LA RIOJA > Guía para la reflexión 'De Logroño a Grañón'
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El Camino de Santiago en La Rioja
De Logroño a Grañón

EL OBJETIVO DE ESTAS PÁGINAS ES GUIAR A LAS PERSONAS QUE LO RECORRAN, RECREÁNDOSE EN LOS PAISAJES Y RINCONES TAN DIVERSOS QUE SE OFRECEN A LO LARGO DE TODA SU EXTENSIÓN, EXTASIÁNDOSE EN LA CONTEMPLACIÓN DE LAS MILENARIAS Y ENIGMÁTICAS PIEDRAS QUE JALONAN LAS RUTAS Y QUE CONFORMAN ESE INCONTABLE NÚMERO DE CALZADAS, PUENTES, ERMITAS, IGLESIAS, CATEDRALES, MONASTERIOS... Y QUE NO SON OTRA COSA QUE LA HUELLA QUE DEJARON NUESTROS ANTEPASADOS, CUYA META ERA ALCANZAR LA ETERNIDAD ALLÁ EN EL “FIN DE LA TIERRA”. FINALMENTE DISFRUTAR DE LA BONDAD Y HOSPITALIDAD DE SUS GENTES, CUYA CULTURA, COSTUMBRES Y EXQUISITA GASTRONOMÍA SORPRENDERÁ AL CAMINANTE.

Parte del Camino recorre nuestra tierra. El tramo riojano del Camino de Santiago no llega a los 60 Km. De ellos, 9 Km. son recorridos urbanos por los pueblos por los que se pasa. En otros 14 Km. estamos obligados a caminar por el arcén de carreteras asfaltadas. Para los kilómetros restantes, disponemos de cómodos caminos de tierra, excelentes para el senderismo y la bicicleta de montaña.
El peregrino vadeará cuatro ríos (Ebro, Yalde, Najerilla, y Oja) y conocerá siete poblaciones riojanas: Logroño, Navarrete, Nájera, Azofra, Cirueña, Santo Domingo de La Calzada y Grañón. Su escalonamiento a lo largo del Camino (nunca se recorrerán más de 13 Km. sin encontrar un pueblo) facilita el disfrute de una gran cantidad de servicios..

LA RIOJA: DE LOGROÑO A GRAÑÓN

Es un país abierto, cordial y acogedor, región-vergel de antiguos monasterios, de grandes ríos, de saludables aguas y abundantes peces, de pueblos nacidos al calor de la peregrinación jacobea y de afamados vinos.

Resumen de las palabras de Elías Valiña

Es ésta una definición muy usada, pero no por ello deja de ser la más adecuada para esta tierra en la que entramos desde la ciudad de Logroño. Dejamos atrás Navarra para iniciar los aproximadamente 60 Km. que el Camino de Santiago recorrerá por la campiña riojana, y lo hará por la denominada Rioja Alta, con un importantísimo patrimonio histórico-cultural, al que hay que sumar, por supuesto, su producto emblemático, el vino.
A la Rioja, habitada antaño por el antiguo pueblo de los berones, le da su nombre el Río Oja, ese que más tarde encontraremos vadeado por un puente construido, cómo no, por Santo Domingo de la Calzada. Este río, al que algunos atribuyen el primitivo nombre de Oca, cercano por otra parte a lugares con esa toponimia (Montes de Oca, por ejemplo), es un eje, junto al propio Ebro, de desarrollo de núcleos de población que han crecido en función de la Ruta Jacobea.

Aunque hemos dejado atrás Navarra, La Rioja no puede separar su historia de ella, como tampoco lo puede hacer de Castilla. Ha sido este territorio estratégico en la antigüedad, tanto como frontera de las tierras reconquistadas a los árabes, como de los distintos reinos cristianos. Su historia queda teñida por las constantes disputas entre reyes y el dominio itinerante de castellanos, navarros y aragoneses, siempre atenta al paso de peregrinos hacia Galicia. Sin embargo, esa será la causa de su intensa irradiación política, religiosa y cultural. Los peregrinos no accedían a ella como tierra de paso, sino como centro del reducido universo de la época.

Entrar en La Rioja no suponía abandonar los dominios del reino de Navarra en el s.X, cuando es conquistada a los musulmanes por el rey cristiano Sancho I Garcés (905-925). Este monarca consigue arrebatar Nájera de manos árabes, con la ayuda del rey leonés Ordoño II, en el año 923. Son tiempos de reconquista, de expansión de los reinos cristianos y de necesidad de reforzar las comunicaciones y las zonas fronterizas en las nuevas tierras, por cierto más llanas y accesibles. El paso de peregrinos empieza pues a modificar su primitivo curso, mucho más al norte.

En la misma línea sucesoria aparece Sancho III el Mayor (1005-1035) que reinó sobre un amplísimo territorio desde Navarra a Castilla, que sabiamente supo custodiar y fortificar en sus redes básicas de comunicación. Es con él cuando el Camino de Santiago se traslada definitivamente a la planicie, a través de La Rioja, por tierras de Nájera, no tanto por la sacra devoción a la peregrinación jacobea, sino por la necesidad de consolidar núcleos estables de población y afirmar las vías de comunicación que salvaguardarán los territorios reconquistados. Aparece así una ruta clara y certera para los peregrinos, que a partir de este momento gozarán de un paso por tierra llana y segura. La Rioja inicia así su camino hacia el próspero desarrollo que la caracterizará desde ese momento. El hijo de Sancho III el Mayor, García Sánchez III el de Nájera (1035-1054), traslada la corte navarra a la ciudad de Nájera, de ahí su nombre. Alfonso VI (1072-1109), su sobrino, anexiona La Rioja a Castilla, sin evitar con ello constantes incursiones y desplazamientos de fronteras. Künig, el peregrino del s. XV, fue testigo del notorio cambio social que se apreciaba al llegar aquí, debiendo incluso cambiar el uso de las coronas por el de maravedís. En el seno de Castilla La Vieja, se reúnen en 1812 en Santa Coloma, cercana a Nájera, cien representantes de municipios riojanos, para solicitar de las Cortes de Cádiz la unificación de sus tierras, acto que se recuerda con un monumento en esa población. La solicitud obtuvo sus frutos nueve años después creándose la provincia de La Rioja. En 1982 La Rioja se convierte en una de las actuales Comunidades Autónomas Españolas.

El recorrido que le espera a quien se dirige hacia Compostela por esta rica tierra está decorado por la exuberante belleza de sus campos, bordados de viñas y huertas, un verdadero jardín colmado de agua y de historia. Cuna de Reyes, de sabios anacoretas, de grandes monasterios, de monjes copistas y constructores, del primer poeta en lengua castellana, devotos todos de su patrona la Virgen de Valvanera. La devoción a la Virgen de Valvanera, aparecida entre un panal de abejas en el hueco de un roble del valle Venario en el s.IX, atrajo a los ilustres Sto. Domingo de la Calzada y Sto. Domingo de Silos, y hasta la mismísima reina Isabel la Católica peregrinó hasta su monasterio en 1482. La abadía benedictina se sitúa en plena Sierra de la Demanda, en un lugar bellísimo de extraordinaria vegetación y, sobre todo, de rica miel. A este lugar de peregrinación se acude en distintas romerías, como la Valvanerada, a pie desde la ciudad de Logroño. Ésta es la Virgen de las Abejas, patrona de esta Comunidad y protectora de los apicultores riojanos.

No se pasará por La Rioja olvidando fácilmente el excelente chorizo que da vigor a las patatas, el aroma a sarmiento con que se asan las chuletas, los caparrones o los pimientos rellenos. Pero, sin menospreciar ninguno de los frutos que regala esta fértil tierra, el fruto por excelencia es la uva, que mediante la sabiduría de los riojanos, se transforma en el vino que mana por doquier. Quién no ha escuchado alguna vez aquello de "con pan y vino se hace el camino". Ciertamente existe una simbiosis entre vino y peregrinación quizás basado en la solidaridad, la acogida y la convivencia que a través de los caldos se enaltece. En otros tiempos se decía aquello de "el vino y el latín van a todas partes", sin duda en boca de romeros y juglares medievales. El vino, antes de ser ritualizado por el cristianismo ya formaba parte de las celebraciones de otras religiones mistéricas, sin duda también en las de aquellos berones que poblaron la zona. Se cita documentalmente el vino riojano desde el s.XII y bien seguro que ya entonces hacía olvidar a los peregrinos las exquisiteces probadas en Francia. El vino en La Rioja no es sólo una fuente de ingresos y un orgullo, sino que es además un rito cotidiano en el que se involucran sus gentes. Todos comparten un profundo conocimiento de su elaboración y, claro está, del posterior goce de su consumo. La famosa Calle Laurel de Logroño o cualquier tasca de la zona húmeda, que a altas horas se convierte en la Senda de los Elefantes, paso obligado de peregrinos por supuesto, da fe del culto a tan honorable producto, como lo hacen también bodegas y tabernas a todo lo largo de nuestra ruta. Existe un gran anecdotario con el vino como protagonista. El propio San Millán lo multiplicó milagrosamente para dar de beber a todos los que se acercaban a escucharle. En la Guerra de la Independencia muchos fueron los franceses que "desaparecieron" en los lagos de fermentación, contribuyendo así a eliminar el exceso de azúcar de la uva. Los riojanos solían decir entonces irónicamente: "este vino tiene francés". Pero además de reconfortar al viajero y hermanar a gentes de todas las procedencias, sin duda sirvió el arrope caliente para curar algún catarro peregrino o para hacer cataplasmas para las dolencias pulmonares, por no hablar de la milagrosa curación de los sabañones a quienes contribuían pisando la uva. El vino ha sido, a lo largo de la historia de la peregrinación jacobea, el artífice de hacer entrar en calor los pies del caminante para conseguir después calentar también su corazón.

"Caminaba un peregrino
En una noche serena
Con la calabaza llena
De muy exquisito vino.
La sed le salió al camino
Y él de apagarla dio traza
Y alzando la calabaza
Hizo al cielo puntería:
Y así a un tiempo veía
Estrellas y calabaza."
Zorrilla

Godescalco pasó por La Rioja en el 950 camino de Compostela, convirtiéndose en el primer peregrino del cual conocemos la identidad. Era este ilustre romero obispo de Le Puy y príncipe de Aquitania. De camino hacia las reliquias del Apóstol acudió al Monasterio de San Martín de Albelda, donde existía un importante taller de monjes copistas y que debió ser antigua ruta de peregrinación. Allí encargó al monje Gomesano una copia del tratado de la "Perpetua Virginidad de la Santísima Virgen María de San Ildefonso de Toledo". Godescalco siguió su viaje y llegó a Santiago de Compostela, pasando a la vuelta a recoger su encargo. Lo llevó consigo a Le Puy y hoy lo encontraremos como una de las joyas de la Biblioteca Nacional de París. El copista riojano Gomesano no olvidó citar en su prólogo el nombre de aquel peregrino a Galicia. En este Monasterio fue escrita también la Crónica Albeldense por el monje Vigila en el s.X, guardado hoy en la Real Biblioteca del Escorial. Y también el Antifonario Albeldense, misal que contenía el rito mozárabe o visigótico de la liturgia autóctona española. Parece que en 1080, el rey Alfonso VI, presionado por el papa Gregorio VII y por la orden de Cluny, intenta sustituir definitivamente esta liturgia por la gregoriana, usando para ello el Juicio de Dios. Se arrojaron un misal de cada uno de los ritos a la hoguera, sufriendo el gregoriano la destrucción inmediata por las llamas. Viendo el problema, el rey empujó el misal mozárabe con el pie de forma que también ardiera. De ahí surge el dicho "Allá van leyes do quieren reyes".

LOGROÑO

Los peregrinos entran en La Rioja por su capital, la ciudad de Logroño, habiendo dejado atrás Viana y las tierras navarras. Ya encontramos las primeras casas de las afueras, antes de cruzar el puente sobre el río Ebro, y en una de ellas se nos aparece el recuerdo de Felisa, intacto en la memoria de cientos y cientos de peregrinos modernos. Felisa, a pesar de su edad avanzada, esperaba a los romeros en la puerta de su casa. No sabía escribir, pero tenía memoria, tanta que podía explicar cómo era el Camino antes y cómo luchó para mantenerlo en vida, cuántos peregrinos conoció y a cuántos les ofreció un poco de agua fresca, unos higos y todo su amor. Falleció Felisa en el año 2002, dejando su imagen impregnada en el paisaje y en el recuerdo. Ella habitará por siempre en el Camino que lleva a Compostela. Que el Apóstol la tenga en su gloria. Gracias Felisa, palabra de peregrino.

Muy pronto llegaremos al Ebro y atravesándolo nos introduciremos en la ciudad. El topónimo de Logroño procede de la voz germánica Gonno o Gronio, que puede traducirse como "vado" o "lugar de paso", nombre que bien pudieron darle godos y centroeuropeos. Se sabe de este lugar desde el s.X, cuando tan sólo debía ser un conjunto de casas de labor que aprovechaba las fértiles riberas del río. El rey Alfonso VI le otorgaría los fueros en 1095, garantizando igualdad de derechos a todos los pobladores de Il Gronnio, fuera cual fuera su procedencia. Ese insignificante núcleo iba a transformarse pronto en una importante ciudad, gracias a los que deciden instalarse aquí debido a las ventajas de sus fueros y, por supuesto, al Camino de Santiago. Es evidente que ésta es una ciudad-camino, una ciudad lineal cuyo eje fue una sola calle, la Rúa Vieja, la calzada de peregrinos, que ha crecido por y para la Ruta Jacobea. Será el rey Juan II de Castilla quien le otorgará el título de ciudad en 1431. Todo ello lo debe Logroño a la construcción del Puente de Piedra que permitirá cruzar el Ebro y que nos disponemos a atravesar.

"Al entrar a ésta se pasa por un gran puente a la parte de septentrión, en medio del cual está la guardia, que nos preguntó de qué país y patria éramos y si llevábamos algo de contrabando en los hatillos, respondimos que no, y que íbamos a Galicia, por lo que nos dejaron seguir nuestro viaje".

Domenico Laffi

El puente que usó Laffi en el s.XVII no es el actual de siete arcos, finalizado en 1884, El que recorrió este peregrino es el que describía Albia de Castro en el mismo siglo, con doce arcos y tres torres de defensa, el mismo que empezó a construir Santo Domingo de la Calzada y que finalizó su discípulo San Juan de Ortega en el s.XII. Más tarde descubriremos quienes fueron estos Santos Pontífices y la transcendencia de sus obras a lo largo del Camino de Santiago, aunque cabe decir que fue a instancias del rey Alfonso VI de Castilla como se impulsa la realización de puentes, calzadas y hospitales de peregrinos, poniendo en práctica de forma decidida la labor que inició su abuelo Sancho III el Mayor. Este Puente de Piedra del s.XII forma parte de un conjunto de puentes que datan de la misma época, como el de Puente la Reina, Estella, Santo Domingo de la Calzada o Ponferrada. En este lugar confluye el paso de los peregrinos que vienen del Levante o Cataluña que han seguido el curso del río Ebro para continuar hacia Santiago, a partir de ahora, por el Camino Francés.

El Ebro es el más caudaloso de los ríos que encuentra el peregrino hasta llegar a Compostela.

"Por Logroño pasa un río enorme, llamado Ebro, de saludables aguas y abundantes peces. Todos los ríos que se encuentran entre Estella y Logroño son malsanos para beber hombres y bestias, y sus peces lo son para comerlos"

Codex Calixtinus

Si algo detestaba Picaud, además de a los navarros, era beber el agua de nuestros ríos, a lo que tiene verdadero pavor. Pero parece ser que el Ebro le pareció aceptable. La abundancia de peces será la protagonista de sucesos muy posteriores.

En plena Guerra de la Independencia, el general francés Asparrot pone sitio a la ciudad de Logroño. Esperaron las tropas francesas la rendición de la ciudad por la carencia de alimentos, pero milagrosamente, después de muchos días de asedio, se retiraron de las puertas de la villa. Ocurrió el milagro en la festividad de San Bernabé, santo que los logroñeses acogieron como patrón desde aquel día. De las razones de la retirada de los franceses no estamos seguros, pero de cómo sobrevivieron los logroñeses se guarda en la leyenda. Dicen que esperaban al anochecer para deslizarse silenciosamente entre las sombras y llegar al río. Allí tendían sus redes y por la abundancia de peces se alimentó la población durante todo el tiempo que permaneció sitiada. Hoy se recuerda aquel hecho en la festividad de San Bernabé, y es la Cofradía del Pez la que se encarga de preparar los actos, donde no puede faltar el reparto de vino y pescado en honor de aquellos héroes.

Justo al pasar el Puente de Piedra se edificó una pequeña ermita en honor de su constructor, el llamado Humilladero de San Juan, aunque hoy no queda rastro alguno. Nos dirigimos ahora al interior de Logroño por la Rúa Vieja, que recorre la ciudad paralela al curso del Ebro. Lo que hoy es el casco viejo fue un recinto amurallado desde el río al Espolón. Han desaparecido numerosos vestigios de lo que fue la ciudad medieval, sin embargo encontraremos a todo lo largo de la Rúa Vieja algunos escudos y restos de palacios que nos recordarán otros tiempos. Esa misma calle, la calzada de peregrinos, nos conducirá hacia los principales lugares que debemos visitar. En primer lugar la ermita dedicada a San Gregorio Ostiense, cuyo interés no recae tanto en el edificio sino en la figura del Santo Obispo de Ostia, en Italia, riojano de adopción.

La santidad de San Gregorio Ostiense se manifestaba de forma milagrosa en la protección de campos y cosechas. Ante la plaga de langostas que asolaba los campos de Calahorra a mediados del s.XI, su obispo solicitó los servicios de San Gregorio, quien respondió con su pronta visita bajo el beneplácito del Sumo Pontífice, Benedicto IX. Finalizó su trabajo conjurando exitosamente a las langostas y aprovechó el viaje para cumplir con su peregrinación a Santiago de Compostela, aceptando en su séquito a Santo Domingo de la Calzada, a quien ordenó sacerdote. Como sabremos después, desde su encuentro con el obispo de Ostia, Santo Domingo fue capaz de empezar su tarea de gran constructor. Volvió San Gregorio de la tumba del Apóstol y se quedó por tierras riojanas hasta que le acontenció la muerte en 1044, en una casa de Logroño, próxima a la actual ubicación de la ermita que lleva su nombre. Su cadáver fue colocado a lomos de una mula, como él mismo quiso antes de morir, y se la dejó caminar a su libre albedrío. Fue a parar el animal en un lugar de Navarra, cerca de Sorlada, no lejos de la Ruta Jacobea, y allí se levantó una basílica donde reposa su reliquia; la cabeza de San Gregorio, que sigue bendiciendo los campos en primavera, continuando así la labor que el Santo debía realizar en vida.

Siguiendo por la Rúa Vieja pasaremos por detrás de la Iglesia Imperial de Santa María de Palacio, nombre que se debe al rey Alfonso VII el Emperador (1126-1157). Fue este monarca quien donó su palacio, residencia de los reyes de Castilla, a los canónigos del Santo Sepulcro para fundar la iglesia. El primer templo era románico, aunque hoy encontramos un conjunto de distintas épocas y estilos. Todavía se conservan algunos restos de escultura románica en capiteles, unos en su emplazamiento original y otros recuperados como material de construcción. Pero si algo destaca de este templo es su torre octogonal, coronada por una aguja de ocho caras, cuya esbeltez causa verdadero vértigo ascensional. La torre data del s.XIII y, aunque es muy peculiar en su género, existe una similar en Sangüesa, en el Camino Aragonés. Santa María de Palacio tiene un retablo mayor de Arnao de Bruselas del s. XVI, un Calvario gótico del mismo siglo y el sepulcro de San Juan de Vergara.

Próxima a Palacio está la Iglesia de San Bartolomé, con una torre de estilo mudéjar. Posee una de las más antiguas y bellas portadas de la ciudad de Logroño, aunque también la más afectada por el mal de la piedra en la arenisca gris en que fue labrada. Esta portada de principios del s.XIV, nos presenta un apostolado, todavía románico y de gran analogía con otros del Camino de Santiago. Los apóstoles muestran los elementos de su martirio, como empieza a ser habitual en esta época en la escultura riojana. A Santiago se le reconoce por su aspecto evangelizador a través del báculo. Un friso a los lados de la puerta nos narrará escenas de la vida y milagros de San Bartolomé, y por supuesto también de su martirio. San Bartolomé, apóstol evangelizador en tierras de la India, fue despellejado y, como nos sugiere el simbólico cambio que sufre la serpiente, con su piel en la mano renueva fuerzas para seguir predicando. Hoy se le venera como patrono, entre otros, por pellejeros y curtidores.

En este punto puede ser de interés, antes de llegar a la Iglesia de Santiago el Real, reflexionar sobre las múltiples imágenes de Santiago que nos está ofreciendo la ruta jacobea. Desde que iniciamos la peregrinación y hasta nuestra llegada a la tumba del Apóstol, en iglesias, catedrales, monasterios y calles, se representa a Santiago de forma constante y también distinta. Encontrar a un Santiago Peregrino es muy habitual, aunque también existe la figura del Santiago Apóstol, el evangelizador, y por último, también muy frecuente, se nos aparecerá Santiago Matamoros, que justamente aquí en La Rioja adquiere una especial relevancia.

Este es el Santiago caballero, el protector, guerrero y libertador. Su advocación está vinculada a la lucha secular entre cristianos y musulmanes en la península, una guerra santa en la que se hace necesaria la figura de un Milites Deum. El himno O Dei Verbum del s.VIII había asignado a Santiago la evangelización de Hispania y su patronazgo, y pedía su protección contra los musulmanes. Pero será mucho después cuando se materializará la creación del héroe que defenderá, con espada en ristre, a la fe cristiana.

Si bien es cierto que el escenario donde se producirá esta aparición es Clavijo, muy cerca de Logroño, el primer Santiago a caballo y dispuesto a liberar a los cristianos del yugo musulmán nos lo presentan en el s.XII la Historia Silense y el Liber Sancti Jacobi, en relación a la ciudad de Coimbra. En ella se narra como el rey castellano Fernando I (1035-1064) acude a Santiago de Compostela para pedir al Apóstol que interceda concediéndole la victoria sobre Coimbra. Es allí donde un obispo griego llamado Esteban increpa a unos aldeanos que dan a Santiago el apelativo de caballero, a lo que responde el Apóstol: "Esteban, siervo de Dios, que mandaste que no me llamasen caballero sino pescador; por eso te me aparezco en esta forma para que no dudes más de que milito al servicio de Dios y soy su campeón y en la lucha contra los sarracenos precedo a los cristianos y salgo vencedor por ellos…Y para que creas esto más firmemente con estas llaves que tengo en la mano abriré mañana a las nueve las puertas de la ciudad de Coimbra que lleva siete años asediada por Fernando, rey de los cristianos, e introduciendo a éstos en ella, se la devolveré a su poder."

La población de Clavijo se sitúa a unos 18 Km. de Logroño, fuera de la ruta jacobea. Sobre una peña un castillo de traza musulmana, del que sólo queda una larga muralla, preside el Campo de la Matanza, donde tuvo lugar la mítica batalla, origen de la legendaria figura de Santiago Matamoros. El acontecimiento lo narra Pedro Marcio, Canónigo de la Catedral de Santiago, hacia 1150, en el Privilegio de los Votos. Según Marcio, hacia el año 844, el rey Ramiro II se negó a satisfacer el tributo que se entregaba anualmente a los Omeyas para mantener la neutralidad, obligación que se venía pagando por los reyes cristianos desde tiempos de Muragato (783-789). El tributo en cuestión se trataba de 100 doncellas, 50 debían ser nobles y las otras 50 plebeyas. El plante de Ramiro II provocaría la batalla de Clavijo. Santiago se aparece en sueños al monarca cristiano prometiéndole la ayuda necesaria para conseguir la victoria: "y para que no haya lugar a duda, tanto vosotros como los sarracenos, me veréis continuamente, sobre un caballo blanco en una blanca aparición, llevando un estandarte blanco", como efectivamente parece que sucedió.

Santiago glorioso
Los moros fizo morir.
Mahomat el perezoso
Tardo, non quiso venir.
Alfonso Omeno

De la batalla de Clavijo no solamente surge la figura de Santiago Matamoros, que mucho más tarde viajaría a América convirtiéndose en Santiago Mataindios. También perdurará a través del tiempo la famosa frase de Santiago y cierra España, grito con el cual el Apóstol aparecido elevó el valor y el coraje a los ejércitos cristianos en el momento de salir al combate. Otra de las tradiciones que provienen de aquel suceso es la conmemoración al tributo de las Cien Doncellas, que se celebra en Santo Domingo de la Calzada y en Sorzano, cuando salen las Doncellas en procesión, vestidas de blanco y con ramas de acebo. Además quedó también una herencia que ha pervivido durante siglos: el Voto de Santiago. En agradecimiento por la victoria, toda España debía procurar a la Catedral compostelana un tributo para mantenimiento de canónigos y ministros. Este voto fue renovado por Fernando VII, quedando abolido en 1834, y restaurado, curiosamente, en 1936. La devoción de los cristianos españoles por Santiago Matamoros ha estado pagando tributo en agradecimiento por una batalla que, históricamente, nunca existió. De todos modos quizá el origen de este voto pudiera estar en batallas reales de las cuales tenemos noticia, como la del rey Ordoño I contra el moro Muza, o la del propio Ramiro II contra Abderramán III pero en Simancas y en el 939, y que bien pudieron servir de inspiración para crear el mito de Clavijo.

Después de aquella legendaria batalla, los vencedores organizaron una fiesta para celebrar la victoria en la ladera del monte Laturce, donde estuvo el Monasterio de San Prudencio. Ocupados en el festejo se olvidaron del caballo blanco que el Apóstol Santiago había dejado allí. El animal, asediado por el hambre y la sed, rompió su soga y salió encabritado internándose en el barranco del río Leza. Algunos soldados le siguieron hasta dar con él acorralándole entre las rocas. Cuando intentaron ponerle las bridas el caballo soltó dos fuertes coces que impactaron contra las paredes, y de las grietas que hizo surgió el manantial llamado Fuentes del Restauro, un idílico paraje muy cercano a Clavijo que podemos visitar, quizás en otra ocasión.
Ahora que el peregrino ya conoce el origen de la figura de Santiago Matamoros, continuemos por la Calle Barriocepo hasta la Iglesia de Santiago el Real dedicada al Apóstol. Aquí encontraremos múltiple diversidad de iconografía santiaguesa, además de contener la imagen de Ntra. Sra. de la Esperanza, patrona de Logroño. El templo parece remontarse al prerrománico, y se debió reconstruir tras la repoblación de 1095, aunque algunos atribuyen su construcción al mítico Ramiro en recuerdo de su victoria en Clavijo. Durante la edad media se celebraban aquí las reuniones del Concejo y se guardaba el Archivo de la ciudad. Después de un incendio que la destruye se construirá la iglesia actual, de estilo renacentista, que fue consagrada en 1513. Nos llama la atención la monumental imagen de Santiago Matamoros de la portada, una escultura barroca del s.XVII creada por el flamenco Johan Raón. Se caracteriza por su artificiosidad y su tamaño, una imagen que fue concebida para presidir desde lo alto. Santiago, vestido de capitán, con espada alzada y estandarte, con sombrero de plumas a gusto de la época, monta un brioso corcel que cabalga bajo las cabezas de los infieles caídos. Los proverbiales atributos del caballo asombrarán al peregrino Walter Starkie, quien compara al semental con el Bucéfalo de Alejandro o el Grani de la walkiria Brunilda. En el interior de la única nave nos espera un retablo mayor elaborado por Diego Jiménez entre 1649-1655, excepto los relieves del banco que son obra de Francisco de Ureta, por la misma época. Preside ese retablo barroco una imagen de Santiago de estilo gótico del s. XIV, de gran interés, por ser la primera en La Rioja, junto a la que está en Jubera, que adopta la iconografía de peregrino. Es este un "Apóstol-Peregrino", una mixtura del evangelizador con algunos de los atributos de romero, con sombrero y báculo, que otorga la bendición acercándose así a la figura de Cristo. También encontraremos escenas de la vida del Apóstol, su predicación en España, el regreso a Jerusalén, su martirio, la traslatio a Galicia y algunas apariciones. Diego Jiménez trabaja la única representación riojana de la aparición de Santiago a caballo al obispo Esteban, mostrándole las llaves de la ciudad de Coimbra. En el banco del retablo, Francisco de Ureta narra escenas referentes a la evangelización del Apóstol y de sus últimos días, que proceden de los textos apócrifos y no de los evangélicos, como es habitual en las tallas riojanas. Reconoceremos a Santiago por su sombrero e incluso por la vieira, con la que bautiza a Josías, aunque sean atributos peregrinos que no se corresponden crónicamente con la narración.

En la misma plaza de la Iglesia de Santiago el Real el romero puede refrescarse en la Fuente de los Peregrinos, reconstruida en su forma actual en el año 1991, aunque data de 1675 y posee una tradición muy anterior.

Si reparamos en el pavimento de esta plaza conoceremos lo que se ha venido a llamar el Juego de la Oca más grande del mundo, en cuyas casillas se han colocado motivos jacobeos. En este juego tan popular, cuya procedencia parece ser la Grecia clásica, muchos aseguran encontrar un juego iniciático, donde el patito feo que empieza a jugar se transmuta simbólicamente en un hermoso cisne al finalizar. La correspondencia con el Camino de Santiago, el Camino de las Estrellas, el Camino Iniciático, hace trasladar las trece etapas, de oca a oca, a las trece que marca el Codex Calixtinus, donde las ciudades de la ruta jacobea se convierten así en ocas o en algún obstáculo a superar. Según esto Logroño podría ser la Posada, pero quizás podemos tomarlo como una invitación a buscar nuestras propias correspondencias y simbolismos. Sea cual sea el verdadero significado de este juego y su correspondencia con el Camino de Santiago, lo cierto es que toda la ruta que lleva a la tumba del Apóstol está jalonada de simbología y toponimia que gira alrededor de la Oca, o de la Pata de Oca, y no podemos obviar que fue éste el símbolo que distinguió a las hermandades de constructores, que recorrían los caminos y los cubrían de gloria tallada en piedra.

Desde aquí una calle nos conduce hasta la Catedral de Logroño, Santa María la Redonda. Nos sorprenderá su nombre cuando descubramos que su planta es justamente una de las pocas absolutamente rectangular. Sin embargo fue construida sobre una iglesia mucho más antigua cuya planta debía ser redonda. Algunos documentos nos hablan de unos monjes benedictinos que se trasladan a Logroño, a finales del s.XI, desde un monasterio de planta circular que hubo en Torres del Río (Navarra), sugiriéndonos la posibilidad de encontrar en ellos los artífices de la primitiva iglesia. El anterior templo románico se construyó justo encima de una corriente de agua, en lo que algunos quieren ver la significación de una manifestación de superioridad del Estado confesional sobre la Naturaleza. Sin embargo, muchos otros verán una fusión de tradiciones ancestrales que provienen del celtismo, al igual que lo son las construcciones circulares. Cabe decir que hablamos de tiempos en los que el incipiente cristianismo convive con distintas formas filosóficas o religiosas que la Iglesia Católica supo incorporar en su tradición.

La actual Santa María es un edificio de sillería de tres naves que se empezó a construir en 1500, aunque la obra se alargó durante varios siglos. En 1959 el papa Juan XXIII la eleva a la condición de Catedral, fijando aquí la sede diocesana. Hoy La Rioja tiene tres sedes catedralicias, Calahorra, Santo Domingo de la Calzada y Logroño. Es una obra de base gótica a la que se le suman sus dos grandes y esbeltas torres barrocas, las llamadas Torres Gemelas, que enriquecen la construcción que en principio podría desmerecer como Catedral. En su interior encontraremos un coro cuya sillería estuvo a cargo del maestro Arnao de Bruselas de 1555, quien no olvidó tallar un Santiago peregrino. Otra talla de Santiago del Maestro Anse del s.XVI, es una de las tres que se conservan en La Rioja de este artista. La obra de mayor renombre es un lienzo que representa a un Cristo crucificado, que se le atribuye al mismísimo Miguel Ángel, quien lo pintaría para su amada Victoria Colonna. En esta Catedral están enterrados, entre otros, el obispo Ponce de León y el general Espartero. Espartero rechazó la corona española que le ofreció el general Prim en 1868, y vivió su retiro en Logroño donde murió en 1879. Una estatua del general con su famoso caballo adorna el paseo del Espolón.

Los peregrinos se encaminaban desde la aportalada plaza junto a la Redonda, la plaza del Mercado, hacia lo que fue el antiguo Convento de La Merced, hoy sede del Parlamento de La Rioja. Junto al Convento estaba el antiguo Hospital de Peregrinos, que después fue sede del Santo Oficio de la Inquisición. Hubo en Logroño una gran actividad inquisitorial. Uno de los autos más famosos, junto con el del Brujo de Bargota, fue el de 1610 cuando se procesaron a cinco brujas de Zagarramundi (Navarra), que murieron quemadas en la misma plaza del Mercado. Fueron acusadas de asistir a un aquelarre o misa negra oficiada por el propio Satanás, donde debían besar libidinosamente al macho cabrío para después danzar desnudas alrededor del fuego y volando por los aires, acusaciones un tanto cargadas de un exceso de lujuria nada propio, en teoría, por parte de un inquisidor. Sobrecoge imaginar a aquellas desdichadas subir a la pira con el sanbenito o saco bendito, aquel peto con una vistosa cruz roja que señalaba a pecadores y herejes.

Muy cerca, en la Plaza de San Agustín, se ubica el Museo de La Rioja, en el que fue el Palacio de Espartero. Por estos lugares pasó San Bernardino de Siena, quien llega a Logroño en peregrinación compostelana en 1441, tres años antes de su muerte. La presencia del santo italiano atraía a multitudes de vecinos, fieles y curiosos que se embelesaban escuchando sus amenas y didácticas charlas. Una mujer, encandilada por su elocuencia, se quedó tan absorta que dejó caer al suelo el niño que llevaba en brazos, quien murió al instante. San Bernardino recogió el cuerpecito, que tras su bendición recobró la vida. No iba a ser este el último milagro que el de Siena hiciera a lo largo del Camino.
Siguiendo el recorrido llegaremos al lugar por donde solían los peregrinos salir del Logroño amurallado, la Puerta del Camino o Puerta Revellín, único testigo de aquella muralla que debió construirse a partir del s.XII. Después esta puerta se llamó Puerta de Carlos V, por los escudos imperiales que la decoran. Ya extramuros se pasaba por el Convento de Dominicos de Nuestra Señora de Valbuena, hoy convertido en dependencias militares, y por el de los Padres Trinitarios, nombre que conserva la actual Calle Trinidad. Una vez en el descampado estaba el Hospital de leprosos de San Lázaro, desaparecido ya en el s.XVI, pero que hoy da nombre al Polígono Industrial.

De Logroño saldremos hacia Navarrete atravesando el apacible Parque de la Grajera, cuyas sombras a orillas del pantano proporcionan un magnífico respiro al agotamiento. Pasado el pantano una reja metálica aparece bordada de cientos de pequeñas cruces de corteza de madera, que van colocando los romeros a su paso y que se ha convertido en un pequeño ritual. El camino que usaron, sin embargo, los peregrinos medievales, era el que pasaba por Fuenmayor, del cual nos dejan testimonio con el nombre de Fuemmajorem. Esta pequeña población nos ofrece hoy, además de multitud de bodegas, antiguos vestigios de la época, con palacios y casas blasonadas. El Códex Calixtinus nos habla de Villarroya, que debía estar por el camino de Fuenmayor, aunque hoy no queda ningún vestigio. Allí hubo un hospital de peregrinos que fue entregado, junto a la Iglesia de Santa María de Palacio, a la Orden del Santo Sepulcro.

NAVARRETE

"Hay allí un castillo hecho de madera, ubicado sobre un montecillo, que es muy sólido y está rodeado de recias murallas."

Domenico Laffi

Del castillo de Navarrete sólo queda el topónimo, aunque debió datar, como su iglesia, de 1195, cuando el rey de Castilla Alfonso VIII repuebla la zona que ha quedado arrasada varias veces tras las luchas entre navarros y castellanos. Este mismo monarca le otorga a Navarrete sus fueros. De aquel castillo conserva la ciudad su distribución urbanística, edificada en la falda del cerro Tedeón. Tiene el aspecto de una plaza fuerte, creciendo de forma concéntrica en torno a aquella fortaleza castellana que fue el bastión más importante de la comarca. Los Reyes Católicos deciden derruirla para evitar el excesivo poder feudal, derribando puertas, murallas y foso, eliminando todo rastro de su antiguo esplendor.

La población conserva un aire que recuerda los mejores tiempos jacobeos. Aquí estuvo preso el Caballero Templario Druguesolín o Du Guesclín, después de la batalla de Nájera, del lado de Enrique de Trastámara contra su hermanastro Pedro I el Cruel en 1366, quienes se disputaron durante años la corona castellana. Los peregrinos transitarán por sus calles empedradas con grandes arcadas, hermosos herrajes en los balcones y casi medio centenar de escudos nobiliarios. Sentiremos el aroma de otros tiempos, cuando por aquí caminaba, por ejemplo, San Ignacio de Loyola en el s.XVI. Navarrete es considerado conjunto artístico-histórico desde 1970, Además de su actividad agrícola y vinatera, tiene una importante y nombrada alfarería, con varios talleres que han afamado este tipo de fábrica.

Tuvo Navarrete Hospital y albergue de peregrinos, el Hospital de San Juan de Acre, cuyos restos encontramos justo antes de entrar en la población. Fue fundado por la obra pía de la adinerada Dña. María Ramírez, en 1185. Dos hermanas de Dña. María fundarían sendas obras del mismo carácter benéfico en Bargota y en Torres del Río (Navarra). Con el objeto de asistir a los peregrinos el Hospital fue entregado a la Orden de San Juan de Jerusalén. Ya en el s.XIX estaba completamente en ruinas, pero conservaba algunos elementos que se reutilizarían en la construcción del cementerio, que visitaremos después a la salida de Navarrete. En las últimas excavaciones que se efectuaron en estas ruinas se llegó a la planta de la antigua iglesia, donde se encontraron cuatro enterramientos. En uno de ellos una concha jacobea apareció como testigo de lo que fue en otro tiempo ese Hospital, concha que seguro facilitó la entrada de un pobre peregrino al reino de Dios.

Cruzaremos Navarrete por la calle Mayor Alta, que nos conduce hasta la plaza de la Iglesia Parroquial de Santa María de la Asunción, Este templo, del que ya nos habló Laffi, es de estilo gótico del s. XVI, aunque su primitiva construcción fue coetánea al poderoso castillo que existió desde finales del s.XII. La iglesia actual tiene tres naves y una doble puerta de entrada. Los peregrinos que la visitaran podían ganar cuatro jubileos perpetuos, instituidos por el papa Pío V. En el interior un grandioso retablo mayor flamenco, de estilo barroco del s. XVII, con una imagen de Santiago Peregrino que se distingue por su gran sombrero. En la sacristía se conserva un tríptico, flamenco también, de principios del s.XVI, sobre San Juan Evangelista, que se podría atribuir a Adrián Ysembrant, discípulo de Rembrandt. También se guarda ahí un lienzo sobre la Venida de la Virgen, copia del que pintó Antonio González Velázquez en 1752 para la Capilla del Pilar de Zaragoza.

Un retablo de la Virgen del Rosario y un óleo cerca de la cabecera del templo, nos evocarán la leyenda de Don Manuel José de Bernabertia que todavía recuerdan algunos lugareños. Este noble que corría por Navarrete en el s.XVII, fue siempre gran devoto de Santiago, devoción que le llevaría a ser Caballero de su Orden y a acudir anualmente a Clavijo para cumplir sus votos. Marchó Don Manuel a hacer las Américas y en uno de sus viajes una gran tempestad sacudió durante nueve días la nave en la que viajaba. Tan fiero se mostraba el mar que, viéndose en peligro de muerte, gritaba todos los días invocando la protección de su amado patrón: ¡Sálvame, que perezco!" Al décimo día se le apareció Santiago, diciéndole: "¡No a mí, sino a la del Rosario!" El caballero, desesperado, obedeció pidiendo "¡Virgen del Rosario, sálvanos que perecemos!" Momentos después las olas se amansaban y el mar volvía a estar en calma.

En su peregrinación, y después de haber pasado por Logroño habiendo obrado algunos milagros, asistió San Bernardino de Siena en Navarrete a la fundición de una campana, la llamada Bernardina. La bendición del Santo italiano le traerá a la campana buenos temporales del cielo, haciéndola sonar en presagio de tempestad.

Por la calle Mayor Baja saldremos de Navarrete, pasando por su cementerio, construido en el s. XIX con multitud de elementos que provienen del que fue Hospital de San Juan de Acre. El arquitecto logroñés Luís Berrón fue el encargado de trasladar de allí la portada de arco apuntado del s.XIII en 1887, aunque en la ampliación efectuada en 1984 se descubren otros elementos. Vale la pena adentrarse al interior y descubrir los numerosos capiteles y relieves que nos presentan motivos simbólicos. Quizás nos hubiera facilitado la lectura de estas antiguas piedras el hecho de contemplarlas en el orden en que estaban dispuestas originariamente. Las escenas esculpidas en estos relieves nos hablan de la lucha entre Roldán y Farragut, de la que tendremos ocasión de hablar bien pronto. Otro relieve presenta un ángel, identificable con San Jorge o San Miguel, alanceando al dragón y dominándolo con su pie desnudo. El Dragón con caparazón es una imagen que encontraremos también en San Isidoro de León. Un capitel representa a unos peregrinos que comen y beben alegremente, quizás una invitación al caminante a reposar por unos momentos y abastecer las necesidades del cuerpo, o quizás una tentación o un aviso de las consecuencias de no estar siempre alerta. Podría estar en relación con otro capitel que muestra un águila de alas desplegadas llevando en sus garras un cordero, evocando aquello de que el espíritu sólo ensalzará al puro, al dispuesto al sacrificio, de lo que no se enterarán los distraídos por lo material. Ciertamente todos estos relieves podrían ser las enseñanzas de un libro esculpido en piedra del cual hoy hemos perdido el orden de sus páginas.

Después de la parada obligada en el cementerio de Navarrete, el peregrino inicia su camino hacia Nájera, Después de atravesar las llanas tierras de labor, y antes de iniciar el ascenso al Alto de San Antón, se deja a la izquierda la población de Ventosa. Se alza en un cerro y se distingue por la esbelta torre de su iglesia. Etimológicamente Ventosa podría provenir de alguna antigua venta para arrieros y peregrinos. Su templo está dedicado a San Saturnino o San Sernín, La referencia a este Santo de devoción navarra nos conduce a la época en que esas tierras formaban parte del reino de Pamplona, del mismo modo que lo hace su Virgen, la Virgen Blanca. Los navarros, en una de sus retiradas, quisieron llevarse consigo la imagen de esta Virgen, pero ella cada vez más aumentaba milagrosamente su peso impidiendo su traslado. La Virgen Blanca "En Ventosa se quiso quedar",
El camino que nos lleva al Alto de San Antón, entre Ventosa y Alesón, hoy se nos presenta como una fecunda tierra labrada, pero fue en otro tiempo un camino de frondosos bosques de encina. Era un trayecto del cual quedaron numerosas leyendas de peregrinos asaltados por bandoleros, que en ocasiones se disfrazaban de monjes para cometer con más facilidad sus fechorías. Sin duda era lugar propicio para que se instalaran algunos protectores de peregrinos como fueron los Caballeros de la Orden del Temple, y se construyera un modesto refugio tan necesario para los caminantes. De aquel primitivo lugar de refugio se conserva un Pantocrator en piedra del s.XII, que hoy se expone en el Museo de La Rioja. Las ruinas que hoy encontraremos pertenecen a la ermita de San Antón, ya en muy mal estado en el s.XIX. Los vecinos de Huércanos decidieron acudir en procesión a recoger y adoptar la imagen del Santo, pero la noticia llegó al cercano pueblo de Alesón, quien se adelantó en el rescate de la imagen. Hoy descansan en su parroquia la imagen de San Antón y las campanas de la antigua ermita.

Seguimos camino de Nájera, debiendo bordear un pequeño cerro. Por estos parajes de vid, labrantío, sotos y choperas, los peregrinos italianos recordaban su hermosa Toscana. Llegamos al Poyo de Roldán, hoy coronado por una gigantesca antena de telefonía, lugar que fue testigo de otra famosa leyenda sobre el secular enfrentamiento entre el cristianismo y el Islam. Al protagonista le conocemos de gestas en tierras de Navarra, es Roldán de nuevo, el mejor de los caballeros, sobrino e hijo incestuoso de Carlomagno. En este Poyo de Roldán, o Poroldán o Podium de Roldán, aconteció un episodio que nos recordará a David y Goliat. Curiosamente la estirpe de ese mismo Goliat perdura hasta encontrarse con los ejércitos cristianos de Carlomagno, como su antecesor se encontró con el pueblo de Israel y moriría a manos del que después sería el Rey David. Varias versiones de lo acontecido circulan en la memoria legendaria, ambas cargadas de profundo simbolismo.

Farragut, gigante sirio descendiente de Goliat, defendía las murallas de Nájera al frente de los ejércitos musulmanes. Los hombres de Carlomagno mostraban su impotencia ante tan colosal guardián, que incluso era mucho más fuerte que su mítico antepasado. Farragut derrotó a los mejores caballeros francos que, ante las burlas de los sarracenos, iban siendo encarcelados en su castillo. Después de tanto fracaso el propio Roldán, el mejor entre los mejores, salió al duelo con el gigante, pasando días enteros de combate sin que ninguno de los dos pudiera obtener la victoria. Por las noches, exhaustos, conversaban los dos guerreros, en cuyas pláticas se encendía Roldán con el propósito de convertir a Farragut a la fe cristiana. El gigante se confesó víctima de un encantamiento que sobre él había hecho un brujo musulmán, y que el poder mágico que ejercía sobre él le impedía convertirse al cristianismo, como era su íntima voluntad. Aquella magia le convertía en un ser invencible, aunque sólo su ombligo le dejaba vulnerable a la muerte. Al día siguiente empezó de nuevo la lucha, pero el astuto Roldán ya había descubierto cómo debía vencer a Farragut. En cuanto tuvo ocasión clavó su espada Durandarte en el ombligo del gigante, consiguiendo así la victoria y el rescate de los caballeros presos de Carlomagno. Dicen que el desdichado Farragut tuvo tiempo de convertirse al cristianismo antes de morir. Otras versiones de los heroicos momentos de Roldán a las puertas de Nájera proponen una historia similar. Parece ser que desde este lugar Roldán podía ver al gigante Farragut sentado plácidamente y seguro de sí mismo a la puerta de su castillo. El sobrino de Carlomagno lanzó una piedra, que pesaba dos arrobas, con una milagrosa fuerza, acertando en la frente del monstruo y venciéndole de este modo. Ambas versiones garantizan el éxito del cristianismo sobre las fuerzas paganas.

El camino sigue avanzando entre viñas y campos de labor, con la Sierra de la Demanda al sur oeste y presidiendo el paisaje en la lejanía el pico de San Lorenzo, el más alto de Castilla (2.260 m), nevado gran parte del año. Antes de entrar en Nájera dejamos Alesón a la izquierda, que a muchos peregrinos franceses les evocará su Aleçon, patria de Santa Teresita del Niño Jesús. También toparemos con un desvío hacia Tricio, que sin pertenecer a la Ruta Jacobea, merece mención por su trascendencia histórica. Fue hito obligado de la vía romana desde Zaragoza a Astorga y uno de los principales centros de producción de cerámica de la época. Si en otra ocasión nos acercamos encontraremos el edificio más antiguo de La Rioja, la ermita de Los Arcos, del s.V, construida sobre un templo romano dedicado a Zeus, donde se conservan estelas funerarias celtas y laberintos como los de los petrogrifos gallegos.

NÁJERA

Peregrino: en Nájera, najerino.
(Inscripción pintada en la pared de una caseta de la ciudad).


Llegamos a Nájera, rodeada de rojas montañas agujereadas por cuevas que en otro tiempo fueron habitáculo de antiguos pobladores y que seguro sirvieron de eremitorios de sabios anacoretas. La cueva, identificada como seno de la Madre Tierra, tiene aquí una especial transcendencia. Su nombre proviene del árabe Náxera (lugar entre peñas) o Nahara (lugar junto a un río de piedras), aunque Menéndez Pidal entre otros aseguran que Nájera es una voz prerrománica. El peregrino ha llegado aquí al final de la IV etapa marcada por el Códex Calixtinus y a la primera ciudad medieval de La Rioja. Su urbanismo está condicionado, como ocurría en Logroño, por el Camino de Santiago, con una distribución que nos recuerda los tres barrios antiguos: el de los judíos, el de los moros y el de los cristianos.

Reconquistada por Sancho Garcés I de Navarra en el 923, con la ayuda de Ordoño II de León, desde entonces La Rioja se incorpora a Navarra. Serán los reyes navarros Sancho III el Mayor y su hijo García Sánchez III, quien trasladarán la corte a Nájera por razones estratégicas y militares. Este mismo Sancho acuñó aquí la primera moneda de la Hispania cristiana, apodándose por primera vez "Emperador". Nájera será de vital transcendencia como capital del reino que llevará su nombre, durante los s. XI y XII.

Existieron varios Hospitales de Peregrinos como el Hospital del Emperador, fundado por el rey Alfonso VI de Castilla, el Hospital de Nuestra Señora de La Piedad y el Hospital de Santiago o de San Lázaro o de las Cadenas, fundado por San Juan de Ortega. Pero el de mayor relevancia fue el de Santa María la Real, junto al que actualmente es el Albergue de Peregrinos. "Vendrás a hallarte en Nájera allí dan de grado, por amor de Dios, en los hospitales y tienes de todo lo que quieres, excepto en el de Sant Yago; es toda gente burlona; las mujeres del hospital arman mucho ruido a los peregrinos; pero las raciones son buenas. También hay dos castillos en la ciudad"

Künig

Entramos en Nájera por el lugar llamado San Lázaro, pasando por el Convento de Santa Elena de Madres Clarisas, fundado en 1600 por Aldonza Manrique, familiar de los duques de Nájera. Frente al Convento parte la carretera que lleva a la Sierra de la Demanda para llegar a los Monasterios de Valvanera y San Millán de la Cogolla. Se debe cruzar el Najerilla para entrar en el casco antiguo por un puente que data de 1886, levantado sobre otro anterior de siete arcos que había reconstruido en el s.XII San Juan de Ortega. Muy cerca de ahí está el llamado Campo de San Fernando, donde bajo un árbol fue coronado el rey de Castilla Fernando III el Santo en 1217. Hoy existe un monumento al monarca y es también donde se conmemora el día en que La Rioja fue anexionada a la Corona de Castilla por Alfonso VI en 1076, congregándose los najerinos con ramas de laurel.
Una vez cruzado el puente sobre el afluente del Ebro los peregrinos se introducen entre las calles de la ciudad para llegar ante el Monasterio de Santa María la Real, donde les espera un indispensable recorrido por la historia. El edificio está escondido entre el casco urbano y la montaña que le sirve de apoyo. Su aspecto exterior es frío, más parecido a una fortaleza, con altísimas paredes y unos extraños contrafuertes redondos. Monasterio y alberguería se fundaron en 1045 por el rey navarro García Sánchez III el de Nájera, hijo de Sancho III el Mayor. Posiblemente el de Nájera decide construirlo en agradecimiento por la conquista obtenida sobre Calahorra en ese mismo año, pero la leyenda medieval es bien distinta.

Parece ser que Don García, hombre fuerte y de larga cabellera rubia, salió a cazar con su halcón. Se le cruzó una paloma y el ave del monarca alzó el vuelo para perseguirla, metiéndose ambos en una cueva. El rey buscó el lugar entre la maleza y descubrió una cueva natural donde paloma y halcón, amistosamente, contemplaban la imagen de una Virgen, acompañada de una campana, una lámpara de aceite encendida y una jarra con lirios y azucenas (símbolo de la Anunciación) que con su frescor perfumaban el ambiente, Desde ese momento García Sánchez promete a Nuestra Señora construirle un Monasterio a la vez que funda la Orden de la Terraza (Terraza significa jarra de dos asas), antes llamada Orden de Santa María del Lirio, bajo la advocación de la Anunciación. La Terraza es una de las órdenes de caballería más antiguas de la península, y serán los propios hijos del de Nájera los primeros en hacer voto.

El Monasterio perteneció a la orden de San Isidoro, como la mayoría de la época, hasta que en 1079 el rey Alfonso VI incorpora el cenobio a Cluny. La imposición de un abad y una comunidad francesa provocó un gran rechazo tanto por los clérigos, el propio obispo y la nobleza, generándose conflictos de convivencia que perdurarían a través del tiempo. Sin embargo los benedictinos realizaron una importante labor hospitalaria y una comprobada actividad médica y clínica, alojando a peregrinos, pobres y reyes, sin dejar la costumbre de su casa madre de lavar todos los días las manos y los pies de tres peregrinos.

Entre 1360-1367 benedictinos y najerinos sufren las consecuencias del enfrentamiento entre Pedro I El Cruel y su hermanastro Enrique de Trastámara el Bastardo, con la batalla de Nájera, según algunos la más importante del s. XIV. Pedro I pagó a su aliado inglés el Príncipe Negro, uno de los más temidos caballeros de la época, con un rubí de la corona de la Virgen del monasterio, que hoy se encuentra en una de las coronas de la Reina de Inglaterra.

Con un edificio ruinoso, se inicia la reconstrucción de la iglesia en 1422. En la Guerra de Independencia, ciudad y Monasterio sufren estragos a manos de las tropas francesas y de los guerrilleros. Después llegará la desamortización en 1835, donde se expulsa a los religiosos y se incautan los bienes, convirtiéndose sucesivamente en almacén de Obras Públicas, dependencias municipales o Cuartel de Infantería. Afortunadamente Templo y Monasterio son declarados Monumento Nacional en 1889, siendo los franciscanos quienes llevarán el peso de la reconstrucción espiritual y material. Santa María la Real es hoy el Panteón Real más importante de España después de El Escorial.

En el interior, el conocido Claustro de los Caballeros es uno de los más bellos de toda España. Data de 1517-26 y es una mezcla de estilos gótico florido, renacentista y plateresco. Los veinticuatro arcos ojivales están decorados con delicada filigrana con motivos propios del plateresco español, La luz entra por esas ojivas proyectando magníficos juegos de sombras en las paredes. En este claustro se encuentra el mausoleo de Don Diego López de Haro, de uno de los linajes de mayor relevancia hasta el s.XIV. Don Diego participó en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212. Ante su tumba se daban a conocer los resultados de la elección de los concejos municipales de Nájera, preguntándole "¿lo aprobáis?" y a continuación se afirmaba "Si no decís lo contrario señal que es de vuestro agrado". El Claustro contiene también la Capilla Real de la Veracruz, fundada por Doña Mencía López de Haro, que fue reina de Portugal, donde existía un altar dedicado a Santiago y un crucifijo del Cristo de las Aguas. Doña Mencía descansa en esta capilla junto con otros caballeros como Garcilaso de la Vega, muerto en la batalla de Nájera al lado de Enrique de Trastámara.

Por la Puerta Plateresca o de San Juan, obra en nogal del s.XVI, se accede al templo. La influencia cluniacense se refleja en la sobriedad y sencillez de sus tres naves, combinando bóvedas de crucería con estrelladas y de terceletes. La iglesia fue consagrada en 1052 en presencia de numerosos reyes, abades y obispos, y claro está en presencia de sus fundadores Don García el de Nájera y su esposa Doña Estefanía Berenguer de Foix, hija de los condes de Barcelona, quienes le otorgaron los derechos de Catedral. Del templo del s.XI apenas quedan restos.

El retablo mayor barroco, sustituye a otro anterior del s.XV, obra de Hans Memling, pintor flamenco, que hoy se exhibe en Amberes y del cual existe una reproducción en el interior de la iglesia. El actual, de finales del s.XVII, obra de Francisco de la Cueva y Mateo de Rubalcaba, resume los acontecimientos más importantes del monasterio. En él, flanqueada por San Benito y su hermana Escolástica, se halla la talla románica de Santa María la Real, que fue encontrada en el interior de la cueva. En un lateral encontraremos una talla de Santiago. Por una escalera de caracol se accede al coro, con una sillería de nogal del s.XV, de estilo Reyes Católicos, atribuible a los hermanos Andrés y Nicolás Amuntio, judíos conversos de una población cercana. Si nos adentramos hacia el fondo del templo encontraremos el Panteón de los Reyes. Los personajes que ahí reposan son de los s.X, XI y XII. Entre todos ellos destaca el sepulcro de Doña Blanca de Navarra, biznieta del Cid, casada con Sancho el Deseado, rey de Nájera e hijo de AlfonsoVII de Castilla. Murió a causa del parto de su hijo, el que sería Alfonso VIII de Castilla en 1156. Del mausoleo permanece la tapa del s.XII, una magnífica muestra de escultura románica, donde conoceremos vestidos y usos de la época. Su autor podría ser Leodegarius de Borgoña, el mismo que trabajó en Chartres y en Sangüesa.

Tras el Panteón hallaremos el lugar más antiguo, la cueva. El saber popular habla de que fue eremitorio de un monje, trescientos años antes de que la descubriera Don García. El ermitaño habría llevado allí la campana del monasterio de Santa Columba de Castroviejo, arrasado por los musulmanes, y una imagen de la Virgen que custodiaba. La talla del s.XIII que actualmente está en la cueva natural es la de Nuestra Señora de la Rosa o Virgen del Alcázar, que llegó al Monasterio en 1845.

La "Crónica Najerense" del s.XII habla de cómo el rey oraba ante la Virgen en la cueva antes de la batalla. Todos los años se celebraba en el Claustro de los Caballeros escenas de dicha crónica, con historias de peregrinos medievales. Hoy se siguen representando en el exterior del monasterio.

Desde Nájera el peregrino iniciará su camino hacia Santo Domingo de la Calzada, dirigiéndose hacia la población de Azofra, aunque puede también optar por adentrarse a la Sierra de la Demanda para visitar San Millán de la Cogolla, como lo hacían multitud de devotos santiagueses en la antigüedad.

SAN MILLÁN DE LA COGOLLA

"Nunca trobé en sieglo logar tan deleitoso" Gonzalo de Berceo.

San Millán son en realidad dos lugares distintos: Suso, el monasterio "de arriba", sobre un altozano, y Yuso, "el de abajo", separados por apenas un kilómetro. Arriba la esencia de una espiritualidad ancestral, abajo la necesidad de dejar constancia en la memoria. Dos formas distintas de entender la llamada de Dios: la búsqueda interior en contacto con la naturaleza o la severa disciplina del trabajo y el servicio. Hoy ambos monasterios son Patrimonio de la Humanidad.

San Millán o Aemilianus nació en el 473 y fue pastor de ovejas por estos lugares hasta los veinte años. Sumido en la solitaria belleza de estos paisajes, acompañado de su cítara y de sus meditaciones, escuchó la llamada espiritual que le llevaría a buscar un camino interior. Buscó aprendizaje con San Felices o Félix, que habitaba cerca de Haro, y después, sin atender a la posibilidad de ejercer como clérigo, se retiró de nuevo a la soledad de la sierra. Buscó cobijo y aislamiento en las cuevas de este lugar cercano a los montes Cogollos, donde después se incorporarían algunos discípulos. San Millán invitaba a sus hermanos a buscar la presencia de Dios en el sonido del agua o en el murmullo de las hojas de los árboles. Murió a la edad de 101 años, habiendo obrado múltiples milagros y exorcismos, sembrando el inicio de las comunidades cenobitas que se instalaron en su honor.

Las cuevas de estos humildes anacoretas, sientan base para la construcción del Monasterio de Suso, datado en el s.X de estilo visigótico-mozárabe. Aquí vivió y murió San Millán, sepulcro que se convirtió en motivo de peregrinación. Estas tierras quedaron desoladas con la invasión musulmana, hasta que se reconquistan en el 923 a manos de navarros y castellanos. Sin embargo parece que los santos eremitas permanecieron aquí dedicados a la oración y la penitencia, en unas cuevas que después se aprovecharán como capillas y panteones funerarios. Suso contiene entre sus paredes la paz de tiempos ancestrales, en sus tres naves separadas por arcos de herradura. Allí descansan, además de algunas reinas navarras, los cuerpos de los siete Infantes de Lara y su ayo Nuño Salido, decapitados por la traición de su tío Ruy Velázquez, fruto de la eterna y violenta rivalidad entre las nobles familias castellanas de los Lara y los Bureba. Sus cabezas se encuentran en Salas de los Infantes en la provincia de Burgos y su historia la relata Alfonso X en su Crónica General. El sepulcro vacío de San Millán muestra una estatua del santo yacente en alabastro, vestido como sacerdote visigodo. En las paredes dibujos que nos confirmarán este lugar como paso antiguo de peregrinos, con inscripciones donde los caracteres latinos se mezclan con arábigos y hebreos, traspasando así los límites temporales impuestos a la Ruta Jacobea.

Son múltiples los milagros de San Millán, tanto en vida como después de su muerte, sobre todo en relación con extraordinarias curaciones. En Suso nos queda el testimonio de uno de los más famosos. En el centro del monasterio se conserva un madero de más de 1400 años, cuyo emplazamiento señaló el propio santo. Parece que en la construcción de un chamizo los operarios cortaron demasiado ese madero, con lo que quedaba inservible por ser más corto que los demás. San Millán se retiró a rezar y sus plegarias consiguieron que el tronco creciera más de un palmo después de ser talado. En este monasterio, bastante después de la muerte de San Millán, se compuso el primer poema en lengua castellana, de la pluma de Gonzalo de Berceo, quien escribió los primeros versos en román paladín.

"Gonzalo ovo por nomme qui fizo este tractado
En San Millán de Suso fue de ninnez criado
Natural de Berceo, ond San millán fue nado
Dios guarde la su alma del poder del pecado."
Gonzalo de Berceo

El poeta, que creció y estudió en Suso, fue un verdadero trovador de peregrinos durante el s.XIII, contando historias en la lengua en la que suele el pueblo fablar a su vezino, sin poner peros a que por ello le compensaran con un vaso de bon vino.

"Su verso es dulce y grave: monótonas hileras
De chopos invernales en donde nada brilla;
Renglones como surcos en pardas sementeras,
Y lejos, las montañas azules de Castilla"
Antonio Machado "A Gonzalo de Berceo"

Escribió Berceo Los Milagros de Nuestra Señora y la vida de algunos santos, como el propio San Millán, o Santo Domingo de Silos, que también fue monje de este cenobio en el s.XI, o de Santa Oria, que se emparedó en una celda en Suso a la edad de nueve años, donde permaneció hasta su muerte.

En 1067 el rey García el de Nájera quiere llevar los restos de San Millán al Monasterio najerino de Santa María la Real. Colocaron los restos del santo en un arca que debían trasladar unos bueyes. Cuando éstos llegaron al valle no quisieron continuar, aceptando todo el mundo que el mismo San Millán estaba escogiendo el lugar donde quería reposar. Donde paró la carreta con sus restos se construyó el Monasterio de Yuso, hoy conocido por sus dimensiones como El Escorial de La Rioja. El actual monasterio es el resultado de las reformas de los s.XVI y XVII, aunque contiene en su interior una tradición mucho anterior. Se convirtió en un importante cenobio de monjes copistas y en una hospedería benedictina de peregrinos. Tiene una de las sacristías más hermosas de España y una biblioteca que conserva todavía algunos Códices. Desde ella se trasladó a la Real Academia de la Historia el famoso Códice Emilianense que data del 964, primer documento del incipiente castellano que dará origen a nuestra lengua, al mismo tiempo que se guardan también los pañales del euskera escrito.

Es aquí, en Yuso, donde descansan los restos de San Millán y de San Felices, en sendas arcas famosas por los marfiles que las decoran, obras maestras de la eboraria o arte de tallar marfiles, que pasaron por alto los franceses cuando saquearon el monasterio. En el arca de San Millán, de estilo bizantino, se relata la vida del santo, donde aparecen los antiguos pobladores de la zona, que nada desmerecen a la definición que de ellos hace Picaud en el Calixtinus un siglo más tarde. El Arca fue construida con las medidas del Arca de la Alianza que Dios mandó construir a Moisés. A San Millán, primer santo castellano, se le apoda como el Moisés riojano.

En Yuso encontraremos varias imágenes de San Millán Matamoros que nos recordarán las gestas del propio Santiago.
Si salimos desde Nájera, sin desviarnos hasta San Millán de la Cogolla, lo haremos desde Santa María la Real, por el que fue camino medieval. Entre pinos y viñas alcanzaremos, a unos cinco kilómetros la pequeña población de Azofra. Su nombre parece provenir del árabe as-sufra y viene a significar tributo o trabajo forzoso y gratuito. Quizás un núcleo árabe quedó aquí tras la reconquista, obligado a pagar impuesto. Los peregrinos agradecerán llegar hasta aquí cuando conozcan a sus gentes. A través del tiempo se ha reconocido a sus habitantes por su hospitalidad con los que viajan hasta la tumba del Apóstol, una forma de ser que todavía hoy sin duda perdura, como sus excelentes vinos todavía elaborados de forma artesanal. Hubo en Azofra un antiguo Hospital que fundó Doña Isabel en 1168, con una iglesia dedicada a San Pedro y un cementerio. Es muy posible que estuviera ubicado a las afueras del pueblo, cerca de la Fuente de los Romeros que todavía se conserva. Hasta el s.XIX se albergaban los peregrinos en un Hospital para pobres que tuvo distintas ubicaciones. El templo de la población está dedicado a Nuestra Señora de los Ángeles y tiene tallas de San Martín de Tours y de Santiago Peregrino.

Los de Azofra costearon un bonito monumento a la Virgen de Valvanera a la salida de la población. Desde ese lugar se nos ofrece la posibilidad de desviarnos unos cinco kilómetros, fuera de la ruta, hasta el Monasterio de Santa María y el Salvador de Cañas, después de pasar por Alesanco.
La población de Cañas, antes de la construcción de la abadía cisterciense, fue la patria de Santo Domingo de Silos (1000-1073), que fue monje de Suso e impulsor y abad del monasterio que lleva su nombre. Santa María se funda en 1170 y es una de las primeras comunidades femeninas del Císter de la península, comunidad que prosigue hoy sin interrupción, dedicada a la artesanía en bordados y cerámica. Es Monumento Nacional desde 1943. Su fundadora, Doña Aldonza Ruiz de Castro era esposa de Don Diego López Díaz conde de Haro. La primera abadesa fue su propia hija, la beata Doña Urraca López de Haro (1170-1262). El edificio es muestra del arte de la Orden del Císter en su mayor esplendor, con arcos ojivales, bóvedas de crucería, verticalidad, austeridad y, sobre todo, la gran luminosidad característica de su estilo con sus grandes ventanales cubiertos con alabastro. Además de la Virgen y el Crucifijo, ambos del s.XIII, se conservan los sepulcros de las abadesas de los siglos XIII y XIV. Entre ellos el de la Beata Doña Urraca, que ha sido abierto cuatro veces a lo largo de la historia comprobando que su cuerpo se conserva igual que el día en que murió. El monasterio posee una valiosa colección de reliquias. Entre ellas las herraduras del caballo de Santiago, que el mismo Don Diego López de Haro recogería en la batalla de las Navas de Tolosa y entregaría a su hermana la beata Doña Urraca.

Desde Azofra nos dirigimos a Santo Domingo de la Calzada. Habiendo recorrido un poco más de un kilómetro topamos con un Rollo Medieval que se alza solitario en medio del campo. Ese rollo, llamado también Cruz de los Peregrinos, simboliza una espada de la justicia hincada en la tierra, con cuatro brazos con animales fantásticos. Este aviso a antiguos malhechores nos atestigua que estamos en la antigua calzada de peregrinos. Seguiremos por las Curvas de la Degollada, nombre que dejaron las atrocidades cometidas en múltiples batallas. Más adelante entramos en término de Hervías, donde en otro tiempo hubo un Hospital llamado de Santa María de Valleota o de Bellota, custodiado por los Caballeros de la Orden de Calatrava. Pronto aparece al fondo la silueta de Santo Domingo, la Compostela riojana.

SANTO DOMINGO DE LA CALZADA

Donde cantó la gallina después de asada.
"Piensa que Dios lo puede hacer prodigiosamente todo. Que se escaparon del asador. Yo sé bien que no es mentira; que yo mismo he visto el cuarto donde se echaron a andar. Y el hogar donde fueron asados."
Künig

Hemos llegado a la senda de los constructores, encabezados por Santo Domingo y por su discípulo San Juan de Ortega. A este último le conoceremos mejor un poco antes de llegar a Burgos, en el santuario que lleva su nombre, pero fue aquí, junto a su maestro, donde inició su gran carrera de pontífice. Se les denominaba pontífices a los constructores de puentes, el grado máximo que se podía alcanzar entre las hermandades medievales.

La ciudad debe su nombre a Santo Domingo, quien la fundó en el s.XI, cuando construyó La Calzada para peregrinos, que trasladaría la antigua ruta para llevarla hacia el sur, por el rápido camino de Belorado dirección a Burgos. Nace en Viloria de la Rioja, población burgalesa cercana, hacia el 1020. De niño fue pastor y después marchó a estudiar al Monasterio de Valvanera y a San Millán de la Cogolla, pero no es aceptado en ninguno de los dos como monje. Se retiró pues a vivir en soledad y penitencia entre los bosques de encinas a orillas del río Oja. Allí sobrevivió como eremita, de sus propias cosechas o de lo que recogía en el bosque. Así pasó cinco años hasta que, desde Logroño, San Gregorio Ostiense le solicitó sus servicios durante otros cinco, con quien parece que viajó a Compostela. San Gregorio lo ordena sacerdote y parece que le transmite sus conocimientos como constructor y sus poderes taumatúrgicos. A la muerte del maestro vuelve Santo Domingo a su antiguo eremitorio donde se propone limpiar todos aquellos bosques de árboles centenarios para construir una calzada. No obtiene al principio mucha ayuda de los habitantes de lugar, tan sólo una pequeña hoz de segar espigas, con la cual se pone en solitario manos a la obra. Quizás éste es su primer milagro, la limpieza de todo un bosque de una de las más duras maderas con una pequeña hoz. Su fama se fue extendiendo, recibiendo la ayuda de canteros y de su discípulo San Juan de Ortega. Fue mucha su dedicación a tan honrosos propósitos y poca la ayuda que recibió de los habitantes de aquellos lugares. Dicen que, en actitud de desprecio, en una ocasión le donaron la tierra que cubriera una piel de buey, pero haciendo alarde de su ingenio cortó aquella piel en tiras finísimas, obteniendo así muchos palmos de tierra, como según Virgilio hizo la reina Dido para fundar Cartago.

Vio el Santo la necesidad de construir un puente de piedra sobre el río Oja, para facilitar el paso de los peregrinos, al mismo tiempo que edificaba un Hospital, donde él mismo atendía a los romeros. Poco a poco iba repoblando toda aquella zona, abriendo pozos y creando infraestructuras, así que el rey Alfonso VI, agradecido por el trabajo que estaba realizando, le hizo donación de un terreno donde construyó una iglesia. En 1088 el mismo monarca le encarga la construcción o reparación de los puentes desde Logroño a Compostela, tarea a la que se dedica con la ayuda de San Juan de Ortega. Murió en 1109, queriendo ser enterrado en el Camino de Santiago, en la misma calzada que él había construido, dejando que su amado Juan continuara su obra, con una Cofradía que atendiera a los peregrinos, una comunidad de clérigos y un núcleo de población llamado Burgo de Santo Domingo y después Santo Domingo de la Calzada. Este fue el Santo, arquitecto, urbanista y médico que, si se permite y con todos los respetos, cumple todos los requisitos para haber sido un gran iniciado de la tradición druídica. No en vano es conocido por los riojanos como El Abuelo o el Abraham de La Rioja.

Grandes milagros realizó Santo Domingo durante su vida, curando y devolviendo de la muerte a múltiples de los obreros que construían con él. Pero de mayor renombre fueron los que hizo después que hubo fallecido, y entre todos ellos es el del Gallo y la Gallina el que va a hacer famosos a Santo y Catedral.

Allá por el s.XIV el joven alemán Hugonell, viajaba con sus padres en peregrinación a Compostela. Llegando a Santo Domingo reposaron en un mesón donde la lozana hija del mesonero puso sus ojos en el muchacho. Hugonell, como el casto José, rechazó aquellas lujuriosas ofertas provocando la ira que produce el despecho. La chica organizó su venganza ocultando en el equipaje del joven una copa de plata, para después acusarle de robo, como el mismo José hizo con sus hermanos en Egipto. Corrían en aquel entonces leyes muy estrictas en los caminos de peregrinación, en este caso promulgadas por el rey Alfonso X, así que el desdichado peregrino fue condenado a muerte por ladrón. Ejecutado en la horca, dejaba solos a sus padres camino de Santiago, sumidos en una profunda tristeza. Volvieron los padres de visitar el sepulcro del Apóstol, como lo confirmaban las conchas que llevaban colgadas al cuello según la iconografía, y quisieron entrar de nuevo en Santo Domingo para rezar por el alma de su hijo. Entre sus plegarias oyeron la voz del muchacho, diciéndoles que en realidad no había muerto, ya que el Santo de la ciudad había intercedido por él dada su inocencia. Corrieron entonces a casa del Corregidor para darle la gran noticia, encontrándole frente a su mesa a punto de hincar el diente a un suculento gallo y una gallina asados. Burlándose de ellos les aseguró que su hijo estaba tan muerto como aquellas aves cocinadas que se disponía a comer. ¡Milagro! ¡El gallo y la gallina, estando asados, empezaron a danzar y cantar encima de la mesa del Corregidor!.

Digamos que este milagro lo encontramos en distintos lugares, como en Tolouse realizado por el propio Santiago, como nos cuenta el Códex Calixtinus. Parece ser atribuido a Santo Domingo a partir del s.XV y desde entonces todos los peregrinos han recordado este milagro en sus diarios, sobre todo después de encontrar un gallo y una gallina en el interior de la Catedral. El primero de ellos es el gascón Nompar II, señor de Caumont y Castelnou, en 1417, al que debemos esta versión de los hechos. El picarón de Walter Starkie, parece que descubrió un truco, sin embargo, para hacer cantar las aves asadas sin mediación taumatúrgica.

Conociendo ya a Santo Domingo y el más famoso de sus milagros, entramos en su ciudad, cuya vida gira todavía en torno a él. Fundada en 1044, cuando muere el Santo ya tiene una cierta relevancia, debido al asentamiento de comerciantes francos y judíos, pero es a partir del s.XII cuando fue creciendo a partir del eje del camino. En esa fecha ya Aimeryc Picaud nos recomienda visitar tres tumbas de santos en España, entre ellas, por supuesto, la de Santo Domingo.

Los peregrinos entran en la ciudad dejando a la derecha la ermita de San Lázaro y se dirigen hacia la Catedral pasando ante el Albergue de Peregrinos. La Casa del Santo, refugio de los romeros modernos, está atendido por los devotos de la Cofradía del Santo, aquella que fundó el propio Santo Domingo y que todavía hoy continúa su labor. No conocemos otra cofradía más antigua, con documentación desde el s.XII, que naciera con ese propósito y que perdure hasta nuestros días. Además de atender a los peregrinos los cofrades organizan los festejos del Santo, que se extienden desde el 25 de abril hasta el 13 de octubre, entre los cuales se incluyen representaciones de la vida y milagros de su patrón, donde no faltan narraciones de peregrinos medievales.

La Catedral parte de la primitiva iglesia de Santa María, que construyó Santo Domingo en los terrenos cedidos por el rey Alfonso VI, consagrada por el obispo de Calahorra en 1106. A esta iglesia se la convierte en Colegiata en el s.XII, y en 1158 se inicia la construcción de una nueva y monumental Catedral bajo la dirección del maestro Garsión. El sepulcro del Santo, tal y como él había pedido, se encontraba en pleno camino, a la puerta de su iglesia, y como la nueva construcción preveía introducir el sepulcro en su interior, el camino fue desviado ligeramente. La Catedral es pues el resultado de edificar en estilo gótico sobre una planta y girola románicas, siendo hoy un museo de obras de arte de muchas épocas y estilos. Nos sorprenderá la estructura del edificio por su carácter defensivo, pero debemos tener en cuenta la posición fronteriza de la zona durante mucho tiempo. Pero si algo realmente ha sorprendido a peregrinos y visitantes de todas las épocas es el gallinero que hay en su interior.

Los hechos acontecidos que tenían como protagonista al joven peregrino alemán, convirtieron al gallo y la gallina en auténticos mitos, testigos de la intercesión del Santo. Es por ello que desde entonces se colocan en un gallinero plateresco, frente al mausoleo de Santo Domingo, gallo y gallina blancos. Los animales provienen de donaciones y su estancia en lugar tan particular dura un mes a cada pareja. Muchas tradiciones llevan a los peregrinos a acercarse a las aves, ya que parece que si comían el pan que les acercaban con el bordón era un buen augurio, aunque si no lo comían incluso se interpretaba como anuncio de muerte antes de llegar a Compostela. Quizás por ello la cornisa del gallinero está tan desgastada debido a los roces de los bordones peregrinos. Pero el mejor augurio para el viaje lo daba conseguir una de sus plumas para lucirla en el sombrero, una modesta reliquia que conservar de su peregrinación.

Frente a este singular gallinero está el sepulcro de Santo Domingo, una cripta bajo un templete del último gótico con escenas de la vida del santo. Junto con el de San Millán, es una muestra de la mejor escultura románica, de las pocas que se conservan de este estilo. De 1350 se conserva la indulgencia que se concede a la Catedral de Santo Domingo a quienes devotamente giren en torno al sepulcro del Santo, recitando Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

El retablo mayor de la Catedral es de nogal y alabastro, de estilo plateresco, obra de Damián Forment (1540), quien murió aquí sin poder ver su trabajo terminado. Las tablas del transcoro representan los milagros, pintados por Andrés Melgar en 1533. Los capiteles del exterior del ábside, levantado en 1105, conservan una nutrida decoración, del mejor románico del Camino, que seguro hará las delicias de los amantes del simbolismo. El conjunto de la Catedral y de los milagros de Santo Domingo gira en torno a la muerte y la resurrección.

Del techo de la catedral pende una rueda en recuerdo de un cantero que trabajó en el edificio. Estaba durmiendo a orillas del Oja y una carreta llena de sillares le pasó por encima. San Juan de Ortega hizo llamar a su maestro, que después de llorar y rezar mandó levantarse al desdichado. En las fiestas de mayo se rinde pleitesía a esta rueda.

Una de las características más peculiares de esta Catedral es su torre del campanario exenta, de estilo barroco (1762) de 72 m de altura, cuyo tramo más elevado se ilumina por la noche.

El Hospital que construyó Santo Domingo, donde él mismo curaba y atendía a los peregrinos, es hoy un magnífico Parador Nacional de Turismo frente a la Catedral. Es un edificio reformado que conserva elementos del s.XV, nada que ver con el antiguo. Quizás nos evocarán otros tiempos los arcos ojivales y el patio con pozo, allí donde el santo aliviaba a los caminantes. En aquel lugar debieron hospedarse multitud de peregrinos conocidos, como el propio San Francisco de Asís, San Bernardino de Siena, San Guillermo de Aquitania, pecador y penitente, San Lesmes, San Amaro, Santa Brígida o las princesas suecas Santa Ingrid y Santa Matilde. Junto a la Catedral y el actual Parador está la ermita de Nuestra Señora de la Plaza, obra de Martín de Beratúa de 1762.

Recorriendo la ciudad encontraremos muchas casonas hidalgas, como la casa gótica que fue palacio del obispo Juan del Pino, donde murió el monarca Enrique IV de Trastámara en 1379. Siguiendo el recorrido de la Ruta Jacobea pasaremos ante el Convento de San Francisco, junto a un edificio que fue también Hospital de peregrinos durante siglos. Aquí vivió y fue enterrado Bernardo de Fresneda, consejero y confesor del rey Felipe II y obispo de Zaragoza. El Convento fue hospital y asilo y en su época como cuartel se produjo la "sargentada", cuando en 1883 un grupo de suboficiales republicanos intentaron derribar a Alfonso XIII.

La ciudad todavía conserva restos de la muralla que la protegió, testigo de épocas de inseguridad. La leyenda habla de otro milagro, cuando La Calzada reconoce al rey Enrique II de Trastámara como monarca castellano en 1369, con lo cual Pedro I el Cruel decide arrasar la ciudad. Los vecinos acudieron a rezar a la tumba de Santo Domingo cuando veían acercarse las tropas. De inmediato una espesa y blanca niebla hizo retirarse a los desorientados soldados. Pedro reconoce su error y decide regalar las murallas para evitar que nadie más hiciera mal ninguno a aquel lugar. Lo cierto es que parece ser que sólo la amplió, ya que la muralla se construyó bajo los reinados de Alfonso X y Fernando IV.

La Calle Real, senda de peregrinos, sale al puente sobre el río Oja, construido por Santo Domingo con 24 arcos, con una ermita en su arranque. El que recorremos hoy es una reconstrucción del s.XIX. Tras cruzar el río nos dirigiremos hacia Grañón, dejando atrás la ciudad de La Calzada que tiene en su escudo el puente, la hoz sobre una encina y un gallo y una gallina, recuerdos todos de tan prodigioso personaje y que forman parte de la historia, leyenda y simbología jacobea.

En Grañón finalizará la ruta riojana del Camino de Santiago para adentrarnos en la provincia de Burgos. Nos separan unos seis Kilómetros y hacia la mitad del recorrido encontraremos una cruz de madera.

La Cruz de los Valientes nos señala el lugar donde se celebró un Juicio de Dios, debido a las disputas entre los de Grañón y los de Santo Domingo por la posesión de una dehesa, motivo de constantes y sangrientas peleas. Según se representa todos los años en la Iglesia de San Juan Bautista de Grañón, sobre un texto de 1704 del Padre Fray Matheo de Anguiano, parece que la solución propuesta fue enfrentar a una pelea a un mozo de cada población, con el fin de que Dios ayudara a quien tuviera la razón. La cruel lucha tuvo lugar aquí, frente a la dehesa que provocaba el litigio. El representante de Grañón era Martín García, al de Santo Domingo no le conocemos por su nombre. Mientras el pueblo de Grañón rezaba por el valiente Martín, por fin tuvieron noticias de su victoria, dándole la oportunidad al héroe de solicitar una recompensa:

"Deseo que todos los domingos del año, mientras Grañón siga existiendo, al tiempo del ofertorio, se rece un Padre Nuestro y un Ave María por el eterno descanso de mi alma."

Y así se hizo hasta hace bien poco, padrenuestro que todavía algunos veteranos recuerdan de tiempos de su niñez.

Grañón está atravesado por tres calles longitudinales, paralelas a la central, la Calle Mayor, camino de peregrinos. Fue antiguamente una población amurallada con un importante castillo, de la época en que fue repoblada por cristianos en el 899, cabeza de condado en los orígenes de Castilla. Alfonso VIII le concede fueros en 1187, pero el auge que iba adquiriendo la vecina Santo Domingo de la Calzada, convirtió a Grañón en una pequeña aldea. Después de haber pertenecido a la Casa Real de Navarra, fue donada a La Calzada en 1256 por Alfonso X el Sabio. Los habitantes debieron vivir en la laderas al amparo del antiguo castillo, pero a partir del s.XII se fue organizando la población en torno a la Ruta Jacobea. El propio Laffi habla de lo que él llama Griñón como un lugar pequeño y pobre. Tuvo en otro tiempo dos Hospitales de peregrinos, uno de los cuales sobrevivió en muy mal estado hasta el s.XIX.. Del s.X datan dos monasterios que aquí se ubicaban, el de Santo Tomé y el de San Miguel.

Al entrar en la villa podremos visitar la ermita de los judíos, del s. XVI. En el centro de la Calle Mayor está el Templo Parroquial de Grañón, dedicado a San Juan Bautista. Su retablo renacentista es obra de Forment y Beogrant y su pila bautismal románica data de 1169. Aquí mismo es donde se refugian los peregrinos de hoy, en un albergue en la torre de la iglesia y desde el cual se puede acceder al coro del templo. El propio párroco, el Padre José Ignacio Díaz, colaborador de Elías Valiña y esforzado defensor de la hospitalidad más tradicional, se encarga de organizar la acogida y de ofrecer la oportunidad de encontrar unos minutos de recogimiento y oración.

Sabemos, Señor,
Porque tú nos lo has dicho,
que debemos perseverar hasta el final;
Y cuando nos falte el aliento,
Pedir fuerzas al Espíritu consolador.
Concédenos, Señor,
Fijar nuestra mirada en ti
Despreciando los obstáculos
Que nos impiden continuar hasta el final
Y escuchar tu voz liberadora.
Señor, contra viento y marea
Mantenemos la marcha
Al encuentro contigo.
(Is 35,3-4)

A la salida, después de encontrar la Basílica de Nuestra Señora de Carrasquedo, patrona de Grañón, inician los peregrinos su camino hacia Redecilla, topando con la señal de límite entre provincias.

Finaliza aquí el recorrido que hace el devoto jacobeo por tierras de La Rioja, después de haber conocido a ilustres hombres y santos. En estas tierras hemos encontrado multitud de oportunidades para seguir creyendo en los milagros, y si no creemos, pensar en que pueden existir. Recordemos tantos prodigios hechos por los hombres con la ayuda de su fe y pensemos en que, sea cual sea la fe del peregrino que hoy siembra la ruta, le ayudará para continuar hasta la el sepulcro de Santiago y también para proseguir en el camino de su propia existencia.

Virginia Muelas

MI AMIGA ODILE

Yo tenía una amiga peregrina que se llamaba Odile, era francesa. Cada vez que peregrinaba a Santiago pasaba a visitarme y charlábamos un rato, pero nunca se quedó en el albergue de peregrinos de mi parroquia, en realidad nunca lo vio a pesar de que cada vez que pasaba me daba algunas monedas para que las echara en la caja de donativos del albergue ante la imposibilidad de dejarlas ella misma.

Y es que mi amiga peregrina era un poco especial. No peregrinaba andando, su medio de locomoción y su "albergue" era un viejo Renault 5 en el que tenía su cocina, su dormitorio, y su sala de estar con sus libros y sus flores. Desde hacía años le faltaba una pierna y sus brazos no tenían la fuerza necesaria para sostener unas muletas, así que su medio de peregrinar era el coche y rara vez salía del mismo para sentarse en una sencilla tabla con ruedas en la que se desplazaba empujando hacia atrás con su única pierna. Pero lo suyo era una verdadera peregrinación aunque no pudiera desplazarse andando. Visitaba todos los lugares importantes, pasaba la noche en la Cruz de Ferro y veía amanecer desde lo alto de O Cebreiro; rezaba en S. Juan de Ortega y pedía la bendición en Roncesvalles; bebía agua de la fuente del Piojo, sudaba en verano en las llanuras de Castilla y se helaba de frío en el paso por el Somport. Y llevaba sobre sus hombros la oración por todos sus amigos, tanto los sanos como los enfermos. En los últimos años, portaba además un cáncer que sabía le llevaría a la tumba aunque para nada le impedía hacer el Camino cada año mientras su cuerpo aguantara.

Una noche fría de otoño unos niños subieron al albergue de Grañón, está en un segundo piso, a decirme que una extranjera en un coche preguntaba por mí, dejé a los peregrinos con los que estaba cenando y bajé a la calle. Era Odile. Inclinado sobre el cristal de la puerta delantera de su coche estuvimos charlando un rato a pesar del viento frío de aquella noche desapacible. Ella me contaba los avatares de su camino y su oración por un niño abandonado que le había acompañado en una peregrinación anterior. ¡Cómo me hubiera gustado que Odile pudiera compartir con nosotros la cena junto al fuego hospitalario de la chimenea del albergue! Pero aunque le había propuesto varias veces subirla en brazos, su cuerpo menudo no era un gran problema, nunca había aceptado. Pero aquella noche pensé que al menos podría compartir con nosotros la oración que habitualmente hacemos en el coro de la Iglesia después de la cena. Así se lo propuse y ella aceptó. Subí al albergue para invitar a los peregrinos a la oración que esta vez no haríamos en el coro, como es habitual, sino en la parte baja de la Iglesia. Cuando ya los peregrinos estaban sentados en los primeros bancos de la Iglesia abrí la puerta principal que da a la plaza e hizo su entrada Odile sentada sobre su tabla con ruedas e impulsándose son su única pierna, los peregrinos la miraban asombrados. Nos sentamos todos en el suelo para estar "más cerca" de ella e hicimos nuestra oración, apunté su nombre en el libro y leímos su nombre junto al de todos los peregrinos que habían pasado en los últimos días. Al final ella nos cantó una canción, mejor dicho, nos rezó una canción. Todos la besamos al terminar y siguió su camino como tantas veces había hecho.

Otra vez más pasó por Grañón, cuando en su último camino tuvo que volverse sin llegar a Santiago porque su enfermedad no le permitía seguir, estuvo en mi casa tomando un café y comiendo un poco antes de seguir su viaje de vuelta a casa. Aún tuve oportunidad de verla en su casa en un viaje que hice poco después a Francia. No podía moverse de la cama, pero mucha gente de su pequeño pueblo le hacía la comida, le lavaba, le cuidaba y le hacía compañía. Me alegró ver lo bien acompañada que estaba y la serenidad y alegría con que vivía sus últimos días. Cuando me fui me dio una estampa de Santiago y una monedas para la caja de donativos del albergue de Grañón.

No la volví a ver. Unas semanas después me llegó la noticia de su muerte. No fue una noticia dolorosa, di gracias a Dios por poner en el mundo mujeres como ella y por darme a mí la oportunidad de acoger a gente así en el Camino de Santiago.

 


PRESENTACIÓN:
- Fundación ONCE y Grupo Fundosa
- CERMI
- Ibermutuamur

UN CAMINO PARA TODOS:
- Cronología Xacobea
- El Apostol Santiago en España
- Reivindicación del Camino de Santiago como antigua senda de las personas con discapacidad
- Ciegos juglares, animadores del Camino
- Aventura y picaresca en el Camino
- Del jubileo compostelano, la credencial del peregrino y "La Compostela"
- El por qué del itinerario elegido
- Consejos prácticos
- Normativa sobre accesibilidad
- Bibliografía Xacobea básica
- Agradecimientos


NAVARRA:
- Presentación
- Guía para la reflexión 'Aquí empieza el camino de las estrellas'
Itinerario en tierras de Navarra
Etapa 1: Roncesvalles - Larrasoaña
         Tramo 1: Roncesvalles-Alto de Mezquiritz
         Tramo 2: Alto de Mezquiritz-Puerto del Erro
         Tramo 3: Puerto del Erro-Larrasoaña
Etapa 2: Larrasoaña - Cizur
          Tramo 1: Larrasoaña-Zabaldica
          Tramo 2: Zabaldica-Villava
          Tramo 3: Villava-Cizur Menor
Etapa 3: Cizur - Puente La Reina
          Tramo 1: Cizur-Alto del Perdón
          Tramo 2: Alto del Perdón-Muruzabal
          Tramo 3: Muruzabal-Puente La Reina
Etapa 4: Puente La Reina - Estella
          Tramo 1: Puente La Reina-Lorca
          Tramo 2: Lorca-Estella
Etapa 5: Estella - Los Arcos
          Tramo 1: Estella-Azqueta
          Tramo 2: Azqueta-Los Arcos
Etapa 6: Los Arcos - Viana
          Tramo 1: Los Arcos-Torres del Río
          Tramo 2: Torres del Río-Viana
LA RIOJA:
- Presentación
- Guía para la reflexión 'De Logroño a Grañón'
Itinerario en tierras de La Rioja
Etapa 7: Viana - Navarrete
          Tramo 1: Viana-Logroño
          Tramo 2: Logroño-Navarrete
Etapa 8: Navarrete - Azofra
          Tramo 1: Navarrete-Azofra
Etapa 9: Azofra - Grañón
          Tramo 1: Azofra-Sto. Domingo de la Calzada
          Tramo 2: Sto. Domingo de la Calzada-Grañón

CASTILLA Y LEÓN:
- Presentación

BURGOS
- Guía para la reflexión 'En tierras de Burgos'
- 'El recorrido y la mirada'
Itinerario en tierras de Burgos
Etapa 10: Grañón - Belorado
          Tramo 1: Grañón-Castildelgado
          Tramo 2: Castildelgado-Belorado
Etapa 11: Belorado - San Juan de Ortega
          Tramo 1: Belorado-Espinosa del Camino
          Tramo 2: Espinosa del Camino-San Juan de Ortega
Etapa 12: San Juan de Ortega - Burgos
          Tramo 1: San Juan de Ortega-Ibeas de Juarros
          Tramo 2: Ibeas de Juarros-Burgos
Etapa 13: Burgos - Hontanas
          Tramo 1: Burgos-Rabé de las Calzadas
          Tramo 2: Rabé de las Calzadas-Hontanas
Etapa 14: Hontanas - Itero de la Vega
          Tramo 1: Hontanas-Castrojeriz
          Tramo 2: Castrojeriz-Itero de la Vega

PALENCIA
- Guía para la reflexión 'Palencia entre dos ríos'
Itinerario en tierras de Palencia
Etapa 15: Itero de la Vega - Carrión de los Condes
          Tramo 1: Itero de la Vega-Frómista
          Tramo 2: Frómista-Villarmentero de Campos
          Tramo 3: Villarmentero de Campos-Carrión de los Condes
Etapa 16: Carrión de los Condes - Sahagún
          Tramo 1: Carrión de los Condes-Calzadilla de la Cueza
          Tramo 2: Calzadilla de la Cueza-Terradillos de los Templarios
          Tramo 3: Terradillos de los Templarios-Sahagún

LEÓN
- Guía para la reflexión 'En tierras de León'
- 'El Camino de Santiago en viejas tierras de León'
Itinerario en tierras de León
Etapa 17: Sahagún - El Burgo Ranero
          Tramo 1: Sahagún-El Burgo Ranero
Etapa 18: El Burgo Ranero - Mansilla de las Mulas
          Tramo 1: El Burgo Ranero-Reliegos
          Tramo 2: Reliegos-Mansilla de las Mulas
Etapa 19: Mansilla de las Mulas - León
          Tramo 1: Mansilla de las Mulas-Arcahueja
          Tramo 2: Arcahueja-León
Etapa 20: León - Villadangos del Páramo
          Tramo 1: León-Valverde de la Virgen
          Tramo 2: Valverde de la Virgen-Villadangos
Etapa 21: Villadangos del Páramo - Astorga
          Tramo 1: Villadangos-Hospital de Órbigo
          Tramo 2: Hospital de Órbigo-San Justo de la Vega
          Tramo 3: San Justo de la Vega-Astorga
Etapa 22: Astorga - Rabanal del Camino
          Tramo 1: Astorga-Santa Catalina de Somoza
          Tramo 2: Sta. Catalina de Somoza-Rabanal del Camino
Etapa 23: Rabanal del Camino - Ponferrada
          Tramo 1: Rabanal del Camino-El Acebo
          Tramo 2: El Acebo-Campo
          Tramo 3: Campo-Ponferrada
Etapa 24: Ponferrada - Villafranca del Bierzo
          Tramo 1: Ponferrada-Camponaraya
          Tramo 2: Camponaraya-Pieros
          Tramo 3: Pieros-Villafranca del Bierzo
Etapa 25: Villafranca del Bierzo - O'Cebreiro
          Tramo 1: Villafranca del Bierzo-La Portela de Valcarce
          Tramo 2: La Portela-Ruitelán
          Tramo 3: Ruitelán-O´Cebreiro

GALICIA:
- Presentación
- Guía para la reflexión 'De O'Cebreiro a Sarria'
Itinerario en tierras de Galicia
Etapa 26: O'Cebreiro - Aguiada
          Tramo 1: O´Cebreiro-Viduedo
          Tramo 2: Viduedo-San Xil
          Tramo 3: San Xil-Aguiada
Etapa 27: Aguiada - Toxibó
          Tramo 1: Aguiada-Barbadelo
          Tramo 2: Barbadelo-Mirallos
          Tramo 3: Mirallos-Toxibó
Etapa 28: Toxibó - Campanilla
          Tramo 1: Toxibó-Ligonde
          Tramo 2: Ligonde-Palas do Rei
          Tramo 3: Palas do Rei-Campanilla
Etapa 29: Campanilla - Calzada
          Tramo 1: Campanilla-Castañeda
          Tramo 2: Castañeda-Calzada
Etapa 30: Calzada - Santiago de Compostela
          Tramo 1: Calzada-Arca
          Tramo 2: Arca-Santiago de Compostela

RESUMEN DE ETAPAS:
- Resumen de Etapas

CARACTERÍSTICAS DE ACCESIBILIDAD EN EDIFICIOS:
- Navarra
- La Rioja

Castilla y León
      - Burgos
      - Palencia

      - León
- Galicia