Plasmar en unas palabras introductorias la profunda reflexión que suscita
el Camino de Santiago a cuantos se deciden a emprenderlo es algo ciertamente
difícil.
En los albores de este nuevo milenio, buena parte de la Humanidad se encuentra
confusa e inquieta porque no ha encontrado la respuesta a muchas de sus dudas,
ni ha conseguido articular formas tolerantes de convivencia. De esta manera,
un creciente número de personas, de todo tipo y condición, buscan el reencuentro
con el mundo del espíritu, persiguiendo aliviar desengaños, esperanzas rotas
o ilusiones perdidas. La Ruta Jacobea aparece como uno de los recursos preferidos
para ello.
La fe y la esperanza, la ilusión y la alegría, la satisfacción espiritual, en
suma, acompañan a los peregrinos a Compostela. La gran realidad del “homo viator”,
del “hombre viajero”, es protagonizada por el peregrino al caminar con la pupila
abierta y el alma tensa, suspirando por un encuentro que le proporcionará alegría,
paz interior y convivencia con sus hermanos.
El peregrino que camina en espíritu y verdad testimonia que no hay camino sin
meta, ni meta sin encuentro. Peregrinar es encontrarse y encontrarnos personalmente
con unas realidades interiores que salen desde los misteriosos caminos del alma.
Por ello, no resulta extraño que el Cronista Americ Picaud dijera, hace ya setecientos
años, que “todos los que a Santiago llegan tristes, pronto se vuelven alegres,
como poseídos por una fuerza que brotase directamente de su interior”.
Este profundo significado del Camino se hace muy presente en Castilla y León,
en cuanto comunidad que mayor trayecto acoge de todas las rutas que conducen
hasta Compostela.
Viniendo desde la profunda Europa, desde Belorado hasta Villafranca del Bierzo,
o llegando desde el luminoso Sur, a través de la milenaria Ruta de la Plata,
Castilla y León se empapa de historia y de pasos peregrinos que la han recorrido
durante siglos, como lo van ha seguir haciendo, para postrarse ante el Apóstol.
Por ello, asumimos el Camino de Santiago como una de las mayores riquezas culturales
que Castilla y León posee, en una tierra ya de por sí pródiga en este tipo de
bienes a, a través del mismo, queremos expresar una mas que firma apuesta para
preservar nuestras más importantes señas de identidad – lengua, cultura y patrimonio
– y para asumirlas como uno de los puntuales de nuestro desarrollo.
Naturalmente, conseguir esto implica hacerlas accesibles a todos, sin excepción.
Así, todos los miembros de nuestra sociedad deben tener la posibilidad de acceder
a las experiencias que implica la Ruta Jacobea y cualquier esfuerzo centrado
en conseguirlo habrá de ser forzosamente bien recibido.
En este claro empeño, la atención a las personas con discapacidad debe ocupar
un lugar preferente. 2003 ha sido el año dedicado a ellas y nos ha servido como
importante acicate para una reflexión profunda sobre su papel social. Quizás
la más importante de estas reflexiones sea la que afirma la necesidad de una
completa integración de este colectivo en una sociedad que queremos que sea
avanzada y solidaria.
Integración social, integración laboral e integración docente, desde luego;
pero también integración personal que permita el enriquecimiento de su vida
a través del pleno acceso a la formación, al ocio, al turismo y a la cultura.
Desde estos planteamientos, el proyecto promovido por Ibermutuamur para facilitar
la participación de las personas con discapacidad en la rica experiencia jacobea
me parece realmente encomiable. Encomiable no sólo por el objeto del mismo,
sino por el ejemplo de iniciativa social que demuestra y que refleja el verdadero
dinamismo de una comunidad.
Y es que las iniciativas solidarias de los grupos sociales ajenos a los poderes
públicos forjan la modernidad, expanden la cultura política y social y refuerzan
el protagonismo de la persona para decidir voluntariamente su destino, lo que
contribuye a transformar y a hacer avanzar la sociedad.
Si queremos conseguir que tal sociedad sea realmente para personas, debemos
construir sus bases en las relaciones, en la iniciativa de los diferentes sectores
que la integran, en definitiva, en su dimensión humana, de manera que nadie
pueda sentirse excluido, porque todos se consideren parte de un mismo proyecto
de convivencia.
Por todo ello, Castilla y León comparte plenamente la voluntad de integración
de las personas con discapacidad en la experiencia jacobea que Ibermutuamur
ha puesto en marcha, desde la convicción de que tales iniciativas realmente
nos benefician a todos.