de bienes
para su finalización, incluyendo en testamento el barrio de San Martín,
que ella había poblado en torno al templo. Años más tarde, en 1118,
Doña Urraca, biznieta de Doña Mayor, dona en su testamento el monasterio
y el barrio al cercano monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes.
El aspecto actual del templo es fruto de una restauración historicista
de finales del siglo XIX, principios del XX, encargándosele el proyecto
a D. Manuel Aníbal Álvarez. El edificio fue declarado Monumento Nacional
en 1894.
Tradicionalmente se emparenta la construcción de San Martín de Frómista
con la Catedral de Jaca. La iglesia de San Martín es pequeña, posee
tres naves que están rematadas por otros tantos ábsides semicirculares.
La nave central es escasamente más alta que las laterales, lo que impide
que tenga ventanas para iluminar el interior. Las tres naves se cubren
con bóveda de cañón y arcos fajones. Sobre el crucero se levanta una
linterna con cúpula sobre un tambor octogonal sobre trompas. Actualmente
posee tres portadas o fachadas. La occidental a de los pies del templo,
está flanqueada por dos torres cilíndricas de escasa altura y función
de campanario.
En el exterior destaca la riqueza ornamental del conjunto por la profusión
de capiteles y canecillos. Los primeros presentan diversa temática aunque
en la mayoría predominan los motivos vegetales entremezclados con los
alusivos a representaciones de tipo animal y con los historiados. Decorando
los aleros hay un total de 309 canecillos, en su mayoría en un buen
estado de conservación, que representan figuras geométricas, elementos
vegetales, animales y figuras humanas.
En el interior del templo, igual que en el exterior, predomina el taqueado
jaqués. Cuenta con medio centenar de grandes capiteles de temática vegetal,
historiada y escenas bíblicas. El grupo de capiteles historiados es
el que más clara función didáctica posee. En ellos se relatan pasajes
de las Sagradas Escrituras como: el Pecado Original, la Expulsión del
Paraíso, la Adoración de los Reyes Magos, varios pasajes de la Pasión
de Cristo, el avaro, el sacrificio de Isaac...
Tras la restauración, el templo perdió todos sus retablos, el baldaquino
expositor central del siglo XVII, las pinturas murales, etc. Hoy en
su desnudo interior se muestra una imagen gótica de San Martín, un Crucifijo
gótico y un Santiago Peregrino del siglo XVI.
De Frómista sale el Camino por la carretera de Carrión (PA-980) y durante
los siguientes diecinueve kilómetros pisa sobre el asfalto o marcha
al lado de la carretera por el carril de gravilla habilitado para los
peregrinos que viajan andando o en bicicleta. El primer municipio que
nos encontramos, a tres kilómetros, es Población de Campos. El
núcleo poblacional se nos anticipa pasada la ermita de San Miguel
con su séquito de álamos y otras especies arbóreas de hoja perenne.
El paraje cuenta también con barbacoas, bancos y mesas para solaz de
viajeros, amantes de meriendas campestres, y descanso de peregrinos.
La ermita de San Miguel Arcángel, románica aunque con influencias del
gótico, debió surgir como lugar de culto ligado al fenómeno jacobeo.
Es una pequeña edificación del denominado románico inicial con elementos
protogóticos, construida a mediados del siglo XIII. Posee una única
nave, sin cabecera diferenciada al ser ésta de testero recto o cuadrangular.
En el desnudo interior hay una imagen de San Miguel Arcángel, obra anónima
del siglo XVIII.
No es ésta la única ermita de Población. En el centro del casco urbano
encontramos la dedicada a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Es este es un reducido edificio datado en el siglo XIII, con una tipología
tardorrománica y elementos protogóticos. Milagrosamente salvada de la
ruina, ya que según todos los indicios se corresponde con los restos
de lo que fue la Iglesia de San Pedro que en el año 1519 constituía
la iglesia de la bailía sanjuanista. Un siglo más tarde se encontraba
ya en estado ruinoso para destruirse totalmente en el siglo XVIII. Tan
sólo queda en pie la capilla de Nuestra Señora, que tras una restauración
del año 1973 ha llegado a nuestros días.
La localización de algunos motivos decorativos de época visigótica parecen
confirmar que su construcción bien pudiera ser anterior, aunque el edificio
sea recuerdo de la presencia de los Caballeros de la Orden de Malta
en el lugar. La Virgen titular, imagen sedente de estilo románico, recibía
en el siglo XVI el nombre de Nuestra Señora, sin más apelativos. Un
siglo más tarde se le otorga el "apellido" de "del Río", seguramente
por el curso fluvial cercano al lugar. En el siglo XVIII pasa a denominarse
Virgen del Corro para, posteriormente evolucionar de Corro a Socorro,
en una simpática corrupción lingüística debida probablemente al ingenio
popular.
La villa fue bailía de la Orden de Malta, señorío de la Orden militar
de San Juan, título recibido del rey Alfonso VII en el día de San Juan
Bautista del año 1140. En el año 1267 formaba una encomienda de esta
orden sanjuanista que fue ocupada temporalmente por el infante Don Felipe,
hermano del rey Alfonso X el Sabio. A este personaje le encontraremos
sepultado unos kilómetros más adelante en la Iglesia de Santa María
de Villasirga.
Las casas de adobe y ladrillo, cubiertas con teja árabe de color terroso,
conforman este pequeño municipio con típica trama y traza de un pueblo
castellano cuyo silencio se anima por los sonidos de estorninos y el
parloteo de las golondrinas en primavera y verano. Los inmuebles rodean
el templo parroquial que se alza sobre un promontorio. Las calles siguen
un trazado en pronunciada pendiente hasta el edificio de la iglesia
parroquial de Santa María Magdalena, que aunque construida en el
siglo XVI presenta actualmente un aspecto distinto como consecuencia
de las reformas y obras barrocas efectuadas entre 1749 y 1753. La torre
actual fue construida en 1661. En el interior del templo destaca el
retablo mayor de 1747, con varias esculturas del siglo XVIII y relieves
del siglo XVI sobre la vida de María Magdalena y un Calvario del siglo
XVI. La imagen de Santa María Magdalena Penitente (1757), obra de Manuel
García Macho, preside esta obra.
Guillermo Manier relata en su libro de viajes, que pasó por esta villa
y no sólo se detuvieron a tomar uvas de una viña, sino que animados
por el producto tomaron vino hasta ponerse ebrios, cosa normal si tenemos
en cuenta que por entonces, siglo XVIII, esta tierra era generosa en
caldos... de alcohol.
A la hora de abandonar este núcleo de población podemos elegir entre
dos itinerarios: el ya mencionado carril de gravilla paralelo a la carretera
que nos conduce de forma directa y en apenas cuatro kilómetros hasta
Revenga de Campos, o seguir la pista paralela al soto del río Ucieza
hasta Villalcázar de Sirga pasando antes por Villovieco y Villarmentero
de Campos, y que pese a ser poco utilizada se corresponde con el trazado
más antiguo.
En
Villovieco la iglesia parroquial de Santa María es de
estilo renacentista avanzado, construida en piedra y ladrillo. Tiene
un retablo mayor dorado con ménsulas y columnas hecho en el siglo XVII.
Hay hornacinas con esculturas de San Pedro y San Pablo y, en el centro,
la Asunción de la Virgen. En lo jacobeo es interesante descubrir dos
relieves que llevan esculpidos los signos de Santiago, además de la
batalla de Clavijo. Una cruz se sitúa sobre la media luna, alfanje y
cetro árabes, rematando todo ello la concha de los peregrinos sobre
la Cruz de Pelayo, símbolo de la Reconquista.
Hay algunos elementos de culto interesantes, como un terno rojo con
medallones bordados en el siglo XVI con representaciones de San Lorenzo,
San Jorge, San Juan Bautista y un Santiago apóstol y peregrino que porta
báculo, bordón y libro.
Como recuerdo a las órdenes militares, que también tuvieron gran importancia
en el camino, destaca la cajonería de finales del siglo XVI, en la que
aparecen entre su decoración, las cruces o símbolos de Malta, Calatrava
o Montesa.
De Villovieco los peregrinos se dirigían a Arconada. Hoy nadie
hace este itinerario, que fue muy frecuentado en los tiempos áureos
de la ruta al existir allí un célebre hospital del que hay amplia documentación,
sobre todo de la fundación del monasterio del que el inmueble del hospital
era anejo. De éste se dice que atiende a pobres y peregrinos.
El hospital se erigió en honor de San Facundo, San Primitivo y San Cristóbal
y, según relata el Padre Yepes en su "Crónica General de la Orden de
San Benito", fue consagrado por los Obispos Cipriano de León y Pedro.
La fundación está considerada de gran interés desde el punto de vista
histórico al ser éste uno de los primeros hospitales de peregrinos de
los que existe documentación concreta de su origen. Todavía en los muros
externos de la iglesia se conserva una inscripción que conmemora esta
consagración y que dice: "In honore Domini nistri Jesu Cristi, Petrus
episcopus et Cyprianus episcopus consecra vit haec ecclesia in era MLXXX
sub umperium Ferdinandus rex. Comini Gomiz". Esta fundación se incorpora
en el año 1047 al Monasterio de San Zoilo ya que los Condes de Carrión
fueron grandes benefactores y generosos patronos de aquel lugar que
eligieron como panteón funerario de la conocida familia de los Beni
Gómez.
Desde Arconada o Villovieco se alcanzaba y alcanza la ermita de Nuestra
Señora del Río en el término municipal de Villalcázar de Sirga.
Al igual que sucede con la población, los orígenes de la ermita y de
la imagen de su patrona (custodiada en el interior del edificio) están
envueltos en un halo de misterio entre la tradición y la leyenda. Según
quiere la piadosa tradición una riada acaecida el 15 de agosto de 1101
ó de 1111 (según la fuente consultada) arrasó el poblado de Tablares.
La imagen de la Virgen que allí se encontraba se resistió a ser arrastrada
por las aguas luchando contra la corriente para ser más tarde rescatada
por los vecinos.
Este edificio fue una de sus parroquias hasta el año 1510, y a pesar
de estar alejada del caserío en ella se mantuvo el culto gracias a la
inmensa devoción popular hacia su titular. Su actual construcción es
una mezcla de diferentes épocas. Se aprecia desde el primitivo y recoleto
edificio hasta el actual, del siglo XVIII, formado por una bella iglesia
de una sola nave con cúpula y un camarín de piedra en la cabecera que
hoy hace las veces de sacristía. Anejos se encuentran la casa del ermitaño
y el palacio de la Cofradía de la Virgen del Río. En su interior destacan
la bella imagen gótica de Nuestra Señora del Río, patrona de la villa,
así como varios e interesantes cuadros entre los que sobresalen los
dedicados a los Ángeles portadores de los atributos de la Pasión.
El
camarín de la Virgen destaca sobre el resto de la construcción. Todo
él es de piedra y en sus ventanas cuenta con potentes rejas. Se realizó
en el año 1713 por el maestro cantero Francisco de Arrata Curiel y sus
compañeros "LOS BISCAYNOS", tal y como reza en una de las tres inscripciones
que hay en los muros del camarín, bajo las ventanas. La imagen de la
Virgen del Río, es una bella talla gótica, situada en un elegante pero
frío baldaquino neoclásico.
Desde Villovieco retomamos la carretera y el camino que hoy más utilizan
los peregrinos para en dos kilómetros y medio llegar a Revenga de
Campos. Si por el contrario hemos llegado hasta este núcleo directamente
desde Población observaremos a nuestra derecha, antes de acceder al
casco urbano, una pequeña área dedicada al Medio Natural. Junto a la
senda de los peregrinos la Junta de Castilla y León ha acotado un amplio
terreno que permite conocer algunas de las especies arbóreas de la zona.
Se trata de un pequeño Área de Interpretación Ecológica con ejemplares
de saucedas, abedules, catalpas, fresnos, sauces, avellanos, tilos y
otras especies un tanto más extrañas como el aral real o tarays.
Este espacio permite un acercamiento al Camino de Santiago a través
de la naturaleza, un encuentro entre el Camino más real, sometido a
la dureza de estas tierras de Castilla y León, y el itinerario espiritual
sometido a la dureza del recogimiento interno.
En esta zona los espacios dedicados al medio natural, los textos alusivos
al paisaje y a la vegetación señalan que no se ha encontrado un manual
de la naturaleza del Camino. Todo lo más, la ruta atraviesa hoy, como
siempre, un sin número de hitos donde se han hecho plantaciones inconexas:
áreas de descanso, entornos de monumentos, caminos y sendas, fuentes
y pequeños ajardinamientos urbanos... Lo hecho en la ruta es aún poco
y un Bien declarado Patrimonio de la Humanidad debería tener en cuenta
que el "patrimonio" no sólo son las piedras cinceladas sino también
el espacio de los campos, que clama por una mejor conservación del Medio
Ambiente.
Una vez en el casco urbano se transita por una calle que se denomina
"la francesa", apelativo que encontramos con frecuencia en los pueblos
palentinos del Camino de Santiago. Aunque la localidad no tuvo hospitales
hoy podemos ver algunas de sus casas blasonadas y un sencillo monumento
que recuerda que este pueblo fue la patria chica del general Bartolomé
Amor, defensor de la ciudad de Palencia contra las tropas invasoras
francesas en tiempos de la Guerra de la Independencia.
Su iglesia de San Lorenzo aunque ha tenido importantes renovaciones
posteriores se encuadra en el estilo barroco. Posee una única nave dividida
en cinco tramos cubiertos por bóveda de cañón y cúpula sobre pechinas
en el crucero. El retablo mayor es obra del siglo XVIII y posee dos
relieves sobre la vida de San Lorenzo, con la imagen de éste y otros
santos. En un retablo lateral, del siglo XVIII, hay una interesante
imagen de la Piedad del siglo XVI. Es digna de destacar la puerta de
servilleta con rejería que hay en la sacristía.
Continuamos el Camino hacia Villarmentero de Campos para adentrarnos
en los próximos dos kilómetros en una llanura de cultivos suavemente
ondulada. Este de Villarmentero es un pequeño municipio confundido en
el campo rectilíneo de esta Tierra de Campos palentina. Un sencillo
crucero en medio del campo recuerda, antes de llegar a este núcleo,
una historia que tiene que ver con las reliquias de San Martín de Tours,
santo galo por el que se profesa gran devoción en esta zona en particular,
y en el Camino de Santiago en general.
Se cuenta que estaban las reliquias de santo preparadas en un arca en
la ciudad francesa de Avignon, entonces sede del Papado, cuando de pronto
y sin mediar circunstancia especial alguna desaparecieron junto con
el mulo sobre el que estaban amarradas para su transporte. Las reliquias
aparecieron como por arte de magia -que dadas las circunstancias consideraremos
milagro- en el campo de este pequeño pueblo.
La mula, que por aquí llamamos acémila, entró en la iglesia, entonces
abierta, y las campanas del templo comenzaron a sonar como si alguna
mano invisible las volteara. Ante el escándalo, y no siendo hora de
oficios, las gentes del pueblo acordaron llegarse hasta el lugar viendo
atónitos que en el interior se encontraba una mula con un gran bulto
sobre el lomo asemejando a un dromedario, según relataron los lugareños
a la hora de dar cuenta de los hechos.
No debió estar muy conforme el animal con la iglesia elegida por lo
que abandonó la iglesia de Villarmentero tomando otro camino que le
condujo, días más tarde, hasta la iglesia de San Martín de Ribas de
Campos donde depositó tan preciada carga espiritual. Desde entonces
se conservan en el lugar algunas de estas reliquias, entre ellas la
de San Martín de Tours, que como se ha dicho goza de gran predicamento
no sólo por esta zona palentina del Camino de Santiago sino también
por otros pueblos cercanos a la ruta.
Su iglesia parroquial de San Martín de Tours está construida
en piedra y adobe. Posee en el lado sur un pórtico cubierto con un artesonado
de madera del siglo XVI. De mayor calidad es el artesonado de la misma
época que cubre el presbiterio de esta iglesia de una única nave. Su
retablo mayor es renacentista, de la primera mitad del siglo XVI, atribuido
a Francisco Giralte. Es éste también autor de un Calvario de un retablo
lateral. Destaca en el templo un lienzo de Ánimas obra de José Pastrana
de 1766.
A la salida de Villarmentero hay una zona de descanso a la sombra de
tres grandes pinos piñoneros, varias veces centenarios, ideal para escapar
de los ardorosos rayos del sol en los sofocantes días del verano y refrescarse
con el agua de su fuente. Este paraje ofrece la posibilidad de hacer
un receso a los peregrinos y viajeros que recorren este tramo del Camino.
Casi desde ese mismo lugar se puede ver la torre y la voluminosa construcción
de la Iglesia de Santa María la Virgen de Villasirga, porque aquí sí
que se aprecia de forma gráfica el poder de la Iglesia y su presencia
en el pueblo. En Villasirga, se eleva el templo sobre el poblado que
se extiende en sus alrededores.
Después de un nuevo tramo recto de unos cuatro kilómetros por el descampado
cerealista alcanzamos la pequeña población, que hoy sobrepasa con dificultad
los doscientos habitantes, de Villalcázar de Sirga, lugar lleno
de arte y modelado por una interesante historia. En cuanto a su doble,
aunque similar nombre, hay que señalar que en la historia más antigua
el lugar es conocido como Vila-sirga para posteriormente recomponer
su nombre y unir los tres vocablos que la identifican: Villa, por haber
tenido Señorío desde el siglo XIII con D. Rodrigo Xirón, personaje principal
de la corte de Fernando III el Santo; alcázar, por el renombre de la
fortaleza que aquí tuvieron los Templarios y sirga, como acepción de
camino.
La gran joya de la Vila-sirga medieval, que ha llegado hasta nosotros
en un "magnífico" estado, es la Iglesia de Nuestra Señora de Villasirga
o de la Virgen la Blanca (B.I.C. desde 1919). Es uno de los focos artísticos
más importantes de los últimos años del siglo XIII en la provincia de
Palencia. El edificio se inició en los años finales del siglo XII, aunque
las obras no se finalizaron hasta el siglo XIII, encuadrándose ya dentro
del estilo gótico. En el siglo XIV se construyó la capilla de Santiago
que dotó de mayor iluminación al interior del templo al estar abierta
en una de sus paredes un gran rosetón.
De todo el templo destaca poderosamente su magnífica decoración escultórica,
en especial la de su portada meridional. Ésta es doble, en forma de
ángulo para dar acceso a la iglesia y a la capilla de Santiago. La entrada
a la iglesia la forman cinco arquivoltas apuntadas y decoradas con cincuenta
y una figuras de difícil identificación, dado su importante deterioro.
La entrada a la capilla de Santiago posee tres arquivoltas decoradas
con veintiuna figuras, también muy deterioradas. Sobre la portada del
templo se desarrollan dos frisos, en parte incompletos. En el superior
se desarrolla el Apostolado con el Pantocrátor y los cuatro Evangelistas,
en el otro la Epifanía y la Anunciación.
En el interior del templo en la capilla de Santiago hay varias imágenes
marianas góticas, de entre las que destaca la imagen de Santa María
de Villasirga, gran Virgen de piedra obra del tercer cuarto del siglo
XIII que habría que relacionar con el taller que labró los magníficos
sepulcros que en este mismo espacio se conservan. Se trata de los sepulcros
del Infante don Felipe, hermano de Alfonso X el Sabio e hijo
de Fernando III el Santo, y del de su segunda esposa. En estos
sepulcros exentos y apoyados sobre leones, se representa cuidadamente
a los difuntos y en las cajas de ambos sepulcros se desarrolla todo
el cortejo funerario del día de su entierro, llamando la atención la
casi ausencia de representaciones religiosas. En esta capilla se guarda
el sepulcro gótico del caballero Juan Pérez, obra del segundo cuarto
del siglo XIV.
El retablo mayor está rematado por un magnífico Calvario gótico de hacia
1300, quizás el mejor de toda la provincia de Palencia. El retablo en
sí está compuesto por veintisiete tablas hispanoflamencas, atribuidas
al Maestro Alejo. El banco escultórico que soporta todo el conjunto
se ejecutó hacia 1560, atribuyéndose su realización al escultor Manuel
Álvarez. Preside el retablo mayor la imagen de Santa María de Villasirga
(s. XIII) obra gótica que se puede identificar con la imagen que tanto
loó en sus "Cantigas" el rey Alfonso X el Sabio, y de la que
tan devoto era el rey Sancho IV el Bravo.
Llegados a este punto conviene recordar que esta Tierra de Campos es
también terruño de grandes poetas antiguos: Rabí Dom Sem Tob o el Marqués
de Santillana en la vecina ciudad de Carrión de los Condes y de Alfonso
X el Sabio aquí, postrándose humilde ante la Virgen Blanca, talla
sedente de factura gótica y enigmática sonrisa cuyos milagros transmitieron
por todo el mundo ministriles y juglares, peregrinos o pícaros. Y es
que aunque el Rey Sabio escribió en cadencioso y dulce gallego sus loas
a la Madre de Dios, tiene más fe en la Virgen Blanca que en el venerado
Apóstol ya que en sus Cantigas dedica a la Virgen de Villasirga catorce
historias, a cuál más curiosa. En ellas pone el acento en remarcar que
los milagros que el Apóstol no quiso hacer junto a su tumba, los realiza
la Virgen cuando los peregrinos, de regreso, vuelven a recalar en Villalcázar
de Sirga.
Alfonso X recibió de sus padres, Fernando III el Santo y Beatriz
de Suabia, una esmerada educación tanto científica, como literaria y
militar, a decir de todos los cronistas. Hoy reconocemos a este Rey
como autor, inspirador o, al menos, inductor de no pocas obras de orden
Jurídico, Histórico, Científico y de mero pasatiempo o carácter Literario.
De entre estas últimas cabe destacar las "Cantigas de Santa María",
un total de 420 composiciones literarias conocidas también como "Loores
et Milagros de Nuestra Señora".
En clave jacobea habla en la cantiga número 217. En ella relata cómo
un Conde francés que recorría el Camino no pudo entrar en la Iglesia
hasta que se confesó; ya que era pecador empedernido. En otra, la número
218, nos cuenta de un pobre peregrino alemán paralítico, quien no fue
sanado tras su llegada a Santiago y su petición al Santo, de regreso
la Virgen obró el milagro de su curación. Idéntica historia se repite
en la cantiga 268, aunque en esta ocasión tiene a una noble señora de
Francia como protagonista.
Curiosa es la 355 en la que se narra como "... una mujer lasciva requiere
de amores a un casto mancebo cuando se dirigía éste, en solitario, por
el camino transportando un sillar para la iglesia que se estaba construyendo
a la Virgen. El mancebo no accede a las lúbricas pretensiones de la
mujer, y ésta, contrariada, le denuncia. Es condenado a la horca y ejecutado.
Pero cuando acuden a recoger el cadáver comprueban que está con vida.
Los ángeles, por indicación de la Virgen, han colocado, bajo los pies
del ajusticiado, el sillar que éste condujera para la construcción del
templo."
En
la número 227, una historia de moros. En ella se cuenta como la Virgen
libra a un Caballero, que había sido apresado por los infieles, haciéndole
invisible ante los guardias que le custodiaban. La 229 nos narra como
Santa María impide el acceso de los moros a su iglesia con intención
de destrozarla, dejándoles ciegos y paralíticos. Incluso, ampliando
el "campo de acción" la cantiga 313 cuenta cómo Santa María libró del
peligro a un barco en alta mar después de que los marineros recurrieron
a Nuestro Señor Jesucristo, San Pedro, Santiago, San Nicolás, San Mateo
y otros muchos santos y santas, para al final acordarse de la Virgen
de Vila-sirga.
Pero no sólo es arte religioso lo que hay en la población. En el orden
civil destaca el Palacio de los Condes de Villasirga, hoy convertido
en Casa Consistorial. Este edificio se ubica frente a la iglesia de
santa María. En su fachada aparecen varias cabezas góticas reaprovechadas
que miran desafiantes al edificio de enfrente. Su construcción se inició
a principios del siglo XVIII, finalizándose las obras, como ya se ha
dicho en 1713.
En cuanto a los edificios comunales, además del mencionado Ayuntamiento
existe también un antiguo pósito utilizado desde tiempos remotos como
panera o depósito de granos. En él la Administración Local guardaba
el grano procedente del pago de los impuestos satisfechos en especie
por los habitantes del lugar. Este edificio, que se conserva hoy en
plena plaza mayor y frente a la iglesia, se convirtió en el año Jacobeo
de 1965 en un típico mesón. Ligado al mismo desde el año de su apertura
y hasta su fallecimiento en abril de 2003, Pablo Payo, un hombre del
Camino, ha regentado este mesón, cuya continuidad está asegurada. Su
figura, con el atavío tradicional de los romeros antiguos, ha sido familiar
a todos los eventos que han tenido lugar en el camino francés, que ha
sabido animar con el mismo arte que ponía en atender a los peregrinos
que pasaban por su puerta. Justo es el título que el mundo jacobeo le
concedió: "Mesonero Mayor del Camino de Santiago".
Tras abandonar Villalcázar de Sirga el último tramo hasta Carrión, a
escasos seis kilómetros, discurre sobre una loma ligeramente destacada
del entorno que nos permite extender la mirada a un horizonte lejano
borrado por la calima, pero que nos regala, en las primeras horas de
los días claros, la visión de los perfiles cortados de la Cordillera
Cantábrica. Con la bella perspectiva de su silueta en el horizonte se
llega a Carrión de los Condes por un trazado que discurre rodeado
de cultivos de trigo y cebada que suben y bajan por el suave relieve
de la Meseta, donde una imperceptible elevación marca el cambio de vertiente
entre dos valles. Nuestro siguiente punto de parada es la más importante
ciudad del Camino en la provincia de Palencia. Desde lejos se atisba
que nos encontraremos con una ciudad grande, aunque mucho más lo fue
en el pasado cuando se dice llegó a tener 12.000 habitantes. Desde entonces,
su población se ha visto sensiblemente mermada con el discurrir del
tiempo hasta los poco más de dos mil quinientos vecinos con los que
cuenta en la actualidad.
Son varias las torres de las iglesias que se alzan sobre el perfil de
esta ciudad a la que muchos peregrinos elogian en sus relatos. Así,
el célebre clérigo francés Aymeric Picaud dejó constancia de sus impresiones
de esta zona en el "Códex Calixtinus" cuando dice: "Luego viene Karrionus
que es villa próspera y excelente, abundante en pan, vino, carne y todo
tipo de productos".
Aunque consta que existió una importante población romana su época histórica
más destacada y principal hay que datarla en los tiempos del medievo
como ciudad unida a la Corona de León, primero, y a la de Castilla,
después.
Es entonces cuando dentro de sus murallas se celebran importantes reuniones
de cortes y en el monasterio de San Zoilo algunos renombrados concilios.
Esta importancia se debe principalmente al poder predominante que tiene
la familia de los Beni Gómez como Condes de la Ciudad y Señores de una
amplia extensión que abarcaba lo que hoy es gran parte del centro de
la provincia.
Hijos de los terceros Condes de Carrión son los conocidos "infantes"
a quienes la Historia ha desacreditado extensamente tanto en el fondo
como en la forma al ser personajes ampliamente mencionados en la gesta
del "Cantar del Mío Cid". En este, de autor anónimo, se relatan la legendaria
boda de los infantes de Carrión con las hijas del Campeador, las afrentas
del Cid hacia los carrioneses en Valencia y el maltrato a las hijas
de éste por parte de los descendientes de los Condes. En definitiva,
toda una creación literaria de episodios fantásticos que carecen del
más mínimo rigor histórico.
Esta vinculación desde el nacimiento del Condado a la Corona se vio
ampliada en reinados posteriores, especialmente con el rey Alfonso VI.
La importancia de la ciudad en relación con la monarquía se ve aumentada
en tiempos de Doña Urraca, desposada con Alfonso I de Aragón el Batallador,
y cuyo matrimonio se caracterizó por la variabilidad temperamental de
ambos cónyuges, lo que motivaba continuas luchas civiles, siendo la
ciudad de Carrión escenario de muchas de ellas.
Esta continua presencia real en Carrión, que durante muchos años de
la Alta Edad Media recibe el nombre de Santa María primero y Santa María
de Carrión más tarde, no es única. Otros monarcas pasearon por sus calles
o habitaron en la ciudad durante largas temporadas, entre ellos: Alfonso
III, Fernando I, Alfonso VII, Fernando III, Sancho IV y Alfonso XI,
destacando que la última visita real fue la de Felipe III.
Importantes fueron los hospitales para peregrinos que hubo en la ciudad,
y que según todos los estudios ascendió a más de una docena. Algunos
de estos hospitales llegaron a tener reconocida fama y así lo hacen
constar multitud de documentos y relatos de peregrinos. Uno de los más
famosos fue el hospital de la Herrada, fundado por Don Gonzalo Ruiz
Xirón, Mayordomo Mayor del rey Alfonso IX de León, y que recibió el
hombre de La Herrada porque a su puerta, que coincidía con la senda
de los peregrinos, tenía siempre una herrada o cubo de agua fresca para
saciar la sed de los caminantes.
Tanta historia acumulada durante siglos tiene su reflejo en el rosario
de monumentos que el tiempo ha dejado todavía hoy en la ciudad; pues
aunque la trama urbana de Carrión no tiene el diseño medieval que debería
haber conservado, todavía podemos contemplar la cantidad y calidad de
monumentos que el tiempo nos dejó.
A la entrada de la Ciudad, siguiendo el recorrido del Camino de Santiago
que desde Villasirga nos acerca a Carrión, se encuentra la ermita
de la Virgen de la Piedad (s. XVI), de pequeñas dimensiones con
una sola nave, cubierta con artesonado de madera y bóveda de cañón en
la cabecera. Posee un arco triunfal gótico para remarcar el presbiterio
y una ventana de igual estilo que lo ilumina. Los soportales servían
como refugio de peregrinos al ser la primera edificación que se encuentran
al entrar al municipio.
El Real Monasterio de Santa Clara de Carrión es una de las fundaciones
más antiguas de clarisas en España. Puesto en pie por dos compañeras
de la Santa en el Palacio de Doña Mencía López de Haro, Reina de Portugal.
Su iglesia conventual es de una sola nave, con bóveda de cañón construida
en los primeros años del siglo XVII. El retablo mayor se colocó en 1619.
Es éste un retablo relicario que posee en su banco ocho bustos relicarios.
En el retablo colateral del lado del Evangelio se rinde culto a la mejor
escultura del monasterio: el Sagrado Corazón de Jesús o el Santo Cristo,
magnífica obra contratada a Gregorio Fernández. Al otro lado, una imagen
de Nuestra Señora de la Piedad, también de Gregorio Fernández de hacia
1620, y adosado a la pared el sepulcro de la Condesa de Osorno y esposa
de Gómez Carrillo, Doña Aldonza Manrique. Este sepulcro de alabastro
y piedra caliza del siglo XVI, se atribuye a Miguel de Espinosa. A los
pies de la iglesia, hay un bello frontis de azulejos de Talavera de
la Reina.
Muy aleccionadora es la visita al Museo del Monasterio. A través de
sus piezas quedan recogidos los ochocientos años de vida conventual
destacándose entre otras, los restos de un artesonado del siglo XIII.
La iglesia Parroquial de Santa María de las Victorias y del Camino
(B.I.C. desde 1931) es el templo más antiguo de Carrión actualmente
conservado. De estilo románico y de inicios del siglo XIII está relacionada
con varios monumentos de peregrinación, tanto franceses como españoles.
Su planta es similar a la de Jaca o Frómista, aunque la construcción
románica inicial ha sido agrandada con añadidos de épocas posteriores
y una profunda restauración en el siglo XVII que la salvó de la ruina.
Posee tres naves, crucero alineado en planta y cabecera, dos ábsides
semicirculares mientras que el central es recto, y varias capillas de
distinta época. La iglesia se dedica a la Virgen de las Victorias, título
que hace alusión a la derrota sufrida por los musulmanes cuando quisieron
cobrar el famoso y legendario "Tributo de las Cien Doncellas".
En relación con este tributo en Carrión se cuenta la leyenda de que
el rey Aurelio (768-774), tras proclamarse Rey de Asturias y con el
fin de conseguir la paz con los seguidores de Alá, condescendió en que
algunas doncellas de linaje noble fueran entregadas cada año a los moros.
Nació así el célebre "Tributo de las Cien Doncellas" que permaneció
vigente en los Reinos de Asturias y León hasta que el mismísimo Apóstol
Santiago participó activamente en la batalla de Clavijo en el año 884,
siendo rey de Asturias Ramiro I.
De este hecho singular quedan algunas representaciones artísticas y
literarias en el actual templo de Nuestra Señora de las Victorias o
del Camino en Carrión de los Condes. Así por ejemplo, en la parte inferior
de un cuadro de grandes dimensiones colocado en el retablo de uno de
los ábsides laterales del templo se recoge el siguiente texto que reproduce
el suceso:
"En tiempo del Rey Miramamolín le fue tributario del Rey Mauregato
de cuatro doncellas que tocaban a esta Villa y llegando al sitio con
los moros que las llevaban, se encomendaron a esta imagen de la Virgen
para que las librase de su cautiverio, lo que fue Dios servido por medio
de cuatro toros que se aparecieron, pues acometiendo furiosos a los
moros, les quitaron las doncellas y mataron la mayor parte de ellos,
quedando las doncellas solas y los toros en su guarda, hasta que los
vecinos las recogieron".
"Con el milagro quedaron las doncellas libres y esta villa exenta de
tal tributo y sucedió por las pascuas del Espíritu Santo y en estos
días hay dos procesiones y sermón desde el año 826".
Además de en el aludido cuadro sobre tabla, en la portada sur del templo
(que los peregrinos ven a su paso) los capiteles del lado izquierdo
hacen referencia a esta fabulosa leyenda. Este acceso iniciado hacia
1130 está flanqueado por dos pares de toros pareados a modo de ménsula
y que hacen referencia al milagro ocurrido con las doncellas. En recuerdo
de esta fabulosa historia se desarrollaron hasta mediados del siglo
XIX grandes y populares fiestas en las que, como relata en Maestro Ponz
en su célebre libro de viajes, se pronunciaban: "Tremebundos sermones
y claros disparates en relación con el hecho del tributo de las cien
doncellas" y, en la plaza junto a la Iglesia de Santa María,
"se corrían novillos y toretes".
Perdida esta fiesta, en los años finales del siglo XX se recuperó parte
de la tradición y se la vinculó al Apóstol Santiago. Así, en los días
cercanos a la festividad del 25 de Julio de cada año se desarrollan
una fiesta medieval de moros y cristianos por las calles y plazas de
Carrión, y la constitución de Cortes en el marco incomparable del refectorio
del Real Monasterio de San Zoilo.
Esta puerta sur a la que se ha hecho referencia al eludir al tributo
fue decorada por escultores de la escuela hispano languedociana. La
forman un gran arco de medio punto con arquivoltas figuradas. Está cerrada
por un friso escultórico que representa la historia de los Reyes Magos,
tema de peregrinación al ser los Magos de Oriente simbología de los
primeros peregrinos...
El obispo de Palencia, Fray Juan de Molino Navarrete, determinó derribar
en el siglo XVII la cabecera románica del templo y hacer una nueva,
momento aprovechado para restaurar todo el edificio y brindarnos su
actual aspecto. El retablo mayor es de estilo churrigueresco. Junto
al ábside, la imagen titular del templo es una obra de piedra, de estilo
gótico, de gran calidad y cuidada policromía. Frente a la imagen se
encuentra el Santo Cristo del Amparo, imagen gótica del siglo XIV, de
escuela alemana de las llamadas "renanas".
La iglesia de Santiago (B.I.C. desde 1931) fue edificada en el
siglo XII estando inicialmente adosada a la primitiva muralla de la
villa. Actualmente el edificio lo forman varias partes que responden
a épocas constructivas distintas, pudiéndose decir que es medieval el
muro hastial, la portada y la cabecera, formada por tres ábsides semicirculares
que han perdido su altura primitiva. La única nave, la sacristía y las
capillas laterales son obra del siglo XVI. La torre actual, que destaca
a este templo entre el caserío asfixiante de la calle de la Rúa, es
obra de 1765 aunque con una reforma drástica en su cubierta, que igualmente
ha afectado a todo el inmueble.
Sobresale por su interés artístico la fachada occidental, formada por
una puerta de arco de medio punto, con una arquivolta figurada, en la
que aparecen diferentes oficios y los gremios que tanta importancia
tuvieron en la Edad Media. Son veinticuatro figuras, veintidós de ellas
humanas y dos son leones. Esta arquivolta descansa sobre una columna
a cada lado, con fuste estriado en zigzag y dos capiteles historiados
con escenas y referencias al bien y al mal.
El friso de la parte superior, representa la Jerusalén Celeste, con
los Apóstoles y Cristo como Juez del Mundo en el final de los tiempos.
Centra el friso Cristo Majestad y los cuatro Evangelistas en su forma
antropomórfica: Mateo, el ángel; Marcos, el león; Lucas, el toro y San
Juan, el águila. El apostolado que se desarrolla en el friso, con seis
Apóstoles en cada lado, ha sido sin duda alguna la parte más perjudicada
de toda la fachada. El lado izquierdo es el mejor conservado, las figuras
se encuentran más completas y conservan los arcos trilobulados originales
que las enmarcan.
El Museo de Arte Sacro instalado en su interior agrupa de un modo muy
peculiar diferentes piezas procedentes de diversas iglesias que hubo
en Carrión y que hoy han desaparecido. La ciudad llegó a contar con
doce parroquias y una veintena de templos.
Al hilo de la descripción de la iglesia de Santiago resulta de interés
traer a colación la tradición que relata la existencia en la periferia
del Camino palentino, concretamente en Paredes de Nava (cuna de ilustres
creadores como Jorge Manrique y Pedro Berruguete) y exactamente en el
museo ubicado en el interior de la iglesia de Santa Eulalia de un relicario
del siglo XV que tiene adosado a su tapa la costilla de Santiago el
Mayor. En su inscripción se lee: "Aquí está una costiella del apostole,
santiago el mayor, ésta costiella estaba en la capiella de les Angeles
de Oviedo, con las reliquias que ahí están, de don fernando, fiyio del
conde don alfonso progó mucho al obispo don guillem, que se la diese...
el diosela". Al menos, ante la posible duda sobre la veracidad de
los restos conservados en la tumba apostólica compostelana, y siempre
según la tradición, en estas tierras de Palencia se custodia aunque
sea a la vera del Camino la costilla... la segunda del lado derecho
del hijo del Zebedeo.
Fuera del itinerario que siguen habitualmente los peregrinos se localizan
otros interesantes edificios religiosos que bien merece la pena visitar.
El peregrino que continúe por la Calle de la Rúa, peatonalizada recientemente
al igual que la Plaza Mayor y la Calle de Santa María, y después de
quedar admirados por el inigualable Pantocrátor de la iglesia de Santiago
del que se ha dicho que recuerda la serenidad del Cristo de Chartres
y anticipa la majestad del esculpido por el maestro Mateo en Santiago
de Compostela, se encontrará a la derecha con una plaza que da acceso
a la plazoleta de San Julián en donde se localiza el templo de la misma
advocación.
La iglesia de San Julián es una de las más antiguas de la ciudad.
El templo se reedificó de nueva planta gracias a la munificencia de
Don Hernando de Berrio y Ribera, que fue Maestre de Campo de su majestad
y Regidor perpetuo de Panamá. El interior se cubre con bóveda
de cañón con lunetos y cúpula sobre el crucero. Posee en la fachada
los escudos de los patronos del templo y la figura del santo titular
en madera. El retablo mayor y los dos colaterales son de estilo barroco,
formando un soberbio conjunto. Las esculturas de los tres retablos fueron
contratadas en 1706 a Pedro del Mazo Vélez.
Mientras se remonta la Calle de Esteban Collantes se contempla la torre
de la iglesia parroquial de San Andrés Apóstol, edificio religioso
conocido como "La Catedral de Carrión de los Condes". Es esta
una de las parroquias más antiguas de la ciudad, aunque el edificio
actual fue construido a lo largo del siglo XVI. Sus tres naves quedan
cubiertas a la misma altura, con separación de pilares cilíndricos que
dividen el interior en cinco tramos, salvo en la capilla mayor que es
ochavada.
Desde la misma Plaza de San Andrés hasta la iglesia de Nuestra Señora
de Belén se pasará por delante de la ermita de la Cruz, sede
de la Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz encargada de organizar
los desfiles procesionales de la Semana Santa local. El edificio actual,
asentado sobre el solar que ocupó la Sinagoga y el antiguo Hospital
de la Cruz, conserva en parte la fisonomía original que queda un tanto
desfigurada por varias construcciones posteriores. Casi por milagro
conserva parte de su artesonado estrellado original. La actual Ermita
de la Cruz es obra del siglo XVII, con una ampliación del XIX.
Por lo que respecta a la iglesia de Nuestra Señora de Belén,
es una construcción de piedra y ladrillo de finales del siglo XV, aunque
se continúa trabajando a lo largo de los siglos XVI y XVII. El edificio
actual se asienta sobre la zona del primitivo barrio de la Castillería.
El retablo mayor es renacentista, del siglo XVI. Dotado de una profusa
ornamentación, nos muestra la obra de dos escultores distintos. Posee
ocho pinturas al óleo sobre tabla, de influencia flamenca. En el coro
bajo merece la pena destacar varios lienzos entre los que sobresale
por su calidad San Miguel, copia de un original de Guido Reni.
Retomando el trazado habitual y después de salvar el cauce del Carrión
se asoma una frondosa chopera que sin solución de continuidad nos conduce
hasta el Monasterio de San Zoilo, prestos ya a abandonar la ciudad.
El Real Monasterio de San Zoilo (B.I.C. desde 1931), en su origen de
San Juan Bautista, pudo erigirse ya en el siglo X. En 1076, la condesa
Teresa dona el monasterio a Cluny. La construcción fue ordenada por
la propia Condesa, quien también mandó levantar el hospital del monasterio.
Los sepulcros de esta Condesa, de su marido Gómez Díaz y de alguno de
sus hijos reposan hoy a los pies del templo junto con otros de diferentes
personajes.
Lógicamente, un monasterio tan antiguo y poderoso reformó su casa en
múltiples ocasiones, sobretodo en los siglos XVI, XVII y XVIII. La parte
más antigua actualmente conservada es la portada románica que da acceso
a la iglesia, aparecida durante unas obras en 1993.
En el siglo XVI se construyó un gran claustro procesional, obra renacentista
iniciada en 1537 por el arquitecto Juan de Badajoz "el Mozo", finalizándose
el claustro en 1604. A lo largo de todo ese tiempo trabajan en el mismo
distintos arquitectos y toda una pléyade de escultores. El claustro
bajo se concluye en el año de 1577. Esta es una de las grandes obras
Benedictinas recogiéndose en sus bóvedas la genealogía de Jesucristo
según San Mateo, iniciada con los primeros padres: Adán y Eva, y con
la representación, entre otros, de los Condes refundadores del Monasterio.
El programa iconográfico de las bóvedas se completa con la representación
de toda la descendencia espiritual de San Benito.
En el siglo XVII se renovó totalmente la iglesia erigiéndose la actual
de enormes proporciones, sobre los restos de la románica y respetando
partes de lo anteriormente construido como la base de la torre románica
y el perímetro del antiguo edificio románico. Al exterior del templo,
llama poderosamente la atención la fachada principal de la iglesia,
obra de dimensiones catedralicias atribuida al arquitecto palentino
Felipe Berrojo. En el interior y presidiendo el presbiterio el retablo
mayor de la iglesia de Santa María de Arbís de Baquerín de Campos, fechado
hacia 1647 y realizado por un seguidor de Gregorio Fernández.
El tramo del Camino que va desde Carrión de los Condes hasta el límite
de la provincia de Palencia con la de León no difiere en mucho de lo
relatado hasta ahora. En lo histórico, continuamos en unas tierras que
durante el medievo pertenecen a la Corona leonesa. No obstante, la vida
y el desenvolvimiento histórico de estos pueblos estuvo siempre más
cerca del Reino de León que lo que lo estuvieron los territorios junto
al río Pisuerga que, aunque leoneses en lo político, habían sido lugares
en los que la repoblación y su consiguiente consolidación estuvo más
vinculadas al condado de Castilla.
En cuanto al paisaje y a los elementos que lo constituyen, pocas diferencias
con lo visto si exceptuamos que su recorrido se hace mucho más monótono
y que salvo en algunas localidades muy puntuales el resto carece de
la riqueza artística que hemos podido encontrar en los kilómetros anteriores.
Seguramente por eso, en los relatos de peregrinos, ya sean o no medievales,
se indica que este es un tramo a recorrer a toda prisa; no se deja en
ellos constancia especial sobre hechos o recuerdos, convirtiéndose el
trazado en una carrera hasta llegar a las villas de mayor tradición
jacobea y con mejores infraestructuras.
Después de abandonar Carrión se nos ofrecen dos posibilidades: recorrer
el itinerario más tradicional por los caminos milenarios que se utilizaron
desde la época romana o el que los hombres del progreso diseñaron a
base de asfalto y denominaron como Carretera Nacional. En la actualidad
la elección no ofrece dudas. Los viejos caminos de piedra y tierra para
los peregrinos y los asfaltados, que seguidamente reseñamos, para turistas
y viajeros de costumbres rápidas.
Este camino para turistas y viajeros discurre por la Nacional 120 y
nos acerca primero, tras seis kilómetros de recorrido, al municipio
de Calzada de los Molinos. Este enclave se sitúa a las orillas
de un pequeño riachuelo, el Izám, curso fluvial que posiblemente tomó
el nombre de la vía romana o calzada que no pasa por la población sino
por el término municipal que, según la historia, fue lugar de behetría
de Don Juan Alfonso y que aunque posiblemente no recibió muchos peregrinos,
al utilizar éstos la senda romana, sí que recogió el espíritu jacobeo
al dedicar su iglesia a Santiago Apóstol. En el interior del
templo, el centro del retablo está ocupado por un gran altorrelieve
de Santiago Matamoros al que la tradición local quiere ver vestido con
ropas "moras".
La horizontalidad de la meseta se deja sentir con toda su inmensidad
cuando se recorre en coche esta carretera que nos lleva seguidamente
hasta Cervantes de la Cueza, una localidad sin excesivo interés
histórico-artístico; pues de sus antiguos templos casi nada queda. Tan
sólo un vago recuerdo de su esplendor perdido y las dos torres de
ladrillo de las antiguas iglesias parroquiales de Santa Columba
y San Miguel que luchan por permanecer en pie. Es el ladrillo el elemento
constructivo que con mayor frecuencia veremos en estas tierras del Camino
para la construcción de este tipo de edificios. La nueva iglesia
parroquial de Santa Columba y San Miguel se construyó a mediados
de siglo XX, gracias al patrocinio de la República Argentina al ser
oriundo de esta localidad el padre del General San Martín, libertador
de Argentina y héroe de Sudamérica, y conservarse La Casa del General
San Martín (B.I.C. desde el 2000) convertida en un recoleto Museo.
Esta nota sentimental para los latinoamericanos en general, y particularmente
para los argentinos, es el único acento destacado del lugar.
Mucho
más interesante es la pequeña localidad de Quintanilla de la Cueza,
situada unos kilómetros más adelante por la Carretera Nacional 120,
la misma por la que venimos transitando desde Carrión. La relevancia
de este pequeño enclave se debe a que en su término municipal se asienta
la Villa Romana de la Tejada, uno de esos "fundi" del
siglo II cuya etapa de esplendor habría que fijarla a mediados del siglo
III, finales del siglo IV de nuestra era, decayendo ya en el siglo V.
Dentro de su caserío destaca su iglesia parroquial de la Asunción,
templo en el que son muy notables sus espléndidos artesonados mudéjares
y su retablo de pinturas renacentistas.
Este mismo itinerario nos puede llevar a Calzadilla de la Cueza y desde
allí unirnos al tramo más tradicional del Camino Francés. Pero también,
se puede viajar por una serie de pueblos por cuyas carreteras comarcales
- aquí no hay caminos de peregrinación - enlazar con Sahagún, ya en
la provincia de León. Este itinerario pasa por: San Román de la Cuba,
Pozo de Urama, Villada y Pozuelos del Rey, en la provincia
de Palencia, y Grajal de Campos, en la de León.
Después de viajar por este camino alternativo volvemos al itinerario
más tradicional, hecho a base de camino de piedra y tierra desde Carrión.
Pese a lo que pueda parecer, el viejo camino romano y medieval es más
corto que el trazado con planos y modernas técnicas, lo que viene a
demostrar que no siempre lo que consideramos más moderno es lo más útil.
Fue, desde tiempos muy remotos, la vía por donde discurrían gentes,
comerciantes, legiones, guerreros y peregrinos.
Este es seguramente uno de los tramos más característicos de todos cuantos
veremos por la ruta Jacobea. Hay quien lo identifica, como ya se ha
dicho, con el ejemplo de la monotonía del paisaje. Otros, sin embargo,
lo señalan como el tranco más característico de lo que entendemos como
el horizonte rectilíneo de la estepa castellana, y todos lo entienden
como el símbolo, que aunque duro de recorrer por la ausencia casi total
de arbolado, es imprescindible para entender el "tópico" de la meseta
castellana, incomprensible si no se recorren esta docena de kilómetros
totalmente ascetas, desprovistos de todo.
Además, hay que señalar que este es un espacio único para el recogimiento
nocturno y la observación de las estrellas. En ninguna otra zona como
en ésta nos imbuiremos de un Camino de Santiago hecho tierra bajo los
pies y Vía Láctea en el cielo. La carencia de poblaciones y, por ello,
la falta de luz y brillos lo convierten en un observatorio ideal, en
una oportunidad única que pocas veces se nos presentará de nuevo. Este
tramo jacobeo es para recorrerlo de noche o en las primeras luces de
la mañana..., o cuando el sol se pone en las últimas horas de la tarde.
Una puesta de sol en estos campos, sólo es comparable con las que encontraremos
en Finisterre. Al fin y al cabo es la misma estampa de la muerte del
Sol: en Galicia porque el astro rey se precipita en el mar y aquí porque
se retira a acostarse en el mar de campos que es esta tierra.
A tan sólo cuatro kilómetros de Carrión la historia nos relata la vida,
ciertamente brillante, de la Abadía de Benevívere y del Priorato
u Hospital de San Torcuato. Para llegar hasta allí hay que tomar
primero la estrecha carretera local que conduce a Villotilla, entre
cultivos de trigo, cebada y maíz regados por canales que no llevan casi
agua pero que permiten el crecimiento de largas espadañas.
Las características de la zona fueron bien tenidas en cuenta para que
en el año 1169 D. Diego Martínez Sarmiento de Villamayor se decidiera
a fundar una Abadía que abrazó las reglas de la Orden de San Agustín
y que fue generosamente dotada por este Conde y mayordomo del rey Alfonso
VIII. Tuvo espléndida vida hasta los tiempos de la Desamortización que
acabaron con el monasterio y el hospital, y sumieron en el abandono
a unos edificios que debieron ser muy notables. Las últimas piedras
de sillería de este complejo monacal fueron desmontadas y utilizadas
para la construcción del Ayuntamiento de Carrión a finales del siglo
XIX.
Tras atravesar un soto denso con avellanos en donde se puede sorprender
a algún pito real trepando por los arrugados troncos de algún álamo,
se avanza por un paisaje llano de líneas horizontales, por la senda
conocida como "parva de peregrinos". Ésta no es más que un camino recto,
recto, recto, cuyo final se pierde en el horizonte. Un espacio de campo
raso, donde todo es horizonte y los únicos elementos verticales en el
terreno son algunas oscuras encinas aisladas y las choperas que se dejan
atrás, en la vega del río Carrión. Ante el peregrino se extiende la
cinta parda y rectilínea de la pista por la que se pierde el Camino
en el horizonte a través de terrenos amarillos uniformes y donde los
jacobitas pisarán la misma vía que un día los romanos construyeron como
camino hasta Astorga. A través del páramo cerealista, lejos de todo
asentamiento humano, este recorrido por Tierra de Campos puede depararnos
la sorpresa de avistar al ave más representativo de los medios esteparios:
la avutarda. Pese a su gran tamaño no es fácil dar con ellas en la inmensidad
de los cultivos. La mancha blanca que lucen sobre el ala y su pausado
aleteo nos permiten distinguir esta especie protegida si se atisba un
bando en vuelo.
El sacerdote de Bolonia, Doménico Laffi, y su amigo y pintor Doménico
Codici hicieron el Camino de Santiago hacia 1670. El testimonio escrito
de este peregrino italiano se ha convertido es una de las fuentes del
Camino. Sobre el trazado jacobeo que venimos describiendo dejó escrito
lo siguiente: "... tan pronto como desayunamos marchamos, y al salir
de Carrión, encontramos un gran convento, donde dan la vianda de Pan
y de Vino a los peregrinos. Recibida ésta, caminamos por un gran arenal
todo cubierto de langostas, por cuya causa a penas podíamos avanzar
por la campiña. Encontramos cuatro setas de enorme tamaño, que si se
cuenta no se cree, porque pesaban cuatro libras. Las cogimos y nos dirigimos
a Cascadegia, alejada cuatro leguas, pues ya era tarde. Como llegamos
de noche no encontramos alojamiento por lo que fue necesario quedarnos
en el campo, pero estuvimos contentos con los alemanes que iban con
nosotros."
Tras
el discurrir por esta peregrina o aventurera parva en la que Laffi recogió
tan enormes hongos, cuando el trazado parece no tener fin y oculto por
una depresión del terreno, que no se aprecia hasta que no se está literalmente
dentro de él, llegamos al pueblo de Calzadilla de la Cueza que
se convierte así, ante todo, en refugio de peregrinos cuyo término ya
aparece citado en varios documentos medievales. El municipio es mencionado
también en varios relatos de peregrinos que le sitúan con exactitud
a medio camino entre Carrión y Sahagún.
No serán pocos los que piensen que la atribución del nombre de Calzadilla
se debe a la senda de los peregrinos. Ciertamente no es así, el nombre
lo recibe de la Calzada Romana o Vía Aquitana a cuya vera nació el pueblo.
Marta Herrero de la Fuente recoge en la Colección Diplomática del Monasterio
de Sahagún como ya en el año 984 se cita a Calzadilla: "In villa
quam dicunt Calzadella in territorio de Carrione en valle de Quoza".
Por entonces no había aún Camino de Santiago, ni peregrinos.
Su traza urbana es bien sencilla. El pueblo no es otra cosa que unas
pocas casas erigidas a lo largo de una calzada romana convertida en
la Edad Media en Camino de Santiago. La iglesia parroquial
de San Martín se sitúa en el noroeste del pueblo y posee una única
nave dividida en tres tramos cubiertos con bóveda de arista y cúpula
rebajada en el crucero. Lo más sobresaliente de la misma es su retablo
mayor, obra del segundo tercio del siglo XVI, de un discípulo de Juan
de Juni, quizás Angés o Manuel Álvarez. Este magnifico retablo renacentista
no fue un encargo de esta humilde parroquia, sino que procede de la
capilla del desamortizado Hospital de Santa María de las Tiendas. Es
muy interesante un gran lienzo de la Virgen del Carmen y las Benditas
Ánimas del Purgatorio, obra del escultor y pintor palentino Mariano
Lantada Guerra.
Dejado atrás Calzadilla continúa el itinerario por un valle más estrecho,
cerrado por dos lomas laterales de robles achaparrados y por cuya vega
discurre el río Cueza. Enseguida se pasa frente a los exiguos restos
del monasterio de Santa María de las Tiendas, del que apenas se conserva
la fachada de su iglesia englobada en una alquería, morada de una pareja
de cernícalos. Junto a la carretera nacional y a la senda habilitada
para los modernos peregrinos se mantienen en pie con enorme dificultad
estas edificaciones que son el recuerdo, sólo el recuerdo, de lo que
fue el Hospital del Gran Caballero o de las Tiendas, hoy finca
de Santa María de las Tiendas.
Nuestro peregrino italiano Laffi da cuenta en su relato de la buena
acogida que se le dispensaron en el siglo XVII en este lugar dejándonos
escrito lo siguiente: "A la mañana seguimos avanzando por aquel arenal.
A pocas leguas de la tierra de donde partiéramos encontramos un hospital
muy rico y grande que se llama Hospital del gran caballero donde dan
la vianda a los peregrinos de pan y vino y carne, que en este lugar
se da en abundancia por la gran cantidad de ganado que tiene. Nos dieron
también dos requesones y un mollete a cada uno, y de beber...".
El curioso apelativo de las Tiendas hay que localizarle en un diploma
del año 1222 en el que se menciona como: "Hospitali Ordinis Milicie
Sancti Jacobi quod dicitur las Tendas de Bernardo Martini". En otra
referencia del año 1302 aparece como nombre del hospital el de Las Tiendas
de Bernal Martín.
A este Bernardo Martín le debemos esta fundación que nos es conocida
por la exención del pago de tributo, impuesto o pecho que otorga el
rey Alfonso VIII en el año 1182. Ocho años más tarde adquirió gran fama
al pasar a la Orden de los Caballeros de Santiago cuando les fue donado
por su fundador con el beneplácito del Rey. La Orden ostentará la propiedad
hasta la desamortización del siglo XIX. Esta Orden puso pronto al frente
del hospital a un comendador. El mismo prior de la Casa Central de Uclés
ordenará en 1211 cómo se han de distribuir las rentas del hospital:
cuánto percibirán los clérigos de su iglesia y el comendador y cuánto
se destinará a atender a los peregrinos y a los pobres.
La desamortización convirtió el Hospital en una finca agrícola de propiedad
privada. Desde entonces mantuvo, con importantes modificaciones, unos
edificios que desde hace unos años han sido totalmente abandonados para
presentar hoy una lamentable ruina pese a los intentos fallidos de hace
unos pocos años de recuperar los inmuebles para su uso como Centro Jacobeo
de ayuda al peregrino.
Después de revivir el recuerdo glorioso del pasado un poco más adelante
alcanzamos el pequeño núcleo de Ledigos. Antes, en los campos
del lado opuesto de la carretera todavía se conservan algunos palomares
de adobe, de planta circular, con los tragaluces para la entrada y salida
de las aves y característicamente pegados al alero del tejado. Por lo
que respecta a nuestro siguiente lugar de parada decir que esta pequeña
población pertenecía en su tiempo al Obispado de León, aunque su iglesia,
la única que ha habido desde siempre en el lugar, estaba vinculada a
la Mitra Compostelana en el siglo XIII. Esta situación de dependencia
nace allá por el año 1028 cuando Doña Urraca, madre del rey Bermudo
III de León, ofreció el lugar al apóstol Santiago. El ofrecimiento comprendía
edificios, palomares, prados, viñas y todas las posesiones. La confirmación
de la donación la hace Alfonso VII y, más tarde en el año de 1218, Fernando
III el Santo eximió a esta villa de Ledigos de todo pecho y servicio,
encomienda o cualquier pago que no fuese para la Iglesia de Santiago
de Compostela, representada por el Arzobispo y el Cabildo.
Con tales antecedentes históricos parece lógico que su templo parroquial
esté dedicado al apóstol Santiago. Es esta una iglesia de una única
nave, cubierta con bóveda de arista y cúpula ciega en el presbiterio.
A los lados del mismo hay dos capillas cubiertas con bóvedas de arista
con yeserías barrocas. Su retablo mayor es rococó y posee tres esculturas
dieciochescas de San Antón, San Antonio de Padua y Santiago Peregrino.
Se complementa con una imagen mariana del siglo XVI y una pintura sobre
la Dormición de la Virgen en el ático.
La tradición hospitalaria se reduce a una institución dedicada a San
Lázaro, que no debió ser muy importante. Ya en el año 1752 consta que
se encontraba en ruinas, lo que motiva que se ordene su demolición,
argumentándose que la atención a los peregrinos y a cualesquiera otros
que atendiese la institución podía muy bien ofrecerse en el de las Tiendas,
unos kilómetros atrás, o en el de San Nicolás, unos kilómetros más adelante.
Seguimos avanzando por un terreno irregular, de relieves suaves que
permiten extender los labrantíos a todas las laderas. Hasta no hace
mucho en esta zona se podían encontrar algunos viñedos, que rompían
la monotonía cerealista. El espacio que antes ocupaban las cepas ahora
arrancadas se dedica al trigo y a la cebada, los principales cultivos
agrícolas de estos lares por su gran resistencia al frío y a la sequía,
con algún que otro intervalo de parcelas plantadas con avena y girasoles.
Terradillos de Templarios es nuestro siguiente lugar de parada.
Sabemos que el Camino de peregrinos propiamente dicho no pasaba por
el pueblo, sino por sus cercanías en donde se han localizado lo que
fueron dos despoblados que sí corresponden al itinerario jacobeo: el
de San Juan y el del Convento de los Templarios.
El primero, situado al borde de un arroyo, aparece citado en algunos
itinerarios de peregrinos del siglo XVI y todavía es mencionado por
Doménico Laffi en el año 1676, para a partir de entonces irse despoblando
hasta desaparecer por completo sin que en la actualidad quede ningún
resto. El otro se vincula a los Templarios al ser este enclave lugar
de la Orden del Temple desde el año 1191. Este núcleo, aunque abandonado
por la Orden Templaria, mantuvo en pie algunas instalaciones hasta que
comenzara su decadencia a partir del XVII. Aunque a día de hoy nada
se conserve se sabe que hasta mediados del siglo pasado quedaban algunas
pocos restos visibles a un kilómetro al sur del actual caserío.
En este pueblo enclavado en la zona de la Cueza palentina muchos son
quienes se han preguntado por la significación de su apellido y su vinculación
con la famosa Orden del Temple. Se antoja, por tanto, este punto del
trazado ocasión propicia para narrar una leyenda de sabor europeo, porque
de más allá de nuestras fronteras peninsulares nos llegó este legado
de cultura popular, que tiene relación con el viejo Camino de Santiago
a su paso por Palencia.
Históricamente nadie discute que los Templarios, conocidos como los
monjes guerreros, fueron los motores de la evolución espiritual de su
tiempo y cuyo declive estuvo condicionado por los fines universalistas
y teocráticos de su ideario. Esta Orden nacida en Palestina por obra
de franceses se convirtió rápidamente en una fuerza multinacional que
tomó Europa como meta inmediata y España como centro vital de su proyecto
universal. El devenir histórico de los reinos hispánicos estuvo marcado
por los casi doscientos años de presencia templaria en los mismos.
En nuestro pueblo de Terradillos existía una pequeña bailía templaria
de signo rural y por tanto nada guerrera y que no representaba para
esta Orden otra cosa que no fuese las rentas agrarias que proporcionaba
para el sustento de sus miembros destinados en sus castillos.
Cuenta la leyenda que cuando Felipe IV, Rey de Francia, decreta la expulsión
de los Templarios y por toda Europa se extiende como una mancha de aceite
la abolición de la Orden su último Gran Maestre, Jacques de Molay, se
salva de morir en la hoguera porque en el último momento otro caballero
ocupa su sitio y Molay decide, disfrazado de peregrino, recorrer desde
Francia el Camino de Santiago para librarse de una muerte cierta.
Más de mil kilómetros anduvo Jacques de Molay confundido entre los miles
y miles de peregrinos que recorrían por entonces la Ruta Jacobea con
destino a Santiago de Compostela. Bien se guardó de decir a nadie quien
era y sólo llevaba como principal pertenencia una gallina a la que alimentaba
y cuidaba como si de su propia vida se tratase. Después de largo tiempo
llegó hasta Terradillos de Templarios, un pequeñísimo pueblo perdido
en las tierras de la Cueza palentina, allí supo que sus hermanos habían
abandonado hacía ya tiempo el lugar para evitar ser pasados a cuchillo
como les había sucedido a la mayoría de los pertenecientes a la Orden
Templaria.
Pensó que era buen lugar este pequeño pueblo, olvidado prácticamente
por todos, para pasar el resto de sus días y así lo hizo. Pobremente
vivió muchos años y cuando ya muy viejo le llegó la hora de la muerte
decidió matar a la gallina que había sido su compañera.
De todos seguramente es conocido que una de las acusaciones que se formulan
contra la Orden Templaria fue el enorme poder que llegaron a acumular
tachándoseles de alquimistas, de haber hecho posible convertir el metal
en oro y ser poseedores de la "Gallina de los huevos de oro". Esa gallina,
compañera en el último viaje del Gran Maestre de la Orden del Temple,
se encuentra enterrada según la tradición en las tierras palentinas
de Terradillos de Templarios.
Cuenta la leyenda que en los últimos momentos de la vida del Gran Maestre
anunció una profecía: "Que en la tarde de un día cualquiera cuando
un gallo cante tres veces y el sol se ponga en el lugar dónde el sol
muere está enterrada la gallina, que resucitará a las manos de quien
la encuentre si éste conserva el espíritu que guió a los Templarios".
A través del tiempo han sido muchas las gentes que se han acercado hasta
el pueblo de Ledigos, que dista a sólo unos pocos kilómetros de Terradillos,
para desde el altozano allí existente ver morir el sol y escuchar el
canto de los gallos. El problema es que cuando el sol muere en el horizonte
de la Tierra de Campos castellana es tal el espacio que éste ocupa que
se hace ciertamente imposible localizar el sitio concreto dónde desde
hace 689 años (en 1312 se suspende la Orden en el Concilio de Vienne)
una gallina convertida por los alquimistas del Temple en la gallina
de los huevos de oro descansa en paz según narra la leyenda.
Su iglesia parroquial de San Pedro es un discreto templo de ladrillo
-algo que comenzará a ser lo habitual en esta zona del Camino- con una
única nave en la que el presbiterio queda remarcado por un arco triunfal
de medio punto, que resalta sobre el cielo raso que cubre el templo.
De su reducido interior destaca una imagen gótica del siglo XIV de Cristo
Crucificado.
Este rosario de pueblos en los límites territoriales de la provincia
de Palencia son lugares de escasa presencia vecinal, con templos sencillos
y de pocas cuando no ninguna referencia hospitalaria y de escasa documentación
histórica. En el caso de Moratinos lo único que queda reflejado
en los viejos documentos es que este lugar fue donado al monasterio
de Sahagún. Donación ratificada en varias ocasiones como en tiempos
del rey Alfonso VIII o a mediados del siglo XIV, en que se sabe que
el pueblo pertenecía por mitades al monasterio de San Facundo y San
Primitivo de la cercana localidad de Sahagún y a particulares.
El reducido templo parroquial de Santo Tomás está construido
en ladrillo, cuenta con una única nave de cubierta plana y con cúpula
rebajada sobre el presbiterio.
Por lo que respecta al pueblo de San Nicolás del Camino sabemos
que existía en la segunda mitad del siglo XII. Probablemente su fundación
no es mucho más antigua y, más por tradición popular que por documentación
propia sobre el particular, sabemos que hubo un hospital de peregrinos
bajo la advocación de San Nicolás junto al cementerio. El municipio
estuvo unido a la Orden de los Templarios hasta que en el año 1183 ésta
le permuta por otras propiedades con el consentimiento del rey Alfonso
VIII.
La iglesia de San Nicolás Obispo, construida en ladrillo, posee
una única nave cubierta con bóveda de cañón con lunetos y cúpula rebajada
sobre el crucero que no se traspasa al exterior quedando por ello ciega.
De entre sus retablos barrocos, destaca el mayor, obra dieciochesca
que cobija la imagen del santo titular que da nombre también al pueblo:
San Nicolás.
En San Nicolás abandonamos la provincia de Palencia y entramos en la
de León. Pocos kilómetros nos separan del primer núcleo poblacional
leonés y ciudad importante en la historia del Camino de Santiago, Sahagún.
Ángel Luis Barreda